El automóvil se detuvo frente a un pequeño hotel en las afueras de la ciudad de Novorossiysk en un barrio que parecía no ser nada seguro, pocos edificios de tonalidades frías, árboles en los alrededores y calles poco tránsitas.
Vladimir bajó del vehículo, inclinándose hacia la ventanilla clavando sus ojos celestes fríamente en su esposa por contrato.
—Quédate aquí por cualquier cosa.
—¿Pero y si nos multan?
—Da igual. No te muevas de aquí, ¿entendido?
Tatianna sabía leer las expresiones de su marido, eran pocas veces cuando actuaba expresivo pero ella que había vívido muchos años de su vida trabajando con él…
Lo entendía.
La mujer de cabello castaño avellana veía como su esposo ingresaba a ese edificio y seguidamente vió cómo llegó del otro extremo de la carretera el automóvil donde habían subido los otros dos misteriosos hombres.
Ellos bajaron e ingresaron también al edificio con un tiempo distinto al de Vladimir.
Tatianna vió su reloj de muñeca…
Los minutos comenzaron a pasar