Llevo algunas cuantas horas a su lado en es esta habitación, y aun no despierta. Solo puedo sostener su mano, mirar cada una de sus heridas, y sentir esta gran necesidad de besarlas una a una para intentar curárselas. Verlo así me duele, me angustia; quiero a mi Bautista de regreso, quiero que abra sus ojos azules y me mire como lo hace siempre. La familia de Bautista y mi padre se han cansado de insistir que vaya a la casa y descanse, pero no conseguirán que me aleje de él sin importar lo que me digan. Él me necesita y estaré a su lado siempre. La puerta de la habitación se abre y es mi padre quien entra. —Hija, ha llegado la policía para tomar tu declaración.— Me explica.
—Diles que entren.— Le pido y vuelvo a mirar al hombre que amo.—Vale...—Unos minutos después los oficiales entran a la habitación y me piden que relate c