Capítulo 30

A duras penas escucho lo que dice la otra persona al otro lado del teléfono, pero viendo la cara del lobo, se nota que no es nada agradable y que detesta. De forma instintiva restriego suavemente mi rostro contra su mejilla y algunos pequeños ronroneos se me escapan. Reese por su parte, cierra los ojos y se deja llevar.

—¿¡Me estas escuchando?! ¿Quién está ronroneando? No me digas que te has juntado con una mujer gato.

—No... ¿Ya terminaste? Iré a dormir, tengo cosas que hacer mañana y ni te molestes en llamar a mitad de la noche, que tendré apagado el celular, quiero dormir sin interrupciones.

—¡Reese, te estoy preguntando algo!

Sin contestarle, cuelga la llamada y guarda su teléfono en uno de sus bolsillos. Pasa una de sus manos sobre mi cabello y desliza con suavidad sus dedos sobre mis risos. Un extraño sentimiento de calidez desborda por cada poro de mi piel al tiempo que se eriza junto con los vellos de mi nuca, abro un poco los ojos y me encuentro con los ojos dorados de Reese.
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