Ni siquiera me di cuenta de cómo terminamos en el suelo, solo que, de alguna manera, yo estaba encima de ella, con los puños volando, el cabello por todas partes y el pulso golpeando en mis oídos como un tambor.Celeste gritaba, intentando arañarme, pero claramente no tenía ni idea de pelear fuera de su pequeño y elegante mundo. Era todo brazos agitados y chillidos inútiles, mientras que yo… yo había pasado por cosas peores. La pobreza te enseña a pelear, y a ganar, con lo que sea que tengas.Raxy y la mayordoma gritaban, intentando separarme, pero bien podrían haber sido fantasmas. No las veía. No las escuchaba.Solo veía rojo.“¡ISLA! ¡Basta ya!” rogó Raxy, tirando de mi brazo.Pero no podía. No quería. Mi cuerpo se movía por puro instinto, pura furia. Cada vez que Celeste abría la boca, cada insulto que me había lanzado, cada mirada soberbia, todo hervía dentro de mí.“¿¡Crees que puedes lastimar a mi hermana!?” rugí, agarrándola por el cuello de su blusa. “¡Inténtalo otra vez, per
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