Capítulo 118
Tanto Melinda como Serena miraron a Amaloa, especialmente Melinda, cuyos ojos instantáneamente se llenaron de esperanza al escuchar las palabras de Amaloa.
Al ver que permanecían en silencio, Amaloa se levantó e hizo una llamada telefónica.
Los médicos en el consultorio presenciaron la escena, pero no salieron. Sus ojos estaban llenos de desdén hacia Amaloa.
Uno empezó a chismorrear: "¡Hoy en día, hay tantas personas que mienten en la cara y les gusta presumir!"
Mucha gente que habla mucho y no tiene miedo de que descubran que es una farsante.
"Bueno, simplemente huirán cuando la realidad los golpee. Ni siquiera los hospitales se atreven a asumir gastos tan altos. Siendo una mujer común y corriente, ¿cree que tener algo de dinero la convierte en una salvadora?" "¡A algunos les encanta presumir!", continuó el chisme.
Amaloa entrecerró los ojos peligrosamente, conteniendo su temperamento.
Melinda, que todavía estaba arrodillada en el suelo, se puso pálida y miró a Amaloa co