CAPITULO 37

Todo extraña mi piel,

en las noches de agonía

clamando placer.

SAMANTA

Cuando la cordura regresó a mí y comprendí lo que buscaba, que reaccionara a su beso para comprobar sus propios dichos, aflojé mi cuerpo y abrí los ojos sin mover la boca u otro músculo que pudiera delatarme. Lo dejé hacer, tal y como John me aconsejó, sin ponerle trabas pero también, sin reaccionar como él quería.

Momentos después, pareció rendirse al fin y fue bajando la intensidad de su beso y aflojando su agarre. Se separó despacio y me miró a los ojos con una expresión de decepción. Yo sin embargo, lo vi con frialdad para que se convenciera de una vez que ya no sentía absolutamente nada por él, aunque por dentro me estaba quemando, muriendo literalmente porque siguiera y jamás se

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