༅➹⁂ Brook ⁀➷♞Un nuevo día comienza y levantarme se siente más pesado que nunca. Extraño demasiado a mi fierecilla. Nuestro primer café del día se había vuelto parte sagrada de mi rutina… y ahora, su ausencia se cuela como un suspiro en todo lo que hago.Me arrastro hasta la ducha, esperando que el agua pueda borrar aunque sea una capa de esta nostalgia que no se rinde. Pero apenas cae la primera gota de agua, los recuerdos se agolpan: todo lo vivido entre estas cuatro paredes me golpea de lleno, y el vacío en el pecho se expande, ocupando cada rincón.Entro al vestidor. Al abrir uno de los cajones, me encuentro con la ropa interior de Malka, la misma que le quité como premio. La sonrisa que me provoca es inmediata, enorme, casi involuntaria. Como si ese pequeño fragmento de ella pudiera, por un momento, hacerme olvidar que estoy solo.Termino de cambiarme, bajo las escaleras y enciendo la cafetera. Relleno mi taza, pongo pan a tostar y le unto mermelada. Estoy terminando de desayunar

༅➹⁂ Brook ⁀➷♞Llegó el día del operativo. No logré dormir en toda la noche, tengo un vacío instalado en mi pecho como si algo malo fuera a ocurrir. Mis hombres ya tienen su día libre, como estaba previsto.Fede se quedó en su puesto de trabajo cuidando a Ocaso, como siempre. Parece tranquilo, incluso contento, ayer me contó que en unos días viajaría a ver a su familia, y que no sabía si iba a regresar, mencionó que ha reunido suficiente dinero para abrir un negocio allá. Me dolió, porque confié en él, le abrí las puertas de mi rancho y a la primera oportunidad que tuvo, me traicionó. Una lástima, sus planes ya no podrán ser, pero al final, cada uno elige su destino. Siempre tenemos la opción de tomar el mejor camino y si nos desviamos, corremos el riesgo de que no haya retorno. Tomo mi café como cada día, solo que en esta ocasión ni siquiera su calor logra controlarme, decido salir de la casa y recoger a Ocaso, necesito ponerme en marcha. Me acerco a las caballerizas y la rutina ya e

༅➹⁂ Brook ⁀➷♞La espera me está desgastando. No hay noticias de Malka ni de Nathan. La noche ha caído otra vez, ya ni siquiera he notado cuantos días han pasado, estoy envuelto en una incertidumbre que me consume, estoy desesperado.—Ve a descansar —le sugiero a Spencer, quien no se ha separado de mí y luce completamente agotado. —Lo haré, pero tú deberías comer algo —señala las bolsas de comida que dejó hace unas horas.Asiento en silencio. Él se retira a su habitación y tomo el teléfono. Necesito aire, si me quedo aquí, voy a perder la cabeza.Salgo del hotel y empiezo a caminar sin rumbo. Las luces de la ciudad se apagan lentamente, como si el mundo siguiera su curso sin importar que mi corazón esté hecho trizas. Cada paso se siente vacío, cada sombra más pesada y asfixiante, entonces, el teléfono vibra en mi mano, es Nathan.—¿Sí? —respondo al instante, con el pulso acelerado.—Estoy en el restaurante del hotel —dice con voz firme.—Voy para allá —digo, y sin pensarlo, giro sobre

༅➹⁂ Brook ⁀➷♞Desperté temprano con un desasosiego en el pecho, dormí porque el agotamiento me pasó factura, pero no logré descansar. Enterarme de que Bruno no murió en un accidente, como creíamos, me ha sacudido por completo. Y Malka o Eleonor, como realmente se llama, sin recordarme, me provoca una incertidumbre que crece y crece conforme avanza el tiempo.Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Abro y ahí está Spencer.—¿A dónde vas? —pregunta, al verme listo.—A ver a Malka al hospital. —¿Despertó?—Sí —contesto con seriedad.—¿Y por qué esa cara? —cuestiona—. Deberías estar alegre —expresa animado. —Vamos al hospital —le pido—. Durante el trayecto te explico.Salimos del hotel, nos subimos a la camioneta y esta vez, yo conduzco.—Me alegra que Malka esté mejor.—Se llama Eleonor —le explico. —¡Vaya! —exclama—. La doñita tiene un bonito nombre —se ríe—. Todavía no se me olvida la cara que pusiste cuando la viste la primera vez, creí que ibas a babear.—Imbécil —e

༅➹⁂ Brook ⁀➷♞Después de ver a Eleonor, la inquietud se disipa apenas un poco. Saber que se siente cómoda a mi lado es como el sol de verano entrando por la ventana: inesperado, cálido, imposible de ignorar.Su mente no recuerda, pero su cuerpo aún responde, y su corazón… su corazón todavía me reconoce.Regreso al hotel. Desayuno sin prisa; la comida no tiene sabor, pero mi cuerpo la reclama. Subo a la habitación. El peso de lo vivido me rebasa. Dejo el sombrero sobre la mesa de noche, me quito las botas con torpeza y me dejo caer en la cama, como si el colchón pudiera absorber algo más que mi cansancio. Me cubro los ojos con el antebrazo, intentando contener una marea que no sé si es tristeza, culpa o simple agotamiento.Ella duda, sus preguntas me lo confirmaron, intuye que hubo algo entre nosotros. ¿Debería decirle la verdad? Revelarle nuestros planes… Pero ¿y si eso la desestabiliza aún más? Mi mente es un torbellino. No quiero presionarla, ni poner en riesgo su recuperación; y si