Amor sin fronteras (Libro 1)
Amor sin fronteras (Libro 1)
Por: AnaMartinez
LIBRO I: Capítulo 1 - Al frente

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El ruido incesante de las bombas se escuchaba en el cielo ese que no paraba desde hace meses pero que, para el General Ioan, ya le era conocido e incluso le arrullaba durante las noches porque en el pasado ya había estado presente en tantos enfrentamientos que decidió acostumbrarse o más bien tuvo que hacerlo porque la guerra era su trabajo. El olor a sangre y sudor invadía el lugar, éste que durante tanto tiempo había sido golpeado por las distintas batallas que se había ganado y perdido ahí. También estaba el olor a desolación, tristeza, añoranza y pesadumbre, uno que era aún más fétido, pesado y que no importaba cuantas veces se lavara no se podía quitar.

El General Ioan Edevane, alto, de cabello negro azabache, ojos azules y porte gallardo. Él que había sido, a tan corta edad, conmemorado con todas las insignias habidas y por haber, observaba atento detrás de los binoculares al otro lado del campo de batalla en busca de algún enemigo, alguna señal de ataque o algo que le dijera que esto estaba a punto de comenzar. Había estado tranquilo desde hace días y era hora que la desesperación empezaba a ganarle, al no saber qué pasaría.

―¿Alguna novedad general? ― Le preguntó uno de sus soldados mientras se arrastraba para quedar a su lado.

Ioan volteó a ver al joven de dieciocho años que seguro lo habían enlistado en esta guerra por alguna razón que tuviese que ver con sus estudios, tal vez era un futuro doctor que no tenía el dinero suficiente para pagar la carrera y le habían prometido que si ganaban y él sobrevivía el gobierno le pagaría todo, hasta un doctorado si así lo deseaba.

―Nada, absolutamente nada.― Respondió en voz baja.

―Llevamos semanas aquí y no hay movimiento, yo creo que es momento de avanzar.

―¡No!―Expresó con firmeza el General― ellos están allá, y en cualquier momento atacarán, debemos estar al pendiente, no pueden agarrarnos desprevenidos, ni podemos ser razón para atacar. El soldado se volvió a alejar dejando a Ioan completamente sólo.

Ioan, volvió a ver por lo binoculares buscando, tratando de captar cualquier señal o movimiento pero aún no había nada en absoluto. Se mantenía alerta, pero no por el hecho de que el enemigo atacara, si no porque quería alejar a ella de sus pensamientos por un momento, la mujer que le había robado el corazón y que hace meses de manera inesperada, se la había arrebatado sin que él pudiese hacer nada; tanto poder, los rangos que se había ganado y cuando se la llevaron no pudo ni siquiera salvarla.

―Sereno― murmuró. De pronto vio un movimiento a lo lejos que lo alertó.

―¡General!― exclamó el soldado en voz baja mientras volvía arrastrándose.

―¡Shhhh!, guarda silencio, harás que nos descubran ― volvió a regañarle.

―Lo siento― dijo el joven inexperto― es que vienen los desertores.

―¿Los Desertores?― se preguntó Ioan en voz alta.

―Los Desertores, ya sabe, los que tratan de huir de la guerra y los mandan al frente con los ojos vendados o, peor, sin ellos. Caminan por el campo minado hasta que activan una bomba y ¡boom!, explotan por los aires.

Ioan volteó a verlo de nuevo con unos ojos que mandaban a callarlo,―sé que son los desertores, sólo que se me hace muy pronto, además la noche está por caer, comúnmente vienen al amanecer,― le respondió firme el General, callando de nuevo al joven soldado que optó ya no decir más y mejor volvió su mirada hacia el campo de batalla. El General observaba atento, a cada uno de los desertores que caminaba con los ojos vendados por el campo, cuando se fijo en uno en especial y lo enfocó lo más que puedo.

―¡No!― Murmuró mientras no le quitaba la vista de encima.

―¿General? ― Preguntó el joven.

―¡No, no, no!― Murmuró mientras se levantaba un poco más sin quitar la vista de ese desertor que caminaban con cautela, con las manos estiradas hacia el frente para no chocar y evidentemente temblaba con una hoja con cada paso que daba sobre el campo.

―¿General?

―¡No puede ser ella!― Volvió a repetir Ioan, y sin importarle que algún francotirador lo viera se levantó para poderle ver mejor.

De inmediato los soldados del pelotón se alertaron y comenzaron a levantar sus armas y acomodar sus cascos listos para cualquier orden que él les pudiese dar. Sin embargo, a Ioan no le importaba eso sólo trataba de evitar que ella siguiera caminando entre las minas.

―¡Detente! ― Gritó a todo pulmón, pero ella no lo escuchaba.

Caminó un poco hacia la pequeña colina que los cubría y empezó a agitar las manos desesperado―¡No!,¡detente!, ¡ya no camines más! ― Volvió a gritar―¡Te lo pido!,¡no camines!― Pero la distancia que había entre los dos eran tan grande y el ruido de las bombas, que empezaban a explotar, cimbrando el cielo hacía la comunicación imposible.

¿Cómo era eso posible?, que ella no lo pudiese escuchar, después de haber estado tan cerca uno del otro que un murmullo era suficiente para que los dos se comunicaran, cuando ella todas las noches había dormido entre sus brazos y había sentido la respiración sobre su cuello; ahora caminaba a ciegas sobre un campo que seguramente le traería la muerte pero, él, no la dejaría morir.

―¡Patria! ― Gritó con todas sus fuerzas.

―¡Patria!― Respondieron los solados al unísono, haciendo que ella se parara de inmediato en el pequeño lugar en el que estaba.

―¡No te muevas!, ¡no te muevas!― Gritó Ioan aprovechando el momento mientras veía cómo agitaba las manos tratando de tocar algo, pero sólo rozaba el aire con ellas.

De pronto, una explosión movió toda la tierra. Uno de los desertores había pisado una mina y había hecho explotar otras más que estaba cerca. Los soldados miraban atentos como la tierra explotaba y los miembros salían volando por los aires, pero Ioan no quitaba los ojos de Patria quien trataba de levantarse ya que la onda expansiva de la mina había hecho que se cayera sobre la tierra.

―¡Patria!― Gritó Ioan aún recuperando el oído después de la explosión.

―¡Patria!― Repitieron sus soldados de nuevo pensando que se refería al hecho de que estaban todos ahí por Mur.

De nuevo, otra bomba explotó, otro desertor cayó. Desesperado por completo. Ioan volteó, tomó su arma y sin pensarlo dos veces subió al montón de tierra. Con el corazón latiendo rápidamente y su mente formulando mil y un formas de salvarla, con lágrimas en los ojos gritó―¡Patria!―con el sonido de las bombas hacia eco en el lugar, salió corriendo por el campo minado con los ojos sobre ella.

―¡Patria! ― Gritaron sus soldados mientras lo seguían detrás valientemente. Ellos estaban ahí por su país, pero Ioan estaba justamente por ella, por la mujer que le había robado el corazón y la que debía salvar.

―¡No te muevas mi amor! ¡No te muevas! ― Gritaba mientras las balas comenzaban a dispararse de ambas partes del campo.

Patria lloraba volteaba desesperada de lado a lado mientras trataba de moverse pero le era imposible, no sabía a dónde ir entre el polvo y el ruido estaba confundida.

―¡Patria!― Gritó de nuevo Ioan mientras las lágrimas corría por sus mejillas―te lo pido no te muevas, no te… ―y de pronto una explosión calló su grito.

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