Carmina se fue pisando fuerte con esa arrogancia que la caracterizaba y un aire triunfador rodeándola por completo. Miró de arriba abajo a la insignificante secretaria de quinta que la observaba con desprecio desde su lugar de trabajo y se dirigió directo a los elevadores.
“¡Ya está hecho!” — Tecleó y presionó enviar.
De inmediato su móvil sonó y la voz de la otra mujer se escuchó con claridad:
— Sí, acabo de ver la foto, muy declarativa, si me permites decir…
— Bueno querida mía, ¿Eso era lo que querías no? Que lo conquistara e hiciera público lo nuestro.
—Exactamente, ¡Necesito que la mosquita muerta esa de Allegra vea en lo que he convertido su mugre vida!
— Creo que eso lo ha visto todo el país querida… — Contestó Carmina con complacencia mientras se retocaba el lápiz labial en el espejo del elevador.
— Ahora es que comenzará la guerra, ya verás que Allegra no pasará mucho en aparecer, vendrá a verlo para exigirle respeto, ella sabe que él es culpable de tratarla como una cu