Amor entre Sábanas de Seda — TENTACIONES II
Amor entre Sábanas de Seda — TENTACIONES II
Por: Isabella Rossi
CAPITULO 1

Cuando te miro a los ojos,

puedo ver un amor contenido,

pero cariño, cuando te tengo:

¿no sabes que siento lo mismo?

RICK

Luego de que Samanta se marchara de casa, me di una larga ducha y en la noche, delante de la chimenea y hundido en el mullido sillón de cuero con un escocés quemando mi garganta, comencé a pensar en las palabras justas que le diría a John mañana.

Estaba seguro que al principio tiraría todo a su paso y lanzaría fuego por la boca. Que trataría por todos los medios separarme de su pequeña, como la llamaba, porque siempre ha mencionado que con alguien como yo, Samanta solo sufriría. Y tal vez, tenía razón en que el frágil corazón de esa mujer, podría romperse estando conmigo.

Sin embargo, no podía dejarla y tampoco estaba en mis planes alejarla para que estuviera con otro.

Los instintos más bajos de todo mi ser la llamaban constantemente, la clamaban en pensamientos, sueños, la perseguían a diario delirante, lleno de fuego y ternura al mismo tiempo. Se había vuelto indispensable para mí que deseaba nunca la vida o las circunstancias me apartaran de ella ni por un solo segundo. Sin Samanta en mi vida, todo se derrumbaría a mi alrededor porque me volvería una llama que lentamente se apagaría en un silencio que me mataría despacio y para siempre.

Tenía mucho por hacer para que no sufriera por todo mi pasado. Emily, Erín… no me había puesto a pensar demasiado en todo lo que la mujer que amaba debería enfrentar si aceptaba vivir conmigo una aventura eterna. Si le había propuesto marcharnos a Barcelona, había sido precisamente para alejarla de todas las personas que fácilmente quebrarían su seguridad, porque si algo sabía por propia experiencia, era que Samanta fácilmente se podía dejar influenciar por palabras y cosas que solo la harían dudar.

Bebí todo el contenido de mi vaso, removiendo el líquido amargo en mi boca mientras ideaba mentalmente algunas estrategias que me ayudaran a encontrar la solución perfecta para mantener siempre en mi vida a las dos personas que más amaba.

***

El sonido incesante de mi móvil, hizo que bufara a desgana y lo tomara de la mesita de noche. Apenas había cerrado los párpados y la cabeza me pedía a gritos que la mantuviera sobre la almohada e hiciera caso omiso al aparato. Miré la pantalla y el número era desconocido. El reloj marcaba las 3 a.m., por lo que desconcertado, respondí.

—Diga.

—¡Richard, debes regresar a Londres ahora mismo! —salté de la cama completamente consternado al oír aquellas palabras que Emily emitió entre sollozos, temiendo lo peor—. Erín… Erín tuvo un accidente.

El labio comenzó a temblarme y de mi mano cayó el móvil. Sentí un frío recorrer mi espina dorsal y la incertidumbre fue abriéndose paso en todo mi ser.

Cuando pude reaccionar, tomé rápidamente el teléfono del piso y me lo llevé al oído.

—¡¿Qué has dicho?! —prácticamente grité, para corroborar que no había oído mal.

Erín tuvo un accidente y estamos en la clínica de Scott. ¡Debes venir de inmediato, Richard!

—¡Pero cómo! ¡Dónde! ¿Qué carajos hacías cuando sucedió? ¿Cómo se encuentra? —bramé con furia temiendo que ocurriera lo peor.

—¡No me grites! —lanzó del otro lado Emily—. Es mejor que vengas por todas las respuestas que necesitas y veas a tu hija, antes de que sea demasiado tarde.

Dijo por último, colgándome el teléfono.

Desesperado, tomé un bolso de mano y empaqué mis cosas personales, me vestí con lo primero que encontré en el armario, tomé mi móvil y salí con prisa de mi piso. Al llegar a recepción, solicité al conserje que le pidiera a mi chofer viniera de inmediato, ya que el edifico contaba con un área especial de vivienda para los empleados de quienes vivíamos allí.

—Al aeropuerto, Chris —demandé sin siquiera saludarlo cuando apareció en ropa informal.

Caminó con prisa, intentando ganarme pasos hacia el parking para subir al coche. Cinco minutos después ya íbamos de camino al aeropuerto.

Mi interior se encontraba inquieto, congelado y al mismo tiempo ardiendo por la impotencia de no haber estado con Erín, de no poder estar ahora mismo sosteniendo su mano, susurrándole que todo pasaría, que todo estaría bien.

En ese momento, había dejado de lado todo lo demás para recriminarme internamente no haber sido un mejor padre, no haberla llamado más veces o pasado más días juntos la última vez. Sin embargo, me era imposible sacar de mi mente a Samanta, pero no podía llamarla a esas horas sobresaltándola y sin explicar con certeza las cosas.

Al llegar al aeropuerto, conseguí un vuelo que saldría una hora más tarde, por lo que más calmado y repitiéndome que volviéndome loco internamente y culpándome de cosas que no estaban en mis manos no resolvería nada, decidí que la llamaría para decirle que no podría cumplir con nuestra cita en la noche. Estaba seguro que comprendería.

Sin embargo, cuando extraje el móvil del bolsillo de mi pantalón, el aparato estaba apagado y me fue imposible de encenderlo de nuevo.

Completamente cabreado y maldiciendo a los miles de demonios por mi mala suerte, volví a repetirme que cuando llegara a Londres le cargaría la pila y llamaría a Samanta para disculparme con ella.

El llamado para abordar el vuelo con mi destino, me hizo suspirar con frustración y fui de prisa, sin imaginar siquiera que en un pestañeo, todo lo que tenía con ella, se iría a la mismísima m****a.

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