Diana no entendía a qué se refería Bianca, pero al mirar la hora, el corazón se le aceleró.
Solo quedaban cinco minutos para las cuatro. Lo que fuera que pasara, ya no había marcha atrás. Esto no era solo sobre el nombre de Reese… era el futuro de toda la agencia.
—Reese, quédate aquí —dijo Diana con suavidad—. Bianca y yo nos encargaremos de la rueda de prensa.
Reese tenía el corazón roto. Sus ojos, llenos de lágrimas, estaban a punto de derramarse.
Agarró la manga de Diana y suplicó:
—No… no es verdad. ¡Yo no soy así!
—Lo sé —respondió Diana con ternura, acariciándole la mano—. Vamos a resolver esto. Demostraremos que no hiciste nada malo. Solo confía en nosotras, ¿sí?
Reese ya no sabía en qué creer. Incluso la profesora que más admiraba le había dado la espalda. Sentía que no le quedaba nada.
Su cuerpo temblaba. En ese instante, deseaba con todo su ser poder huir lejos, desaparecer.
Justo cuando parecía que se iba a derrumbar, una mano suave se posó sobre su cabeza.
Levantó la vist