Capítulo 2. Epifanía

Había pasado una semana desde mi reunión con Erick y no había recibido ninguna llamada de él. Seguí visitando empresas, intentando lograr que alguna me aceptara como ejecutiva, pero fue inútil. Nadie deseaba darme una oportunidad para demostrar mi talento. El trabajo y la experiencia no es todo lo que importa en una empresa y ahora lo entiendo. Mi trabajo nocturno de bailarina me excluía de toda oportunidad laboral que me pudieran dar en empresas enormes y prestigiosas y me habría camino en todos los burdeles de la ciudad, casi diario recibía flores de algún bar para que aceptara su propuesta laboral. La carta que recibí esta mañana era del Royal, el mejor night club de toda la ciudad. Elisa me había hablado de ese Club, según decía, pagaban el doble de lo que normalmente pagaban en los demás y a mí, me pagaría el triple. Era mi opción antes de ir a ver a Erick y ese día estaba decidida a visitar ese lugar. 

–No lo hagas –dijo una voz, justo a unos metros de la entrada del Royal–.

– ¿Qué haces aquí? –pregunté al ver a Erick cerca de la entrada y acercándose a mí–.

–Imaginé que vendrías aquí –. 

–Ahora resulta que esto fue una casualidad –dije en un tono poco amigable–.

–Claro que no, yo envié las flores –dijo él–.

– ¡Desgraciado! –dije–. Le di un golpe con mi bolso de lo enfurecida que estaba y retomé el camino de regreso al apartamento. 

–Mi propuesta sigue en pie. ¿Acaso dejarás que tu orgullo te domine? ¿Prefieres esto que trabajar conmigo? Si es así, significa que no eres la gran negociante que tú crees que eres –.

–No hables como si me conocieras–.

–Hablo por tus actos y es lo que me demuestran–.

– ¿Cuándo comienzo? –pregunté-.

–Te veo el lunes a las 7 am–. 

–Perfecto, ahí estaré–. 

Apresuré el paso para llegar a casa lo antes posible, no entendía nada de lo que había pasado o al menos mi mente no lograba procesarlo de la mejor manera. Había aceptado la propuesta de Erick después de dejar que me insultara. Controlar mis emociones siempre ha sido mi mayor debilidad y él lo sabía. 

Llegué a la entrada del edificio donde vivía, miré a un par de hombre sacando prendas de vestir y demás de un apartamento, me quedé como tonta viendo como arrojaban las cosas a la calle, hasta que escuché la voz de Elisa. 

–Mariana, ayúdame por favor. Nos desalojan–decía Elisa a gritos–. 

Entré rápidamente y subí al segundo piso a intentar evitar que los hombres destruyeran todo. 

– ¿Qué hacen? Llegamos a un arreglo con el señor Cáceres, nos daría hasta fin de mes para pagar la renta–dije–.

–Estas son ordenes de la señora Lourdes–dijo uno de los hombres–.

– ¿Qué? ¿Por qué nos hace esto? –dije–.

–Dice que un par de vagabundas le dan mala fama a su edificio –comentó Elisa–.

–Eso es un error, todo eso es un malentendido–. 

– ¿Acaso no es usted Marianette? Sí me baila un poco podría tratarle con cariño sus pertenencias –dijo el hombre en un tono desagradable y malintencionado–.

–Es un desgraciado –dije, acertándole una cachetada–.

Terminamos con todas nuestras pertenencias en la calle después del escándalo que se armó al haber golpeado a ese hombre. Incluso la policía llegó a arreglar el malentendido y gracias a las insinuaciones coquetas de Elisa, no nos llevaron a la cárcel. Elisa llamó a uno de sus amigos y él se ofreció a recogernos y llevarnos a su apartamento, donde según él, nos podíamos quedar un tiempo. 

–Gracias por dejarnos estar aquí, solo será un mes, luego buscaremos donde irnos–dije–.

