— ¡Muy bien! Entonces lo escucho — Demando altiva.
Sus ojos están abiertos como platos, su respiración es agitada, mira a su alrededor incomodo, sin embargo, podría decirse que estamos solos, ya que no hay nadie a nuestro alrededor en apariencia. De mi parte, empiezo a impacientarme, sigo esperando ansiosa la dichosa explicación de la que tanto habla, aunque en el fondo sé que será otra de sus manipulaciones.
— ¿Y entonces? ¿No vas a decir nada? — Inquiero altiva.
Tal como pensé, se queda cayado y me frustra con su actitud, no entiendo que tan complicado puede ser decirme la verdad, pero, finalmente entiendo que no es su naturaleza hablar con franqueza.
— ¿Sabes que Leonel? ¡Olvídalo! No digas nada — Lo empujo y continuo con mi camino. El vuelve a correr colocándose frente a mí para detenerme.
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