CARIXIS: UN ROMANCE EN LAS ESTRELLAS PARTE 2
CARIXIS: UN ROMANCE EN LAS ESTRELLAS PARTE 2
Por: Demian Faust
CAPÍTULO VII LA SEMILLA DE LA DESTRUCCIÓN (primera parte)

LAS CRIATURAS QUE ESPERAN EN EL ABISMO

 El Orm Infernal se removía inquieto, incómodo, molesto en lo profundo del Abismo Infinito, el reino de sombras y maldad absolutos donde habitaba. Estaba hambriento, muy hambriento, tras haber sido encerrado en su prisión infernal hacía cientos de miles de años. Pero también ansioso. Las estrellas se estaban alineando de forma correcta, y sentía que su liberación estaba cerca.

 —El ser, mi señor –dijo una voz sombría y gutural desde miles de años luz de distancia. Era Cronos, uno de sus vástagos oculto en el agujero negro del centro de la Galaxia. –El ser que está en Carixis, mi señor. ¿Será el Avatar?

 —Si lo es... habrá que matarlo –recalcó Y’lir Komuth, desde otra distancia inimaginable. –Sólo el Avatar puede evitar que el Reino de la Oscuridad vuelva una vez más...

 —Sí –dijo siseante la voz del Orm Infernal, y sus vástagos se estremecieron por la malignidad que encerraba. –Pero no aún. Todavía podemos convertirlo a la Oscuridad. Y si se vuelve un servidor de las sombras. Si seducimos su corazón para que se torne oscuro... Será un aliado poderoso.

 —¿Qué pasa si no abraza las tinieblas? –preguntó Lothus.

 —Entonces morirá.

 El Orm Infernal se rió estruendosamente desde su prisión en el Abismo más allá de las estrellas. Su aspecto, una concepción mental de la maldad pura, con miles de ojos rojos que atravesaban los confines del cosmos, largas e incontables lenguas de blasfemias, filosos colmillos, tentáculos de un número infinito, y un largo cuerpo gusanoide. Un aspecto cuya contemplación provocaba la locura. Esta maldad demiúrgica se carcajeaba complacida esperando el día de su liberación.

 Hace eones, cuando sus enemigos, los Dioses Primarios los derrocaron y los encerraron, juraron que regresarían. Las eras astrológicas eran propicias.

 Y’lir Komuth, quien alguna vez se sentó en una montaña de cráneos sobre un océano de sangre, estaba atrapado en los hielos sempiternos e impenetrables del Planeta Riptaria. Su cuerpo oscuro se movió complacido, produciendo que grandes bloques de hielo ártico se desprendieran en la superficie.

 Lothus, el Mago Oscuro, quien fuera abrazado por la Oscuridad hacia milenios, se relamía esperanzado en su prisión en una dimensión de caos y maldad puros.

 Kezarath, Reina de la Perdición, se sonreía complacida en su trono de hueso, situado en las insondables profundidades pedregosas de la luna de Nébulus 5, donde estaba rodeada por deformes sirvientes ciegos.

 Y Cronos, el único que estaba libre, soñaba el sueño oscuro, en medio de las penumbras infinitas de los abismos espaciales. Pensando en la liberación, cuando su señor, el Orm Infernal, y los hermanos oscuros; Y’lir Komuth, Kezarath, Lothus, y los demonios abismales encerrados en la dimensión de tinieblas cuya entrada estaba en Pléyades, y otra en Cáncer, y la otra en el Sistema Carixis.

 Sus siervos oscuros deberán incrementar los rituales y los sacrificios de sangre... porque el nuevo Reino de las Tinieblas estaba cerca...

 A no ser que ese fuera el Elegido, el que se fusionaría con el Universo y detendría las huestes oscuras. Ese que llaman el Avatar...

 Rupert Corrado...

Sistema Tierra

Planeta Marte

Día 4 del Mes 11 del Año 2102 D.A.

 Una asimétrica batalla se libraba en las desérticas estepas del Planeta Rojo. La refriega era protagonizada por dos bandos notoriamente desiguales. Un bando era uno de los ejércitos más poderosos de la Galaxia Conocida, la portentosa Guardia Imperial Xirgona. Una fuerza conformada por lujosas naves veloces y sobrecargadas de armamento sofisticado y tremendamente destructivo. Comandadas por experimentados militares curtidos en cientos de batallas.

 El otro bando lo conformaba un débil ejército de naves viejas y pequeñas, con armamentos deficientes. Cuyos militares tenían una experiencia virtualmente inexistente en cuanto a contiendas interplanetarias. Era el ejército de la Confederación Marciana.