–Es un placer, le tengo mucho cariño a Elisa, ha sido mi mejor amiga durante años. Pueden sentirse en casa y tomarse el tiempo que necesiten –dijo él–. 

Jones era un hombre muy atractivo, tenía la piel morena chocolatada y cabello rizado que prefería usar corto, tenía una barba muy sensual y unos labios gruesos y oscuros. Se vestía muy elegante y el apartamento que tenía era de los mejores en la ciudad. Parecía que él y Elisa tenían una aventura en secreto por la forma en que se trataban pero quizás solo era parte de mi imaginación. 

Jones se fue a trabajar y Elisa y yo le dimos un recorrido exhaustivo al apartamento. 

–No pensé que tuvieras amigos tan generosos–dije–.

–Es solo en caso de emergencia, no me gusta abusar de los hombres–dijo ella–. 

–Ya lo creo–. 

Tomamos asiento en el sillón y nos dispusimos a ver una de nuestras series favoritas. 

–Por cierto –dijo ella–. – ¿Cómo es eso que solo estaremos un mes?–.

–Acepté el trabajo que Erick me ofreció–.

–Siiii, eso me parece estupendo–dijo ella, en su tono de celebración que trasmitía una emoción increíble–.

–Comienzo el lunes–.

–El comienzo de la historia entre Mariana y Erick Black ¿Cuál será su desenlace? –dijo Elisa en un tono burlesco. 

– ¡Cállate! Todavía no sé si hice bien en aceptar–.

–Claro que hiciste bien, te aseguro que no te arrepentirás –. 

Después de ver la película nos quedamos dormidas, habíamos pasado por mucho ese día. No era fácil cambiar de domicilio de un momento a otro y menos tener que soportar los absurdos comentarios que la gente se atrevía a hacer sobre nosotras. Era detestable ver como las personas se atrevían a juzgar a las personas sin conocer la verdad de sus vidas. Siempre me han juzgado por mi antiguo trabajo y aunque me salí de bailar y comencé a estudiar. Lo único que ellos toman en cuenta de mí, es que lo hice. 

Tomé el fin de semana para visitar a mis padres, ellos vivían en Margot una ciudad aledaña a Tobago y aunque su nombre siempre me recordaba a una de las mejores bailarinas del  night club donde trabajé hace años, lo ignoraba, para no recordar todos los momento que viví en aquel lugar. 

– ¿Cómo te va en el trabajo? –Preguntó mi padre durante la hora del almuerzo–.

–Decidí cambiar de trabajo por otra oportunidad que me dieron. Comienzo el lunes –dije–.

–Eso es perfecto, felicitaciones–dijo mi madre, en un tono muy alegre–.

El gesto de desagrado en el rostro de mi padre era muy notorio y mi estúpida actitud de siempre dejarme llevar por mis emociones no ayudaba mucho. 

–Dime de una vez lo que piensas padre–dije–.

–Deberías hablarnos con la verdad, te despidieron por haber trabajado en ese cochino lugar y sabrá dios en que asqueroso lugar trabajaras ahora–.

–Richard basta, no le hables así a Mariana–replicó mi madre–.

–Tranquila mamá. Creo que fue un error haber venido, para ti siempre seré la estúpida bailarina de ese lugar ¿O no papá? –.

–No fui yo quien se metió a ese lugar sabiendo las consecuencias–.

–Tienes razón fui yo. Fue mi error por no poder ser conformista, de serlo, me hubiera quedado aquí, viviendo bajo tu techo y acatando tus reglas y a pesar que ahora nadie me acepte por lo que hice, me siento feliz de hacer lo que quiero y de poder decir que todo lo que hago con mi vida, es problema mío–.

Me levanté de la mesa y me marché de la casa de mis padres. Jamás esperé que papá fuera a cuestionarme por eso, esperaba que me apoyara y que me felicitara por haber estudiado. Quizás cometí un error al haber entrado a trabajar en ese lugar, pero yo únicamente era quien vivía con las consecuencias de mi decisión. 

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