Las palabras flotaron en el aire nocturno, simples y devastadoras. Me congelé en los brazos de Christian, mi cuerpo súbitamente inmóvil, como si cualquier movimiento pudiera romper el hechizo de este momento suspendido en el tiempo.
Percibió mi vacilación, su cuerpo también endureciéndose contra el mío. Sentí su respiración contenerse, esperando por una respuesta que mi garganta se negaba a formar.
Las palabras estaban ahí, presionando contra mi pecho, suplicando ser liberadas. Lo amaba. Por supuesto que lo amaba. ¿Cómo no podría amarlo? Y aun así, un miedo inexplicable me impedía decirlo en voz alta, como si verbalizar ese sentimiento pudiera de alguna manera volverlo más real, más peligroso.
En lugar de palabras, ofrecí acción. Alcé el rostro y capturé sus labios con los míos, tratando de transmitir a través del beso todo lo que no podía decir. Mis manos sostuvieron su rostro, mis dedos trazando la línea de su mandíbula como si quisieran memorizar cada contorno.
Christian correspond