En el coche, Clara bostezaba repetidamente.
Eduardo levantó la mano y acarició su cabeza. —¿Estás cansada?
—Un poco. Todavía me estoy acostumbrando al horario de Cordovia, pero dentro de un par de días estaré bien. —respondió Clara, cerrando los ojos para descansar un rato.
De repente, Eduardo habló: —Tu compañero no ha muerto.
Clara estaba tan ocupada hoy que casi olvidó a esa persona, Memoria. —¿De verdad?
—Ezequiel no lo atrapó. En el aeropuerto, solo fingió quedarse para engañarte. Aunque te saqué de allí, también revelé tu identidad. Ezequiel ha estado peleando contra Diego durante muchos años, es un oponente difícil de tratar. Una vez que se fija en un objetivo, no se detiene ante nada.
—Tío, lo entiendo. Ahora estoy en la familia Enríquez, así que supongo que no puede hacerme daño, ¿verdad?
Eduardo suspiró. —Subestimas a los hombres, especialmente a las bestias en celo.
El rostro de Clara se sonrojó. En realidad, esa descripción se ajustaba bastante a Ezequiel.
—Clari, tú fuiste