Cristian quería que estuviera durante su reunión con su madre y Anabel, pero yo me negué, no quería que Anabel me restregara en la cara que iba a tener un bebé con Cristián, cosa que ya sabía, pero en su mente infantil haría lo posible por hacerme sentir mal, como cuando un niño tiene un juguete nuevo y lo presume a otro niño que no lo tiene.
Los días en aquella casa se me hacían largos cuando Cristián tenía que salir a trabajar, ya deseaba que empezaran las clases y poderme integrar de nuevo, así no me quedaría todo el día aburrida, ya ni mis amigas me escribían, no sabía que era de la vida de ellas, mi madre a veces me llamaba y esas veces era que podía despejar la mente de toda la locura que estaba viviendo, le dije que después de mi cita con el doctor iría a casa, pues ya ella me hacía falta.
— ¡¿Donde está Cristián?! —escucho que grita Anabel desde la sala.
—Cristian debe estar en la empresa cariño —le responde la señora Rosa— no te alteres que le puedes hacer