Capítulo 1

BRYONY

M****a. Mi madre no me había explicado bien lo que estaba ocurriendo, y mi hermana permanecía hermética encerrada en su habitación, hoy se supone que nos iríamos a Londres pero al parecer mi madre cambió de idea y pasaremos el fin de semana encerradas en una de las casas que tenemos cerca de mi universidad, no entiendo sus decisiones pero por lo menos lo pasaré alejada del resto de mis compañeros. No era el tipo de chica popular pero tampoco a la que molestaban.

Cierro mi casillero resoplando al saber que diez de los gorilas trajeados de mi madre, me están esperando a las afueras de la universidad. Sin pensar, se me resbalan dos libros y mientras intento recogerlos el recuerdo de mi primer beso robado invade mis pensamientos explotando un sin fin de emociones en mi interior.

—¡Hey, te ayudo!

Levantó la mirada y me encuentro con unos ojos grises, se trata de Christopher Bustamante, uno de los hijos del empresario Textil más importante del país. Es el chico más popular: todas las chicas quieren ser su novia, es pesado, presumido, engreído pero extrañamente amable conmigo, y como dato curioso, es mi mejor amigo en secreto, claro.

—La realeza bajando a visitar a la plebe, este debe ser mi día de suerte —digo con una sonrisa de oreja a oreja mientras me ayuda a recoger mi desastre de libros.

El pasillo estaba vacío y esa era otra de las razones por las cuales se había acercado a mí. Nuestras reglas eran sencillas; no hablarnos, ni mirarnos, y si teníamos algo importante que decirnos simplemente nos encontrábamos en el sótano de la universidad.

—¡Pero que graciosa eres Bry! —me rodea de la cintura y me da un beso en la mejilla, siempre hacía lo mismo.

—¡Eh, no hagas eso! —me alejo de él de modo amable.

—¿Por qué?

—Porque tu club de fans nos pueden ver y créeme cuando te digo que eso sería peligroso para alguien como yo —ruedo los ojos mientras le quito mis libros.

—¿Segura que se trata de eso? —Pasa un brazo sobre mi hombro y sus ojos se anclan sobre los míos al tiempo que una dulce sonrisa se asoma en sus labios—. O tal vez no quieres que algún chico te vea conmigo y piense que somos novios.

La mirada de Christopher repasa con lentitud y astucia mi cuerpo, provocando que los vellos de la piel se me ericen y un nuevo escalofrío recorra cada espacio de mi piel, espacio por espacio hasta llegar a mi interior como una explosión de emociones y extrañas sensaciones. No tenía idea de cómo reaccionar cuando se ponía en estado de ebriedad sexual intentando conquistar. Y ahora estábamos aquí estancados en la misma situación.

—Sabes, me gustas mucho —su mirada es tan intensa que por breves segundos me tomo la molestia de creerle, pero claro, después recuerdo que esto era un juego que habíamos iniciado desde que nos conocíamos y comienzo a relajar mi cuerpo. Lo cierto es que toda esta situación con mi madre y mi hermana me mantenían al límite de mis emociones.

—Y sabes que eres mi príncipe azul y que estoy planeando nuestra boda real —levanto las comisuras de mis labios hacia el cielo y le guiño un ojo—. Estoy pensando seriamente en hacer damas de honor a todas tus ex novias, sería una boda diferente e interesante, ¿no crees?

—Tonta, hablo en serio, me gustas y quiero...

Christopher se queda callado al instante, hago un inútil esfuerzo por hacer contacto visual con él pero es imposible, al parecer lo que hay detrás de mí es mucho más interesante que yo, me giro y con sorna me doy cuenta el porqué de su silencio. Iba pasando Karla Sampayork, hija de un famoso empresario que siempre viaja, es la típica chica creída, popular, fresa, y con la que todos quieren andar, incluso mi muy perdido amigo. De hecho la mayoría de la escuela espera que ellos terminen juntos, por ser los más populares y porque sus familias tienen una buena relación. En mi caso mantener un perfil bajo era mi prioridad, la empresa porno de mi madre se mantenía bajo la fachada de una escuela de modelaje, así que todos creían que yo era la hija de una mujer que se dedicaba a instruir a las jóvenes en el mundo hostil de modelos anoréxicas, distraídas y con problemas familiares que solo buscaban una salida para no sentirse tan miserables... si supieran...

