Al llegar a mi casa encontré a Pamela Durán viendo televisión en el sillón de mi casa. “¡Cierto!” pensé “no se ha ido”.
—Tus papás deben estar preocupados ¿te llevo a tu casa?
—Ya los llamé y les dije que estaba con un amigo y que no sabía cuando regresaría y me dijeron que estaba bien. Como le dije, no les importo nada.
Suspiré.
—Lo lamento —dije sentándome a la par mientras ella hacía zapping en la televisión. —Podés visitarme cuando querás.
Me observó largo rato y me puso la mano en el muslo.
—Ya te dije que no quiero eso.
—Pero yo sí —dijo jalándome el mentón con una mano y estampándome un beso que, debo admitir, supo a cielo.
Suspiré