C119- LLÉVAME A CASA.Sofía lo miraba como si acabaran de arrancarle el aire de los pulmones. La devastación se pintaba en cada línea de su rostro, y aunque intentó mantener la compostura, la voz se le quebró en un susurro que ni siquiera alcanzó a salir.¿Va a casarse?La frase se repetía en su mente como un eco cruel, cada vez más fuerte, cada vez más insoportable, Aslan apretó la mandíbula y murmuró una maldición apenas audible.—Lo lamento, Sofía... No quería lastimarte, pero es mejor que lo sepas ahora.Ella seguía en shock, con la mirada fija en un punto inexistente y Aslan dudó, pero finalmente extendió la mano y atrapó la de ella, firme y decidido.—Escucha... en este momento los lobos estamos enfrentando una situación difícil. Tu familia, y varias más, están en riesgo. Los cazadores se han multiplicado, se han infiltrado en nuestras ciudades, y mientras algunos pactan con humanos, nosotros... —hizo una pausa, sus ojos azules brillando con intensidad—, nosotros, siendo mafioso

C121-LA ÚLTIMA VEZ QUE NOS VEAMOS.Sofía no podía responder. Solo podía arquearse, entregándose a la sensación, saboreando cada segundo porque sabía que sería el último. Y con manos temblorosas, tiró de su camisa, desesperada por sentir su piel contra la suya. Draxel se incorporó lo suficiente para arrancarse la prenda y lanzarla lejos y cuando sus torsos se encontraron, piel con piel, ella suspiró profundamente, sintiendo el calor y la fuerza de él, la textura de las cicatrices que conocía tan bien. Sus manos recorrieron su espalda, sintiendo los músculos tensarse bajo su toque y lo atrajo hacia ella, sellando sus labios en otro beso profundo, lleno de la sal de sus lágrimas silenciosas que finalmente comenzaron a caer. Draxel las sintió y se separó, preocupado. —¿Sofía? —Shhh —lo interrumpió llevando sus dedos a sus labios—. No hables. Solo… solo quiéreme. Era todo el permiso que él necesitaba. Sus manos descendieron, desabrochando sus jeans y deslizándolos por sus caderas junt

C123-LA SUBASTA.Tres semanas habían pasado desde la última vez que Draxel vio a Sofía. Ella no lo llamó, no lo buscó, ni siquiera respondió sus mensajes y cuando supo que había decidido irse a la casa de sus padres, en la manada original de los Siete Reinos, lo interpretó como la confirmación de lo que más temía: quería alejarse de él. Más cuando Sofía siempre había detestado el mundo de los lobos, contrario de Isabella, que lo llevaba en la sangre.Así que se obligó a seguir adelante, aunque en realidad estaba roto. No mejoró, solo se aferró a lo único que podía distraerlo: la misión que habían planificado. Y esa era precisamente la razón por la que ahora estaba allí, entre los pinos espesos y la humedad helada del bosque de Oregón.Las luces rojas de la subasta clandestina iluminaban el búnker. Jaulas metálicas alineadas mostraban a hermanos lobos encadenados, algunos aún con sangre seca en sus cuerpos, otros con la mirada apagada, esperando su destino. Los compradores —humanos co

C125- LA SUBASTA (III)El búnker se volvió un caos de muerte, un hombre corpulento, que momentos antes pujaba con entusiasmo, ahora gritaba de agonía mientras un lobo marrón le arrancaba el brazo de un zarpazo. La sangre salpicó el rostro de su vecino, que comenzó a vomitar mientras tropezaba hacia atrás, directo hacia las fauces de otra bestia. —¡Dios mío! ¡Alguien llame a la seguridad! —chilló una mujer, antes de que su grito se convirtiera en un burbujeo ahogado y sus tripas rosadas y brillantes se enredaran en las patas de los lobos, pintando el suelo de escarlata.Y en medio de la masacre, cada uno se movió con un objetivo.Tobias, ágil como una sombra, esquivó un zarpazo de un lobo negro seguidor de Keeva que lo embestía ciegamente, a él no le interesaba luchar, su mirada escudriñaba a los humanos, buscando una específica, una con una marca en la oreja, la que podría llevarle hasta el empresario de los laboratorios.Gideon por su parte se abrió paso a codazos, ignorando el terr

C127-NOS VOLVEMOS A VER.En la mansión Virell, Elizabeth mecía suavemente a los bebés en su coche doble, susurrándoles palabras dulces para que siguieran dormidos. A su lado, Melinda la miraba con los ojos grandes, inquieta, como si intuyera que algo no estaba del todo bien.—¿Hay peligro, Eli?Elizabeth le sonrió, aunque en su mirada se reflejaba la sombra de la preocupación.—No voy a mentirte, Meli. Gideon y los demás están en una misión peligrosa, y claro que estoy preocupada. Pero mi loba está en calma, y eso significa que Gideon está bien.Melinda bajó la vista hacia uno de los bebés y le tomó la manita diminuta, sintiendo la suavidad de su piel.—Eli… ¿yo también voy a sentir eso cuando me enamore?Elizabeth frunció el ceño, sorprendida por la pregunta.—Pues sí —dijo, pellizcándole suavemente la nariz—. Pero aún eres muy joven, tu loba no despertará todavía. Tienes casi diez, te faltan unos seis años.La niña se quedó callada, pero su mente viajó hacia aquel recuerdo que no po