 Así, la lucha no tardó más de dos horas. Una horda de naves xirgonas, de un total de 250 naves guerreras imperiales, acechó el espacio marciano siendo detectadas de inmediato. Los cuarteles marcianos alertaron de la cercanía, pero los xirgones rehusaron responder a los mensajes del gobierno marciano. La Tierra, uno de los seis miembros de la Afiliación Democrática de Planetas, vecino cercano de Marte, su ex colonia, percibió también la cercanía del poderoso batallón. Y cautelosamente, esperaron...

 Sin embargo, los xirgones pronto mostraron sus intenciones erradicando las naves militares marcianas que enviaron a interceptarlos. Las destruyeron como si se tratara de un puñado de moscas. Al oscurecer el cielo marciano con su horda invasora, el Emperador en persona, quien comandaba el ejército, emitió un mensaje de ultimátum a Marte:

 —Pueblo de Marte, ríndanse pacíficamente y evitarán mucho dolor y muerte. No tienen posibilidad de ganar...

 Los marcianos lo sabían, pero no se rendirían tan fácilmente. La totalidad de la armada marciana atacó a las fuerzas xirgonas de forma heroica pero fútil. Los desesperados marcianos fueron barridos fácilmente. No eran rival para la potencia xirgona. Había diez naves xirgonas por cada nave marciana, y ni siquiera si el número estuviera invertido, serían capaces de derrotar al Imperio.

 El Imperio Xirgón, que ya de por si era poderoso, había adquirido una Esfera Solar adicional y dicha reliquia le permitió desarrollar armas aún más poderosas y escudos más impenetrables...

 Así, los xirgones bombardearon las principales ciudades marcianas en represalia. Terribles disparos de fotones energéticos despedazaban enormes ciudades marcianas, cuyos edificios volaban en miles de pedazos. Cuerpos desmembrados y ensangrentados y calcinados llenaban las calles. Severos incendios se dispersaban consumiendo avenidas completas. Miles de personas; hombres, mujeres, niños, ancianos, incluso los animales domésticos, huían despavoridos de la destrucción inmisericorde. Cientos de personas mal heridas mostraban quemaduras graves o cortes sangrientos...

 Habían pasado ya dos horas desde la rotunda derrota marciana. Las ciudades mostraban aún incendios voraces y humaredas que oscurecían el firmamento siniestramente. Los damnificados habían sido agrupados en refugios paupérrimos. Las naves xirgonas, onerosas y soberbias, bajaron sobre las arenosas y rojizas tierras marcianas desplegando en el planeta una presencia de millones de soldados.

 El nuevo Emperador xirgón, un hombre de unos 37 años, de aspecto fornido y elegante, con barba de candado tan verde como sus largos cabellos, vistiendo un lujoso traje dorado, emitió una declaración rodeado de sus guardaespaldas innumerables.

 —Como Emperador y supremo gobernante del Imperio Xirgón, declaro este planeta, una provincia del Imperio. Y declaro a sus habitantes, mis súbditos. En el nombre de los Antiguos Dioses...

 —Majestad... —dijo uno de los generales que acababa de recibir un mensaje en su comunicador. —Una flota de 350 naves afiliadas custodia la Tierra justo en la frontera con Marte...

 —Naturalmente, ¿qué hay con eso?

 —Se reportan escaramuzas, Señoría. No sabemos quien empezó, pero hay ataques simultáneos entre afiliados y xirgones...

 —¡Esa es una agresión injustificada! Marte no es miembro de la Afiliación a pesar de ser una ex colonia de la Tierra. Contraataquen...

 —¡Pero Majestad! —reclamó un general joven en el franco derecho del Emperador. —Nos arriesgamos a una guerra contra la Afiliación...

 —Con nuestra nueva tecnología de escudos esféricos y armas de nueva generación, la Afiliación no nos puede derrotar...

 —Pero los afiliados son aliados de los valtáricos...

 —¡Ya tienen sus órdenes! —recalcó el Emperador con un desliz de molestia. Los generales hicieron una reverencia y procedieron a dirigir el ataque.

 —Señor —decía desde una Nave Nodriza afiliada una joven de origen japonés al capitán de la nave, un soth calvo con cables eléctricos conectados de sus mejillas a la parte posterior de la columna.

 —¿Sí, teniente Tatsumaru?

 —La Guardia Imperial Xirgona está contraatacando con todo su poder.

 —Envíe un mensaje de auxilio. Que todas las naves afiliadas cercanas acudan a ayudarnos. Y envíe un mensaje a toda nave valtárica cerca.

