Las chicas llegaron a la entrada de la sala de reuniones y vieron que los empleados ya estaban entrando y algunos hablando entre ellos.
Vieron que un grupo de hombres comenzaron a acercarse desde el pasillo que conducía a los ascensores. El administrador los acompañaba y hablaba con uno de ellos.
Emely los observó con detenimiento e impresión. Luciano era el hombre con el que el administrador hablaba.
Y entonces, Luciano logró verla y desplegó una gran sonrisa entusiasmada, botando aquella seriedad que estaba cargando segundos atrás.
—¡Emy! —soltó.
El grupo de ejecutivos con los que venía Luciano buscaron con la mirada a la chica. Los compañeros de trabajo de Emely voltearon a verla. Y ella, bueno, ella… sintió que su corazón palpitó con tanta emoción y alegría como por años no lo hacía.
—Luciano —saludó y mostró una sonrisa temblorosa en el rostro.
El hombre caminó a pasos apresurados hasta ella y la rodeó con un gran abrazo.
—¡Cómo estás de grande, Emy! —dijo entre una risa de emoci