Corrí directamente al baño y me metí en uno de los retretes. Me senté y lloré allí durante Dios sabe cuánto tiempo. «Llorar no resuelve los problemas, ¿sabes?», me sobresaltó una voz. Salté del asiento y me giré para mirar de dónde venía la voz, pero el retrete estaba cerrado con llave, así que ¿cómo era posible? «Mira hacia arriba, tonta», dijo otra voz. Levanté la vista y vi a Zara colgada del otro inodoro para mirar dentro del mío, mientras Cal y Kimberly hacían lo mismo desde el inodoro a mi izquierda. «¿Qué hacéis ahí arriba?», espeté, un poco molesta. Necesitaba terminar de llorar, maldita sea. «Intentamos consolarte», bromeó Cal, estirándose un poco para meter más la cabeza en el inodoro en el que yo estaba. « De nada, por cierto», dice Kimberly con sarcasmo, lo que me hace sonreír. «Sí, claro que sí», añade Zara, entrecerrando los ojos. «Gracias, chicos, os lo agradezco mucho», murmuro, tratando de no llorar. Me levanto, desbloqueo el retrete y salgo. Mi cara está hor

Me doy la vuelta y vuelvo a darme la vuelta, pero el sueño se niega a visitarme. ¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo dormir? Me quedo mirando al techo durante Dios sabe cuánto tiempo antes de decidir ver algunas películas con mi teléfono. Quizás podría ver mi serie favorita, Never have I ever. Cojo mi teléfono y lo enciendo. Tengo una nueva notificación, de un número desconocido. Hago clic en ella, es un vídeo. ¿Por qué tengo un mal presentimiento? A pesar de que mi mente me gritaba que no abriera el maldito vídeo, seguí adelante y le di al play. Grito con las manos sobre la boca al ver el contenido del vídeo. Alguien ha secuestrado a Alex y lo ha torturado. La imagen es repugnante y dolorosa. ¿Quién podría hacer algo así? Va vestido de blanco inmaculado, parece un ángel, pero hace el trabajo del diablo. Es un diablo blanco. ¿Qué ha hecho Alex para merecer esto? ¿A quién ha ofendido? ¿Y por qué me han enviado el vídeo? Estoy a punto de tirar el teléfono cuando el diablo blanco se gira y

 ¡Ring!  Me duele la cabeza, apenas puedo ver. Siento la pierna pesada, no tengo sensibilidad en el pie izquierdo. Lucho por levantarme, solo para ver un gran árbol sobre mi pie izquierdo. ¿Quiénes son?  «¡Bion!», grito con fuerza, esperando que me oiga y me ayude.  «¡Melanie!», gruñe Bion, que está delante de mí. Con un movimiento rápido, levanta el árbol y lo lanza lejos.  Irradia ira, gruñe, sus ojos son una mezcla de dorado y verde, una clara señal de que sus animales están en la superficie.  «¿Qué está pasando?», grito, con la cabeza aún retumbando. Me agarra de la mano y me ayuda a levantarme. Mi pierna izquierda cuelga, lo que le hace gruñir de forma muy amenazante. <

  Matar nunca ha sido un problema para mí, como esta noche, que he matado a un viejo cabrón. Mi padre me ordenó que lo matara, y realmente no me importó lo suficiente como para preguntar quién era o qué había hecho. No era asunto mío saberlo. Mi padre me dice que mate y yo mato, sin preguntas ni quejas.  Nunca me ha importado saber si son inocentes o no. Soy un asesino, lo sé. Me criaron así y no me importaba matar gente.  Entonces, ¿qué es este sentimiento? Lo odio tanto. Traicionar a mis amigos, delatar a Melanie, que no ha sido más que una buena amiga para mí.  Realmente odio hacer esto, pero tengo una misión. No puedo permitirme no estar a la altura de las expectativas de mi padre. Mi padre lo hace todo por mí, para asegurarse de que estoy a salvo. Me crió sin

¡¿QUÉ?! ¡Yo no lo maté! «Señora, tiene que venir con nosotros», dice el policía negro, tratando de que me mueva. «Quítale las manos de encima», gruñe Bion, dando un paso adelante. Rápidamente le pongo la mano delante para detenerlo. Niego con la cabeza, indicándole que no haga nada. «Consígueme un abogado», le digo rápidamente a Bion y sigo a los policías. El trayecto hasta la comisaría se me hizo muy largo, la carretera parecía interminable. ¿Qué les había hecho pensar que yo había matado a Alex? ¿Dónde habían encontrado su cuerpo? ¿Quién había denunciado el caso? Yo no maté a Alex, apenas lo vi después del día en que me dijo que mis días estaban contados. «Vamos, señorita», dice el policía negro, tirándome un poco de la mano. ¿Qué demonios le pasa? Me doy cuenta de que el coche ya no se mueve. La comisaría está un poco ruidosa, la gente charla animadamente. El agente detrás del mostrador parece un poco amable. Me llevan a una sala más tranquila, que supongo que es la sala de i