 Efectivamente, una confrontación entre dos poderosos ejércitos se protagonizó en el Sistema Solar Tierra. No se trataba ahora de un enfrentamiento entre un imperio poderoso y un planeta pobre y subdesarrollado, sino entre dos de las más grandes potencias de la Galaxia. La nueva tecnología xirgona era capaz de despachar al menos tres naves afiliadas y sus escudos eran impenetrables. Sin embargo, los afiliados en conjunto lograban provocar graves daños a los xirgones. Las explosiones de decenas de naves al ser destruidas iluminaban el cielo nocturno del hemisferio occidental terrícola en ese momento. Pronto, el espacio sideral cercano a la Tierra estuvo repleto de cascarones humeantes de naves destartaladas.

 Una flota de doce naves valtáricas llegó al lugar invocando el Tratado Afiliado—Valtárico suscrito hacía casi un año entre ambas potencias. La tecnología valtárica era de las más adelantadas de la Galaxia Conocida, y sin embargo, los xirgones fueron capaces de destruir cinco naves valtáricas, mientras que éstos sólo podían destruir naves xirgonas con mucho esfuerzo.

 Habían pasado casi dos horas de ardiente contienda espacial y los pedazos de naves flotantes superaban ya las naves enteras sobrevolando a lo largo del sistema. De las cuales, la mayoría mostraba los estragos graves de la prolongada confrontación. Finalmente, los dos bandos llamaron a retirada a sus respectivas tropas.

 Cabe destacar que la llegada de éste Emperador al trono de Xirgón no fue sencilla. Tras la muerte de su predecesor, el Emperador Turg III, el 3 del 4 del 2102 D.A., el general Ushuk Larg fue designado como Regente, es decir, como máximo gobernante del Imperio Xirgón hasta que se eligiera a un nuevo Emperador.

 Ushuk sobrevivió cuatro intentos de envenenamiento, dos ataques furtivos de francotiradores y un atentado de bomba. No era para menos; según la tradición xirgona, cuando un Emperador moría sin herederos y sin designar un sucesor, se nombraba a un Regente quien debía elegir un nuevo Emperador en menos de dos años. Y aunque todas las Casas Nobles, el Cónclave de Sacerdotes y la Guardia Imperial podían presentar candidatos, correspondía en exclusiva al Regente la selección de quien ocuparía el Trono de Xirgón y se convertiría en uno de los hombres más poderosos de la Galaxia.

 —¿¡Un Durg!? —exclamó Ushuk leyendo uno de los currículum y dispersó una sonora carcajada. —¡Deben estar bromeando! ¿En verdad creen que elegiré a alguien de una familia que ha sido enemiga de la mía por siglos? Estoy seguro que los Durg están detrás de al menos la mitad de los atentados contra mí. ¡Idiotas! —dijo arrugando los papeles y lanzándolos al suelo de mármol adoquinado en el ostentoso Salón del Trono. Aunque no se sentaba en el propio Trono Imperial, si se ubicaba en una silla muy costosa y cómoda rodeado de muchos sirvientes y asesores. Leyó otro currículum y dijo: ¿Cashak Xirg? ¡Están locos! Es el líder del Escuadrón de la Muerte, un grupo radical ultraderechista. De llegar a ser Emperador cometería una masacre cada fin de semana.

 Ushuk hizo el amor a sus dos bellas esposas esa noche, en medio de un rito llamado el Gran Placer, que consiste en una noche de pasión con todas las esposas del hombre xirgón. Los tres estaban desnudos, con Ushuk en el centro, y cubiertos por sedosas sábanas blancas.

 —¿Has tomado una decisión? —preguntó la primera esposa de Ushuk, la esbelta capitana Sashak. —El destino del Imperio está en tus manos, querido...

 —Los interesados en ser emperador me han ofrecido de todo —dijo— ser nombrado Capitán de la Guardia Imperial, gobernador de cualquier colonia, dueño de un planeta entero, cantidades incalculables de riquezas y mujeres...

 —¿Los aceptarás? —preguntó ansiosa Nishak, la otra esposa de Ushuk, una refinada y materialista aristócrata. Un brillo de ambición refulgió en sus ojos verdes.

 —¡Jamás! Escogeré al más adecuado para el puesto aunque sea un esclavo. No pondré en juego el destino de la Galaxia entera colocando a alguien inapropiado que lleve al Imperio al caos o a la guerra. Ahora que tenemos dos Esferas Solares tendremos un poder inimaginable. Los dioses me han honrado escogiéndome para tan importante tarea...

