Yajaira me mira mal junto a su madre, con ese gesto altanero que siempre ha tenido, como si yo fuera una intrusa en una casa que ni siquiera le pertenece aún. Me siento fuera de lugar, como si el aire mismo me rechazara. Me alejo de ellas sin decir nada, bajando las escaleras con el corazón apretado, intentando no mirar atrás. Camino despacio, observando cada rincón de la casa, tratando de memorizar los muebles, las paredes, los cuadros… como si necesitara demostrarme a mí misma que nada de esto me intimida.Estoy inspeccionando un recibidor antiguo cuando siento una presencia detrás de mí. Un escalofrío me recorre la espalda.Me doy la vuelta y ahí está Yajaira, como un fantasma que no quiere dejarme respirar.—Pronto esta casa será de René —dice, acomodándose el cabello con un gesto de superioridad—. Y por ende, mía.No respondo. No quiero darle la satisfacción. Pero ella continúa, cada palabra más venenosa que la anterior.—Su abuelo los reunió para anunciarles que toda su herencia
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