Agente Spectrum y los Centinelas del Infierno
Agente Spectrum y los Centinelas del Infierno
Por: Mr. Andy Flick
1. EL SEÑUELO DEL CAPRINO

Con una deslumbrante destreza, el camarero encargado del bar, cautiva a los invitados de la fiesta, mientras hace malabares para servir sus tragos. 

Es la primera vez desde la pandemia que brinda sus servicios para una actividad, en un castillo de Transilvania, muy alejado de las habituales discotecas de su ciudad. Desde la cerveza más común, hasta el vodka más extravagante, los servía con una espectacularidad y un placer que ponía una sonrisa en todo aquel que se acercase.

            Entre las luces multicolores parpadeantes y el humo que salía de la máquina del DJ, el camarero se fija en la silueta de otro cliente que se acerca. Un joven caballero erguido que porta un traje azul marino de tres piezas, estilo europeo, acompañado de una camisa blanca, corbata plateada, zapatos marrones, lentes oscuros y un reloj de bolsillo que cuelga de su chaleco. Un hombre de rostro fino, piel oscura y bien rasurada, con una mezcla de facciones latinas y anglosajonas. Cuenta con una corta cabellera negra, con un clásico peinado de lado y unas peculiares pero sutiles rayas plateadas a los laterales, que fácilmente pudieran confundirse con canas. Quien lo viera, pensaría que es un caballero sacado de la década del cincuenta. A juzgar por su presentación, el camarero pudo intuir que se trataba de un hombre al que le gustaría una bebida clásica. 

Con calma, el cliente toma asiento en medio de la barra. El camarero se le acerca y le pregunta:

— ¿Qué le sirvo, buen hombre? — pregunta el camarero. — ¿Un Martini, un Long Island?

El caballero se toma su tiempo para responder. Su rostro sereno cambia en el momento en que se le dibuja media sonrisa.

— Antes que nada, deseo felicitarlo por su destreza, me considero un admirador del talento. ¿Dónde se educó para ser camarero? — le pregunta el hombre de lentes oscuros.

— Muchas gracias, señor. Estudié en la Escuela de Hotelería de Punta Cana — responde el camarero.

— ¡Vaya sorpresa! Tenemos a un dominicano en Transilvania — dice el caballero.

— Así es, estamos en todas partes. ¿Tiene usted alguna relación con los dominicanos? — pregunta el camarero.

— Más o menos, mi madre lo era, pero tristemente no heredé todos sus encantos — dice el caballero.

— Venga, hombre. Un señor elegante como usted algo debió heredar. Ahora dígame, ¿qué trago puedo servirle para honrar su presencia aquí? — pregunta el camarero.

— Leche chocolatada estaría bien para mí — responde el caballero.

El camarero estalla en carcajadas por la elocuencia de su cliente, sin embargo, su risa frena de golpe al ver que el caballero conserva toda su serenidad. Ni siquiera sus mejillas se mueven para disimular alguna sonrisa.

— Espere, ¿es en serio? — pregunta el camarero.

— Esas palabras que escuchó salieron de mis labios y no me estoy riendo. Quiero leche chocolatada — repite el caballero.

— Bueno, al menos pídame una piña colada sin alcohol. ¿Es usted abstemio o qué? — dice el camarero.

— Ciertamente, se están perdiendo las buenas costumbres. Si vas a asumir un personaje, al menos trata al cliente con un poco de respeto — dice el caballero.

— ¿A qué se refiere con “personaje”? — pregunta el camarero.

— Hablo de la ridícula coartada que ustedes los novatos de la C.I.A. se inventan para guardar las apariencias. Todo lo que haces te delata: me miras, pero no me prestas atención. No disimulas tu vista periférica para fijarte en lo que hay detrás de mí, por lo que estás vigilando a alguien. Tu corbatín está hecho un desastre y la camisa te queda muy apretada, por lo que te pusiste esa ropa con prisa y ni siquiera es tuya. Mueves tus manos rápidamente para que nadie note que estás temblando. Y como si eso fuera poco, ni siquiera eres dominicano.

            El camarero se siente incómodo, por lo que deja de guardar las apariencias y comienza a prestarle más atención a su invitado.

— ¿Y usted quién diablos es para hablarme así? — pregunta de forma inquisitiva el agente encubierto.