—Toma —le tiendo un pañuelo soltando una pequeña risita—. Creo que se te está derramando la baba.

—No seas boba, ella no me interesa para nada, es solo que...

—Vamos, no tienes por qué darme explicaciones —veo la hora en mi reloj de mano y sé que ya tengo que marcharme o de lo contrario esos gorilas regresaran y mi fachada de chica invisible se iría por la borda—. Como se, tengo que irme, nos veremos después de vacaciones.

Le doy un beso en la mejilla y sin más giro sobre mis talones dispuesta a marchar hacia mi destino incierto.

—¡Espera, no te puedes ir así! —Christopher me alcanza.

—¿Por qué no?

—Haré una fiesta hoy en la noche, en mi casa, mis padres están de viaje y... bueno, tienes que ir vale, y no recibo un no por respuesta —me indica señalándome con un dedo.

—No lo sé, no creo poder, hoy salgo de viaje con Celia y...

—Vamos, estoy seguro de que lo puedes posponer —insiste con ojos de cachorro—. Estoy seguro que pueden posponer el viaje y mañana podrán irse.

—Creo que no hace falta que te recuerde que ante los ojos de los demás no somos amigos —le alboroto el cabello como a un niño pequeño.

—Sí, pero te recuerdo que yo invito hasta la plebe —se acerca a mí y me da un beso en la mejilla—. Es a las 8 de la noche, no faltes.

Lo veo marcharse y no puedo evitar sentirme nostálgica al recordar cómo nos conocimos. Era el comienzo del primer año de universidad, y él tomaba fotos mientras recogíamos nuestros horarios de la oficina de orientación, éramos los últimos en llegar, él lo llamó intervención divina cuando nos dimos cuenta que teníamos más de dos periodos en común. Solía burlarse de mí aspecto después de clases de natación; cabello mojado pegado a mi rostro con grandes carámbanos marrones colgando, en general nuestra amistad se fue dando poco a poco, pero como era de esperarse, él mantenía su popularidad por lo alto, mientras yo me esforzaba por pasar desapercibida. Nuestra universidad era una de las más costosas y mejores en todos los sentidos del país, solo los hijos de los poderosos podían entrar, aunque en mi opinión parecía más bien un colegio de críos.

Me preparo para ir a casa y cuando por fin salgo de las instalaciones observo como muchos de mis compañeros están reunidos en un semicírculo que rodea una enorme camioneta negra blindada, seguida de cinco más, no contaba con que fueran más de quince guardaespaldas y me muerdo el labio inferior para no terminar por soltar alguna fresca a mi madre. Todos me miran mientras me acerco a Joe; el guardaespaldas de confianza y al cual llevo conociendo desde que era apenas un bebé.

—Señorita Blackorth, su madre y su hermana la están esperando en casa —apunta y puedo ver que sus ojos resplandecen con cierta malicia.

—Gracias Joe —susurro girando mi cabeza para echarle una última ojeada a todos, y justo cuando estoy por subirme mis ojos se anclan sobre los de Christopher; quien no duda en levantar una mano en forma de despedida y me guiña un ojo—. Andando.

Subo a la camioneta y nos ponemos en marcha, pienso seriamente que tal vez no es tan mala idea ir a la fiesta, si convenzo a Celia estaré de gane respecto a las decisiones de mamá, al final ella siempre le hace caso a mi hermana mayor. Cuando llegamos a casa para mi sorpresa todo estaba lleno de guardaespaldas armados y atentos a todo.

—Cielos, mi madre sí que está algo chiflada —murmuro por lo bajo.

—Su madre solo intenta protegerlas señorita —añade Joe detrás de mí.

—¿Protegernos de qué? —pregunto con firmeza.

—No me corresponde decírselo yo, señorita —Joe espeta con firmeza.

—Vale, entiendo.

Camino directamente a la oficina de mamá y al entrar lo primero que veo es a Celia echa un mar de lágrimas mientras mi madre atiende una llamada dándole la espalda. Parecía un poco irritada y eso no pintaba nada bien.

—¿Qué te sucede? —cuestiono a Celia acercándome hacia ella.

—Por fin llegas —me dice con voz desdeñosa—. ¿Por qué tardaste tanto?

Algo en su tono de voz me causa conflicto y me cabrea, ya no era una maldita niña, ¡por Dios, tenía 23 malditos años! Mi madre cuelga y al darse cuenta de que estoy presente, frunce el ceño y sé que se está preparando para una regañina.