 Aunque innumerables, las intrigas y conspiraciones realizadas en el ceno de la Corte Imperial y de las más altas jerarquías xirgonas con motivo de la sucesión monárquica, fueron esquivadas efectivamente por parte de Ushuk, quien era un experimentado miembro de la Corte y se desenvolvía sin problemas en dicha red de mentiras y emboscadas. Una noche, todavía meditando sobre la sucesión arrodillado ante el altar del Primer Emperador Surath, siempre rodeado de sus guardaespaldas, una exótica figura se le aproximó.

 —Valiente regente has sido —dijo la voz de una mujer cubierta por una capucha negra de cuerpo entero. Los guardaespaldas se alertaron. —Bajo tu gobierno interino descubrimos otra Esfera Solar, gracias a la cual hemos conseguido los escudos más resistentes y láser tres veces más potentes. Ahora hasta los valtáricos son vulnerables a nuestro Imperio. En unos meses aplastó totalmente la rebelión de los guerrilleros izquierdistas y terminó con la Guerra Civil. Y fulminó los movimientos separatistas carlagianos. Aunque ha sido considerablemente benévolo con los rebeldes y los carlagianos...

 —No tengo interés en pasar a la historia como un regente responsable de genocidios —respondió irguiéndose receloso.  —Pero soy un xirgón patriota. Amo al Imperio, que es la luz de la Galaxia. Y combatí a sus enemigos con todas las fuerzas disponibles. Pero no cometeré crímenes contra civiles inocentes.

 —Loable... muy loable...

 —¿Quien eres? —consultó— La mujer se descubrió y Ushuk la reconoció de inmediato. —La Emperatriz Ashak...

 —Antigua Emperatriz —corrigió la mujer. Era una xirgona de unos 40 años pero con un muy esbelto cuerpo que resaltaba entre su toga. —Mi esposo Turg murió, y el único hijo que tuve con él murió bebé, así que ahora habrá un nuevo Emperador...

 —Su esposo no era infértil, bien sabemos que dejó embarazadas a muchas de sus concubinas... incluso se cree que el hijo de la presidenta ejecutiva de la Corporación Sáuxer es hijo de Turg...

 —Y lo es...

 —¿Entonces? Siendo usted la única esposa de Turg, algo inusual en un Emperador, sólo tenía que concebir un hijo. Porque...

 —Sólo el hijo de una mujer noble puede ser sucesor del Emperador. Los hijos de las concubinas no cuentan...

 —En efecto. A menos que... la única explicación es...

 —¿Qué los rumores sean ciertos? —Ushuk observó a los guardaespaldas, quienes mostraban rostros ecuánimes. Siendo criados desde niños para su desempeño, habían sido entrenados para guardar celoso secreto de todo lo que escuchen. Un voto jurado que de romperse, se castigaba con la muerte de toda la cuadrilla.

 —¿Qué rumores ha escuchado?

 —Que usted dio a luz a un bebé con cabellos negros. Es decir, con sangre humana. El hijo de un amante humano...

 —¿Y que le hubiera impedido al más poderoso de los xirgones el ejecutarme de inmediato o ejercer contra mí cualquier castigo por mi traición?

 —El que usted manejara un secreto que, de rebelarse, podría provocar la abdicación de Turg. Lo cual explicaría el porqué Turg no tenía otras esposas ni se divorció de usted después de la supuesta muerte del bebé. Eso, suponiendo que el bebé muriera realmente...

 —Es usted tan listo como dicen. Sí, sabía un secreto que le hubiera costado el Trono a Turg. Turg sufría del Síndrome de Garg, una enfermedad degenerativa que eventualmente le provocaría la locura. Los famosos exabruptos de mi esposo eran los primeros síntomas. Sólo yo y su médico personal (posteriormente asesinado) lo sabíamos. Por eso me perdonó mis múltiples infidelidades, de las cuales la mejor, fue con un famoso humano cuya identidad no rebelaré aún. Nuestro hijo se encuentra sano y salvo viviendo en la Tierra.

 —Si me cuenta todo esto es por alguna razón...

 —Un trato que beneficiaría a nuestras dos Casas y de paso, al Imperio. ¿Ha pensado en nombrar Emperador a alguien de su Casa?

 —La Tradición dice claramente que el Regente no puede nombrar a nadie de su propia Casa. En mil años de existir el Imperio, sólo ha habido cuatro regentes contándome a mí, de los cuales dos murieron asesinados. Uno de los asesinados murió por incumplir la Tradición...

 —De acuerdo, de acuerdo. Pero hay algo más. Mi casa, la Casa Niurg...