— Mi nombre no es importante, por ahora. Puedes referirte a mi persona como el Agente V, vengo de parte de la I.P.I.A.

— ¿Se supone que debo saber qué rayos es eso? — pregunta el agente de la C.I.A. — ¿Cómo espera que confíe en usted?

— Si eres inteligente, no lo harás — responde el Agente V. — Confía en que tu objetivo está a punto de bajar al sótano de este castillo en dos minutos. Así que dile al DJ que busque  un relevo para su música, tenemos que bajar.

— ¿Cómo rayos supiste que el DJ está conmigo? — pregunta el agente encubierto.

— Porque me lo acabas de confirmar ahora, estimado camarero — responde el Agente V.

            El agente de la C.I.A. se siente sumiso. El Agente V puede percibir el cambio de actitud en este joven, por lo que suaviza un poco su tono.

— Tranquilo, muchacho. ¿Cuál es tu nombre? — pregunta el Agente V.

— Noel… Noel Lockward — le responde.

— Escúchame, Noel, la misión de esta noche puede estar fuera de tu alcance, de lo contrario, no me hubiesen enviado. Así que necesitaré lo mejor de ti — dice el Agente V.

— De acuerdo, pero fuera de eso, no dejaremos que interfieras en el resto de la operación — dice Noel.

— Hecho — asiente el Agente V.

            El Agente V y Noel se reúnen con el tercer agente que actuaba como DJ, Peter Barton. Los tres atraviesan la multitud que disfruta de la fiesta. Mientras tanto, ven que su objetivo está en movimiento. Un hombre delgado y barbudo, vestido con una chaqueta de cuero roja y pantalones oscuros. Atraviesa un portón custodiado por dos guardias de gran corpulencia.

            Noel y Peter asumen que estos guardias pueden ser un problema, pero el Agente V sigue caminando directo hacia ellos, decidido a cruzar con la voluntad de un tren con frenos averiados. Uno de los guardias levanta su mano para tratar de detenerlo. Con su mano derecha, V toma el brazo del guardia y lo gira violentamente, haciendo que el mismo se arrodille con un grito de agonía. Con el codo de su brazo izquierdo, golpea el brazo del otro guardia, quien trató de sacar su arma. V saca su pistola P99 y usa la empuñadura para martillar sus cabezas, dejándolos en el suelo.

            Los dos jóvenes agentes que le acompañan se ven intimidados por la brutalidad de un caballero que parecía tan apacible y educado. Aunque esto llame la atención, la mayoría de los invitados están bastante entretenidos como para que todo el ambiente se deshaga por este pequeño desorden. Los tres atraviesan el portón y comienzan su descenso por unas largas y oscuras escaleras, con muros hechos de piedra y pequeñas lámparas de luz tenue cada seis metros.

            A medida que bajan las escaleras con cautela, V le coloca un silenciador a su arma. Por su parte, Noel y Peter también se preparan. Los escalones que parecían interminables, finalmente los conducen a un amplio salón oscuro de dos niveles. El mismo conduce a un largo túnel con salida al jardín trasero del castillo. Con rapidez, V, Noel y Peter, se ocultan detrás de las anchas columnas que rodean el salón. Al centro, pueden visualizar una mesa rectangular, rodeada de hombres con capuchas negras. Sobre la mesa, yace recostada una mujer de vestido rojo, piel clara y cabello negro. Sus manos están cruzadas sobre su pecho y sus ojos cerrados. Se trata de la hija del senador Sadler que han estado buscando.

            El Agente V aprovecha esta oportunidad para asomarse a la esquina de la columna y echar un vistazo. Por un instante, se quita sus lentes oscuros y observa detenidamente todo el salón y a cada uno de los individuos del centro. Noel no alcanza a ver los ojos del Agente V, pues el mismo le está dando la espalda, sin embargo, percibe que V está contemplando algo que va mucho más allá de lo que él o su compañero Peter pudieran detectar con sus sentidos. V se pone sus lentes oscuros nuevamente y vuelve a cubrirse.

— Bien, al parecer mi presencia aquí está justificada después de todo — dice el Agente V.

            Noel y Peter no entienden exactamente qué quiso decir este caballero con esas palabras.

— Escuchen, oficialmente esto está fuera de su competencia — les dice el Agente V. — Repórtense a sus superiores y notifíquenles que esto es un asunto de la I.P.I.A.

