Lemi Murabak
Nadie va a hacerte daño
Entro en la habitación con decisión, ignorando el dolor palpitante de mi rodilla. Entre mis brazos sostengo a Alisson, y con mi mirada firme intento transmitirle confianza y apoyo. La mujer que tengo delante está nerviosa y sus ojos revelan desesperación. En este momento, necesita a alguien en quien apoyarse, alguien que le ofrezca consuelo en medio de la tormenta.
La acuno suavemente en mis brazos y la acomodo con cuidado en la cama. Cojo una botella de agua y se la ofrezco a Alisson, que parece sumida en una especie de trance. Su mirada distante refleja una mezcla de miedo y agitación.
"Estoy aquí, Alisson", susurro con voz suave pero firme, mis palabras cargadas de empatía. "Ahora estás a salvo".
Alisson por fin parece salir de su trance y me mira directamente a los ojos. Sus palabras salen con voz temblorosa. "Sabe que soy yo... me envió una foto de cuando estaba en el balcón. Estoy desesperada. Por favor, ayúdame".
Siento una opresión en el pe