Su enfoque cambió. Trasladando su objetivo hacia otro lado. Tanto a las personas que entraban a su casa como a las que estaban dentro. Empezó a ver a su padre como a una presa. Como un lobo que se relamía los labios al tener un conejo al alcance de sus garras. Sin embargo, su primera recompensa no fue él; sino que se concentró en la señora que consideró una madre. Cuando se enteró que su padre tenía un hijo ilegítimo, la señora enfermó. Generó tanto odio que su cuerpo se fue debilitando poco a poco. Con él fin de lograr obtener su último aliento, Elizabeth se encargó de manipular su mente en contra de su padre. La volvió loca, antes de darle veneno para complacer su satisfacción; pero, tuvo que dejar su cuerpo intacto para que nadie sospechara y su siguiente presa no se alarmara.
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