Las dos disfrutaron de su tiempo juntas como antes, bebiendo leche, paseando, viendo películas y valorando cada momento de su encuentro.
Hasta que terminó la película y la pequeña Lunia comenzó a bostezar.
Dylan llegó en su Audi A8 y preguntó: —Señorita, ¿vamos de vuelta ahora?
Clara miró con sospecha y preguntó: —¿De dónde sacaste el coche?
—Lo alquilé. Es un buen coche y el alquiler es barato. La señorita Lunia ya se está quedando dormida. Me preocupaba que no fuera conveniente para ustedes en taxi. Suban rápido, afuera hace mucho viento y nieve.
Clara hizo señas a Paloma para que subiera al coche, mientras Lunia ya se había recostado en su regazo y se había quedado dormida.
Dylan cargó todas las bolsas en el maletero y preguntó con entusiasmo: —¿A dónde desea ir, esta señorita?
—Yo... —Paloma vaciló.
Clara preguntó: —¿Todavía vives en el mismo vecindario de antes?
—Sí. —Paloma asintió—. El mismo lugar de siempre.
—De acuerdo, abróchense los cinturones.
El viento y la nieve afuera se