Capítulo 12 — Nadie debe saberloNarradorSonriendo en un intento de ocultar su afán de sacar a Fabián de allí, Herodes se colocó erguido de nuevo, y metiendo las manos en su bolsillo, soltó:— ¿Cuánto dinero te debe? ¿30 mil? ¿70 mil? — Preguntó, sabiendo que en ese mundo un solo centavo podría costarle la vida.— 200 mil — Respondió Agusto como si fuera la cifra del año, sin titubear, sin pensarlo, a lo que Herodes bufó antes de soltar:— ¿200 mil? ¿Por eso hiciste que saliera de casa a estas horas? Por 200 mil, Agusto — Agitó su cabeza en negación, pensando que era una verdadera estupidez—. Hagamos algo, porque ya me quiero ir a dormir... Yo me hago cargo de la deuda, pero lo quiero vivo.Herodes se acercó a Agusto para decir sobre su rostro, sabiendo que cualquier insistencia de su parte no solo arriesgaría a Fabián sino también a él:— Ese idiota me debe mucho más que eso, y muerto no me sirve para nada — Agusto se interesó en esto—. El peor castigo de Fabián es ver cómo me quedo

Capítulo 14— No lo hagasNarradorCayendo la noche, la hora de la cena llegó. Herodes le había dado una orden específica a Bárbara, y era que se preparara lo mejor que pudiera, pues esa noche tendrían visitas. Observándose frente al espejo una vez más repasando su maquillaje, Bárbara sonrió satisfecha de su trabajo, y saliendo del baño terminando él también, Herodes soltó:— Te queda bien ese vestido— Ladeando la cabeza, lo primero que observó fue su trasero, el cual era resaltado por la pieza ceñida al cuerpo, y girándose para observarlo, Bárbara preguntó llena de curiosidad por saber quién los visitaría esa noche.— ¿Al fin me dirás quién vendrá a cenar?Terminando de cerrar los puños de su camisa, Prat se acercó al euspejo en el que Bárbara se observaba para detallar su aspecto final, y arreglando también el cuello de la misma, respondió:— No creo que los conozcas... Es una cena de negocios nada más.Un tanto irritada de tener que presenciar una cena aburrida en donde no entenderí

Capítulo 16—Mas moscas se atrapan con miel que con hielNarradorApareciendo el sol en el cielo, filtrándose los primeros rayos de luz por las persianas de la habitación, Barbara empezó a removerse sobre la cama. Había pasado una pésima noche tras la confrontación de Herodes con su madre que apenas pudo dormir.Tomando asiento sobre la cama como cada mañana, sin poderlo evitarlo su mirada se desvió al otro lado de la misma, y confirmando que el no había llegado, que había pasado la noche en el estudio trabajando, liberó una bocanada de aire.Que si bien, Herodes Prat era un gran infeliz, un desgraciado, el solo hecho de mencionar la muerte de su madre, había sido un golpe bajo incluso para ella, ya que todos sabían lo difícil que había sido su vida tras su partida. Colocándose de pie tras repasar los sucesos un par de veces, Barbara se preparó para bajar a desayunar, tal vez allí lo vería, y llegando al amplio comedor poco después, tal como lo imaginó, allí estaba él, completamente pr

Capítulo 18— No pienso eso. Narrador Un par de horas pasaron, y Barbara tras conversar con Fabian un poco sobre lo peligroso que era moverse en ese mundo de nuevo, regreso a la mansión. A esas alturas era probable que Herodes ya estuviera al tanto de su visita a casa de los Benatti, por lo que venía preparada para lo que le esperaba. Bajando del auto al llegar a la mansión Prat, Barbara elevó su mentón antes de entrar, y encontrando a Herodes en la estancia de la misma, contuvo el aire. —¿Recién llegas? ¿Qué tal estuvo tu día? ¿Disfrutaste salir de casa? Quedando perpleja ante las preguntas de Herodes las cuales eran carentes de toda clase de molestia, ironía, o indicio de algo similar, Barbara abrió la boca ligeramente, y enarcando una ceja al ver que ella no respondía, Herodes insistió. —¿Está todo bien, Baby? ¿Te pasó algo malo? Bajando la mirada al no ser eso lo que ella esperaba a su regreso, ser recibida con amabilidad, Barbara solo negó, y dibujando una sonrisa en

Capítulo 20—Herodes y su vida amorosa. Narrador: Un par de días pasaron tras la confesión de Herodes en los que él mantuvo la distancia. La tensión entre los dos era tan densa y espesa que apenas podían permanecer en el mismo espacio. No cruzaban palabras, no se observaban. Apenas podían desayunar juntos en completo silencio, esto por las órdenes dadas por Prat previamente. Por su parte, Herodes se sumergió tanto en nuevos proyectos que apenas llegaba a casa a dormir, y Bárbara, ella no se sentía tan cautiva en la mansión como antes. Empezó a salir más seguido, a visitar a sus padres, a ir de compras, todo esto acompañada por uno de los hombres de su esposo tal como se lo pidió. — Buenos días— Bajando por las amplias escaleras cuando el día iniciaba, Bárbara saludó a las empleadas cuando pretendía desayunar, pensando que lo haría sola ya que la noche anterior su esposo no llegó a dormir, y encontrándolo en el comedor, sentado como cada mañana preparado, leyendo el diario, se limitó