El conductor miró la grieta en la parte trasera del parabrisas y dijo: —Señor Guzmán, el coche...
—No importa, ¿le salpicó agua?
—Sí, salpicó.
—Está bien entonces.
El conductor se quedó sin palabras.
Joaquín, después de años de contención, no explotaba en silencio, sino que se volvía cada vez más infantil.
Desde que Joaquín se liberó de sus ataduras, su comportamiento se volvía cada vez más incomprensible.
Clara observaba los edificios del pueblo y preguntó: —Diego, ¿este lugar ha sido afectado por desastres naturales?
—Sí, jovencita, hace más de veinte años hubo una gran inundación en nuestro pueblo. Aquel año el agua fue terrible. Somos un pueblo pobre y no pudimos reparar los daños, así que seguimos igual que hace veinte años.
Un anciano se acercó y dijo: —¿Ustedes vienen a invertir en el pueblo, verdad?
Clara y Diego se vestían lujos y muy diferentes a la gente del pueblo. Era evidente que tenían dinero. Muchos pueblos ahora ya estaban saliendo de la pobreza por inversión. Ellos es