 —¿Por qué habría de escogerla?

 —Porque somos primos. Mi hermano Vishak es hijo de la tercera esposa de nuestro padre. Esta mujer es la hija ilegítima de su abuelo. Quiere decir que somos primos aunque no se sepa. Vishak es un excelente candidato para Emperador. Mire su currículum militar. Ha sido condecorado decenas de veces, tiene avanzados estudios universitarios y carece de vicios. Además, la familia Niurg ha sido siempre reconocida como una de las mayores Casas Nobles, de allí que fuera mi persona la primera esposa del Emperador. Nombre a Vishak y nuestras familias obtendrán poder absoluto. Vishak se casará con una mujer de la Casa Larg, cualquiera que usted escoja. Juntas, nuestras familias gobernarán la Galaxia...

 Ushuk se sintió tentado. Estaba decidido a escoger al más apropiado candidato. No estaba convencido de que Vishak lo fuera... pero sin duda tenía un buen historial. Era su sobrino aunque eso no se sabía, por lo cual no corría riesgo de violar la Tradición. Tenía la oportunidad de hacer las dos cosas a la vez; cimentar el poder Larg y escoger un buen Emperador que le sería mucho más accesible de lo que fue Turg.

 A la mañana siguiente, Ushuk anunció que daría a conocer quien sería el futuro Emperador. Dentro del Salón del Trono se congregó la Corte Imperial, las máximas autoridades de la Guardia Imperial, el Cónclave, así como los principales embajadores y cónsules.

 —He tomado la decisión, convencido de que los dioses me han iluminado —anunció el fornido general— de elegir al joven Vishak Niurg como futuro Emperador del Imperio Xirgón. La decisión está firmada en el Acta Imperial, y es irrevocable. La he firmado con mi sangre, como dice la Tradición...

 —¡NO! —gritó la voz desgarbada de una mujer en el fondo. Todos voltearon y observaron a los encapuchados profetas, de entre los cuales, el Oráculo, la más poderosa de todos, una mujer ciega y autista, sollozaba tristemente. —¡No sabes lo que has hecho, Ushuk Larg! La madre de Vishak era una Larg por parte de padre, pero era una Durg por parte de madre. Por eso era una hija ilegítima, fue resultado de un amorío entre dos casas enemigas. Vishak tiene sangre Larg y sangre Durg... La ancestral enemistad de las dos familias corre por sus venas. Dicha enemistad le provocará un alma atormentada. Severos conflictos internos. Una guerra librada en su corazón entre el Bien y el Mal. Tendrá tendencias hacia uno u otro lado en constante vaivén. Su gobierno será un gobierno dividido entre las luces y las sombras.

 Ushuk no podía retractarse pues el decreto estaba ya firmado. Vishak Niurg fue coronado como el Emperador Niurg I tres días después en una suntuosa ceremonia en el Palacio Imperial, a la cual acudieron no sólo los máximos jerarcas xirgones, sino además asistió el presidente de la Afiliación, la presidenta de la Corporación Sáuxer, el Sumo Sacerdote de la Alianza Valtárica y otros muchos jefes de Estado de la Galaxia. Una multitud de millones de xirgones aclamó al nuevo Emperador desde el Balcón Imperial del Palacio. Poco después, Niurg I anunció su inminente boda con la abadesa Ishak Larg, suma sacerdotisa del Templo de Kaxirg (diosa de la muerte) y hermana de Ushuk.

 A pesar de los presagios del Oráculo, Ushuk se sentía tranquilo. Niurg era joven e influenciable. Probablemente podía ejercer un cierto control sobre él y evitarle un giro hacia la maldad. Niurg le ofreció a Ushuk ser su primer ministro, sin embargo, Ushuk declinó:

 —Siento que todavía tengo labores que hacer en mi puesto en Carixis. Prefiero que se me asigne nuevamente a Carixis. Agradezco solamente que se me incluya dentro del grupo de generales del Alto Mando de la Guardia Imperial. El primer ministerio puede ejercerlo mi primo Yeshak.

 —Como desees —le respondió Niurg I.

 Pero Niurg resultó menos manejable de los sospechado. Aún cuando Uhsuk fue capaz de poner fin a la Guerra Civil derrotando con la nueva tecnología a guerrilleros y carlagianos independentistas, Niurg retomó acciones represoras contra los sospechosos disidentes —entre ellos varios escritores y filósofos xirgones muy admirados— y contra los carlagianos. Pronto, Ushuk se dio cuenta de su error y sintió culpa por haber dejado que la ambición lo cegara.

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