— Inaceptable, tenemos al objetivo a nuestro alcance y procederemos con nuestras órdenes — le discute Noel — Dime, Peter, ¿estás listo?

— Listo — responde su compañero.

— De acuerdo, usa las columnas para cubrirte. Cuando estés al otro lado del salón, te daré la señal y los acorralamos — le indica Noel.

            Peter sale y se mueve de una columna a otra, con cautela. Una vez posicionado, estos proceden. Noel y Peter se precipitan saliendo de las columnas y apuntándole a los secuestradores. El Agente V no los sigue, decide permanecer oculto. Mientras tanto, los hombres con capuchas levantan sus manos y permanecen inmóviles.

            A Noel le sudan las manos y trata de enfocarse en los secuestradores. Por su parte, estos no parecen estar impresionados. En ese momento, varios hombres de traje negro y armados salieron de las sombras de las columnas. Noel y Peter no entienden de dónde salieron, pues Peter había registrado el perímetro y se supone que no había más nadie.

            Al verse acorralados y entendiendo que metieron la pata, ambos tiran sus armas y levantan sus manos. Antes de que los hombres de traje negro pudieran acercarse más, todos ven que alguien arrojó una esfera plateada, la cual va rodando por el salón hasta llegar al centro. Es un artefacto que los agentes de la C.I.A. nunca habían visto, pero los demás lo reconocieron. La esfera estalla y una luz cegadora neutraliza a los secuestradores encapotados y a los hombres de traje negro. Sin embargo, por alguna razón, Noel y Peter no se ven afectados por esta luz. Para ellos, es como si se encendiera una bombilla cualquiera.

            El resto se vio afectado por el resplandor, con la excepción del sujeto a quien los agentes perseguían, el principal responsable de la desaparición de la hija del senador. Se había puesto una máscara para que la luz no le afectara. El mismo levanta a la chica de la mesa del centro y se la lleva a las afueras del sótano por el túnel.

            En ese momento, desde el patio del castillo, entra un vehículo. Un Lotus Esprit negro, a toda velocidad y frenando justo a sus pies. Noel nota que en el interior del auto no hay ningún conductor, no entiende qué demonios está ocurriendo.

            Los agentes de la C.I.A. intuyen que el auto le pertenece al Agente V, al ver cómo este corre hacia él y abre la puerta para montarse.

— Espere — dice Noel — ¿Usted fue quien tiró esa esfera?

— No hay tiempo de explicar, súbanse al auto o no estorben — les responde.

            Noel y Peter suben abordo. V inmediatamente arranca y sale por el túnel, hacia el patio del castillo. Alcanzan a ver un vehículo alejándose, donde presumen que el objetivo lleva a la chica. V acelera y los persigue.

            El auto del fugitivo se ve acompañado por dos vehículos más. Estos bajan sus cristales y salen varias manos con ametralladoras para deshacerse de los agentes. Los fugitivos abren fuego, pero por fortuna, ninguno de los disparos daña el auto de V, pues cuenta con excelente blindaje. La persecución los lleva a las profundidades de un bosque, rodeado de árboles de hojas gruesas que cubrían la luz de la luna. Los agentes Noel y Peter temen que la brutalidad de la persecución los haga chocar con algún tronco de árbol, pero las habilidades de conducción de V son excepcionales. Con la destreza de un piloto profesional, se desplaza entre los árboles como un proyectil programado.

            Una vez que el enemigo cesa el fuego para recargar, V presiona uno de los botones del guía de su vehículo. “Mi turno”, susurra el agente. De repente, de la parte frontal de su auto salen dos pequeñas torretas, las cuales retornan el fuego en contra de los fugitivos. Una vez más, Noel y Peter se sienten intimidados, pues la única vez que vieron semejante artillería, fue en las películas que vieron cuando niños. Les cuesta creer que lo que atestiguan es real. “No se asusten, ustedes cumplirán con su misión pronto”, les dice V.

            El agente continúa atacando con el armamento de su auto, hasta que neutraliza dos de los vehículos que perseguían. Uno se sale del camino y otro se estrella contra un árbol. El tercero, en el que van el objetivo y la chica, se descuida y choca contra otro de los árboles. A medida que los agentes avanzan, el bosque se hace cada vez más estrecho, por lo que V decide detenerse para continuar a pie.

— Prepárense — les advierte el Agente V.

