Capítulo 50 Pertenecer.
Amir corrió hasta una de las camionetas y ordenó no detenerse por nada del mundo hasta llegar al hospital más cercano, Felipe solo lo veía directo a los ojos, una delgada línea de sangre salía de sus labios y el empresario sentía que las puertas del infierno se abrían una vez más para él, con burla, mostrándole que no importaba el poder, el dinero, no podía cuidar y proteger lo que más amaba, su familia.
— Todo estará bien hijo, ¿comprendes? Todo estará bien.
Felipe le sonrió, como cada vez que le hacía una broma a su padre, esa sonrisa pícara con la que se salvaba de un castigo cuando era un niño, y los ojos de Amir se empañaron, tenía miedo y ya se estaba convirtiendo en una costumbre, tenía pánico de perder a alguno de sus niños, sus joyas, sus tesoros más grandes que la vida le pudo dar.
— ¡Medico! — grito con desespero al ingresar al hospital y ver como su niño dorado cerraba sus ojos.
Amir se llevó las manos a su cabello y lo jalo con desespero, aun con el miedo corriendo por to