11

Al abrir los ojos con dificultad, Enza tuvo la horrible sensación de revivir la misma escena que dos días antes. Apretó sus manos en las mantas mientras hacía una mueca. Sus sienes le dolían horriblemente. Tenía la sensación de estar jadeante, agotada de todas sus fuerzas. Su memoria, en cambio, estaba intacta. Recordaba todo, hasta que le pinchó el brazo con la misma vivacidad que en aquel bosque frío y húmedo. La vergüenza la hizo cerrar los ojos porque ahora él sabía todo. Su plan había fallado lamentablemente. Se enderezó en la cama mientras se masajeaba la frente y acurrucaba sus rodillas.

Esa apariencia de libertad que había logrado obtener había desaparecido, reemplazada por una habitación oriental en la que probablemente pasaría el resto de sus días. Una mueca amarga se formó en sus labios, pero cuando bajó la mirada a la cama, la mueca desapareció. Su corazón dio un vuelco cuando tomó la carpeta dejada en la cama. Cuando la abrió, emociones contradictorias comenzaron a inunda
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