— ¿Para qué? Después de ese choque, ya son nuestros — dice Peter.

            El Agente V no le hace caso a Peter y saca su arma. Con cautela, se acerca al lugar del choque. Se fija que la única persona dentro es el chofer, quien ya está muerto. Mira a su alrededor y nota unas huellas en la nieve. Siguiendo este rastro, el camino los lleva a una zona más despejada del bosque, donde los árboles están más dispersos y la luz de la luna entra de lleno. Mientras los agentes caminan, la noche se vuelve más fría y silenciosa para ellos, una quietud inquietante los arropa. Llegado a un punto, alcanzan a ver a su objetivo, cargando a la chica y tratando de escapar. V apunta con su arma y de un solo disparo, logra darle en una pierna, sin dañar a la dama. El hombre cae como árbol talado.

— A partir de aquí, me encargo yo, quédense atrás — les dice V.

            La situación parece estar bajo control, hasta que, en ese instante, en la medida que V se acerca, el hombre caído se levanta con rapidez, dejando caer su máscara, casi como si alguien lo estuviera halando con cuerdas de títere. Alza sus brazos y con una explosión, se esparce un resplandor rojo que arropa todo el bosque. Noel y Peter se cubren con sus brazos y cierran sus ojos. Al abrirlos nuevamente, notan que su objetivo desapareció.

— ¿A dónde fue? — pregunta Peter con voz quebrada y la frente sudada.

            Noel se da vuelta y antes de que pudiera reaccionar, ve una figura espeluznante detrás de su compañero. Era el hombre que perseguían, pero su cabello parecía estar prendido en llamas, sus ojos se tornaron oscuros como la noche y su rostro era rojo como la punta de un cigarrillo encendido. A una velocidad terrorífica, esta entidad levanta su brazo y atraviesa el pecho de Peter con furia. Antes de que pudiera darse cuenta de lo ocurrido, Peter ya estaba muerto.

— ¡Al suelo! — grita el Agente V.

            Noel siente que su espina dorsal se había petrificado hasta la profundidad de su alma. Si se dejó caer al suelo, fue más por la misma gravedad que por voluntad propia. La criatura recibe tres disparos a la cabeza de parte del Agente V y cae en la nieve nuevamente. V se le acerca, sin quitarle los ojos de encima, hasta colocársele al frente.

— Azazel, no me sorprende — dice el Agente V — Asumí que le concederían esta tarea a un gusano como tú.

— Spectrum, que el Señor Oscuro maldiga la hora en que te trajeron a este mundo — le responde la criatura, con una voz aterradora, como si estuviesen hablando tres personas a la vez.

— Lamentablemente, estas balas no pueden matarte, pero esta vez vendrás conmigo — dice V.

— Entonces, te deseo mejor suerte para la próxima.

            En ese momento, un círculo de fuego emerge del suelo y rodea a Azazel, hasta cubrir su cuerpo por completo. Su silueta se adhiere a la nieve y en cuestión de segundos, desaparece. El Agente V guarda su arma y se acerca a Noel para levantarlo.

— ¿Estás bien? — pregunta V.

— ¡No, no estoy bien! — se altera Noel — ¡Mi compañero ha muerto y no sé qué rayos fue eso!

— Ese era Azazel, un demonio de categoría alta. Lamento lo de tu compañero, pero todavía tienes una misión que cumplir. Veamos si la chica está bien.

V se recompone y avanza como si fuera un día cualquiera de oficina. Noel, en cambio, apenas puede mantenerse de pie. No sabe qué le impacta más, si el horror que acaba de presenciar o la naturalidad con la que el Agente V maneja la situación. Ambos agentes llegan hasta donde la mujer y verifican que está bien, aunque permanece inconsciente.

— Escucha, no sabemos qué querían con ella, así que te acompañaré en la extracción, ¿de acuerdo? — le dice V.

— Sí… — responde Noel tras pensarlo mucho, dudando si lo que está viviendo es real. — Está bien.

— ¿Tienes alguna pregunta antes de que procedamos?

— Sí, ¿quién diablos eres y para quién trabajas realmente? — pregunta Noel.

— Mi nombre es Dany Spectrum, y como ya te dije, trabajo para la I.P.I.A.

— ¿Y eso qué rayos significa?

— Agencia Internacional de Inteligencia Paranormal.

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