—¡¿Bryony, en dónde demonios estabas?!

—En clases mamá, solo me he retrasado un poco hablando con un... compañero de la escuela —respondo dándoles satisfacción a su curiosidad.

—¡¿Hablando con un maldito niño mientras nosotras nos morimos de la preocupación por ti?! —exclama mi hermana poniéndose de pie tan efusivamente que termina por tirar la costosa silla en la que estaba sentada.

—Tu hermana tiene razón... han cambiado los planes, mañana por la mañana saldrán a Londres, estarán bajo completa vigilancia y...

Me di cuenta de que mi madre estaba tratando de absorber toda la emoción, el miedo y las posibilidades de que algo en su plan fallara. Ancla su mirada en nosotras como si estuviera reflexionando sobre algo que no me quería decir, ya que estaba segura de que Celia si estaba enterada de todo. Pareciera como si ante sus ojos yo fuera una niña completamente encantada por tonterías fantasiosas manteniendo un comportamiento torpe.

—No entiendo nada —niego con la cabeza.

Mi madre sonrió tan ampliamente, que la piel alrededor de sus ojos color miel se arrugó.

—No hace falta que entiendas cariño, solo tienes que saber que haré todo lo que esté en mis manos para protegerlas, aún no estás preparada para enfrentar este clase de problemas, mejor ve y haz tus maletas, cenaremos juntas y en unos días nos reuniremos...

No espero a que mi madre diga algo más, odiaba cuando me trataba como una niña pequeña a la que quiere encerrar en una burbuja para que ni el delicado roce del aire me toque. Giro sobre mis talones y me apresuro a subir los peldaños de mármol blanco, quisiera creer que todo irá bien, por un momento se cruzó por mi mente la idea de contarle a Celia sobre la fiesta de Christopher pero ahora no. Nos iríamos por la mañana así que no veía por qué no ir a escondidas de mi madre. Nadie se daría cuenta, si algo tenía aparte de inteligente y buena alumna era que podía escurrirme con gran facilidad.

Entro a mi habitación y comienzo a quitarme toda la ropa para darme un buen baño de agua caliente, preparo el agua con esencia de vainilla y me concentro en pensar en esta noche. Aún tenía tiempo para cambiar de idea, dejo que el agua caliente cubra mi cuerpo desnudo provocándome una sensación de relajación y tranquilidad mientras cierro los ojos y me pongo encima de ellos una pequeña toalla remojada en agua fría. Una costumbre que hace años había adquirido. Cuando termino, salgo de la bañera pero no me tomo la molestia de envolver mi cuerpo con una toalla limpia, me gustaba de vez en cuando pasear por mi habitación desnuda, me siento en la cama mientras seco mi cabello y recuerdo lo que escuché ayer por los pasillos del gimnasio.

El grupo de porristas estaba hablando acerca de la masturbación femenina, las recuerdo muy animadas sobre el tema, y algo en mi interior se acrecentó con más intensidad a cada segundo, dando como resultado la cruel curiosidad a lo desconocido, explorar ese mundo al que le había cerrado la puerta después de todo lo que he vivido. Me muerdo el labio inferior sabiendo que una explosión de emociones estalla dentro de mi pecho, me acuesto sobre la cama e intento hacer eso que dijeron las descerebradas, tal vez si se tratara de otro tipo de cosas no las tomaría en cuenta pero toda la escuela sabe lo zorras que eran así que...

—No puedo creer que vas a hacer esto Bryony —me digo a mi misma con una sonrisa de oreja a oreja.

Abro mis piernas y con mi mano comienzo a tocar mi monte venus, cierro los ojos y por una extraña razón que desconozco comienzo a pensar en Christopher, en su perfecto pecho remojado cuando sale de la alberca en clases de natación, en sus manos varoniles y en esa sonrisa que en secreto me encantaba... Intento, intento y...

—¡Mierda, esto no funciona, no siento nada! —resoplo.

—Eso es porque no lo estás haciendo de la forma correcta.

Abro los ojos y enseguida veo como un cuerpo enorme, extraño y muy varonil se sube encima de mí y me tapa la boca, lo reconozco, esa voz... esa corbata... ¡¿qué mierdas hacía aquí?!

—Yo te enseñaré.

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