El viaje a Río había sido más productivo de lo que imaginaba. Había decidido venir personalmente con Anne, Matheus y Rómulo —un empleado de confianza de Bellucci especializado en operaciones discretas— para conducir las entrevistas para mi nuevo equipo de relaciones públicas. El Hotel Milani se había convertido en nuestra base de operaciones temporaria.

Durante los últimos tres días, había entrevistado a casi veinte candidatos cuidadosamente seleccionados. Estaba especialmente enfocada en reclutar algunos ex compañeros del curso de especialización que había hecho algunos meses atrás: profesionales talentosos que conocía personalmente y en quienes confiaba completamente. También había logrado convencer a Lisa, mi antigua asistente de Vale do Sol, a unirse al equipo. Su lealtad inquebrantable durante mi período en la empresa rival había sido una de las pocas cosas buenas de ese período terrible, y ahora finalmente podría recompensarla adecuadamente.

Fue Lisa quien había facilitado la pa