Montserrat caminó por los pasillos como un espectro, arrastrando la desesperación tras de sí. Cuando cruzó las puertas del área neonatal, una enfermera intentó detenerla. —Señora, debe usar la bata, guantes, gorro… —¡No me toques! —gritó con furia, empujando a la mujer con una fuerza desmedida—. N
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