Belinda buscó en la pequeña cartera de fiesta sacó las llaves de la cabaña, abrió y se paró en el umbral de la puerta, ambos se miraron y sonrieron.
—Quiero que me escuches muy bien para que no se preste a confusión, quiero que entres, pero eso no quiere decir que perderemos la confianza que nos tenemos por culpas y embustes que nos trajeron a este momento.
—Esa es mi tiburoncito, siempre alerta, —le acarició la mejilla se acercó a su boca, pero en vez de besarla la miró a los ojos y dijo— quiero entrar.
Belinda se apartó del umbral, Dante retiró la llave y cerró con seguro, tiró las llaves en una mesita cercana, Belinda se abrazaba a sí misma y se veía como si estuviera a punto de salir corriendo, Dante se acercó a ella.
— ¿Tienes miedo? —Belinda movió la cabeza negando.
—No te tengo miedo, Dante estoy segura de lo que hago, sí quiero estar contigo, pero estoy nerviosa.