—Tonta —Benedicto dijo con una sonrisa cariñosa. —Esta noticia puede no ser útil para la mayoría, pero para ella es muy importante.
—¿De verdad?
Benedicto besó sus labios: —¿Cuándo te he mentido?
Fabiola lo pensó, y realmente no recordaba que lo hubiera hecho.
Al ver la confianza en los ojos de Fabiola, Benedicto se sintió abrumado, sin saber si alegrarse o entristecerse.
—Está bien, te prepararé un café.
Benedicto soltó a Fabiola.
En ese momento, Fabiola se dio cuenta de que muchas personas los estaban mirando.
Ella se ruborizó, pensando en cómo había estado llorando en los brazos de Benedicto, y deseó poder esconderse.
Benedicto rápidamente regresó con dos cafés y se sentó al lado de Fabiola: —¿Te llevo a casa después?
—No es necesario.
Fabiola frunció ligeramente los labios rojos y susurró junto a Benedicto: —No me mientas, ¿entiendes?
Benedicto se detuvo con el dedo en alto, y después de un momento, asintió suavemente.
Fabiola levantó la mirada, sus ojos claros y brillantes mirando