POV Isabella.Regresar a casa con Daniel en brazos fue muy distinto de lo que había imaginado. No hubo una avalancha de familiares ni la formalidad que siempre había caracterizado mi vida.Solo estábamos nosotros: Jeremy, yo y nuestro pequeño milagro. La casa, que antes parecía vacía, ahora estaba llena de una calidez nueva, impregnada del suave olor a bebé.Daniel era... era la perfección misma. Me encantaban sus pequeños ruiditos al dormir, cómo apretaba mi dedo con su manita y cómo abría sus ojos para buscar la luz.Cada uno de esos momentos era alimento para mi alma. Estaba agotada, por supuesto, con las noches interrumpidas y los desafíos de la lactancia, pero era un agotamiento dulce, uno que nunca había imaginado.Para mi sorpresa, Jeremy había asumido su papel de padre con una naturalidad asombrosa. Desde que salimos de la clínica, su preocupación por Daniel era real.Lo sostenía con una delicadeza que no le conocía, susurrándole palabras suaves mientras lo acunaba.Por las no

POV Jeremy.El ambiente en el Club de Golf era el de siempre: burbujas de champán, risas forzadas y conversaciones de negocios disfrazadas de camaradería. Me movía entre los invitados con mi mejor sonrisa profesional, aunque en realidad mi mente estaba con Daniel.Cada hora que pasaba lejos de Isabella y de nuestro hijo, se sentía como un tiempo robado.Apenas un día después de la noche en que Isabella y yo habíamos reconectado de forma tan profunda, mi piel aún sentía la caricia de la suya. El recuerdo de esa intimidad era un oasis en medio de la superficialidad del evento.Estaba conversando con un inversor sobre las nuevas proyecciones de Renacer Trading Group cuando Carlos Andrade se acercó arrastrando a una mujer elegante y peligrosamente familiar.—Jeremy, mira a quién me he encontrado: ¡es Mía! —exclamó Carlos con una sonrisa complaciente, claramente disfrutando de ser el centro de atención.Mía. La última vez que la había visto había sido una tormenta de recriminaciones y dolo

POV Jeremy.Recibí un mensaje de texto. Un simple: «Hola, Jeremy. Pensando en ti. ¿Podríamos tomar un café y ponernos al día como viejos amigos? Me gustaría conocer mejor esta nueva etapa de tu vida».Elara había sido clara: Mía no daba puntada sin dedal, y yo no iba a darle ni un hilo.Le respondí con un mensaje breve y formal declinando la invitación con la excusa de mi apretada agenda. Pensé que sería suficiente, pero me equivoqué.Apenas dos días después, mientras salía de una reunión importante en la Corporación Walton, un coche se detuvo sigilosamente a mi lado. Bajó la ventanilla, dejando ver su rostro sonriente.—Qué coincidencia, Jeremy —dijo con un tono de voz que pretendía ser inocente. —Pasaba justo por aquí y pensé en ti. Parece que el destino quiere que hablemos.Mi paciencia se agotó. Ya la había dejado pasar una vez, pero su insistencia y descaro eran excesivos.—Mía, no hay ninguna coincidencia —le dije con voz baja pero firme. —No quiero hablar contigo.Su sonrisa se

POV Jeremy.Las palabras de Elara resonaban en mi mente mientras conducía de regreso a casa. «Necesitas protegerlos. A Isabella y a Daniel». La confrontación con Mía me había dejado un mal sabor de boca, pero también me había proporcionado una claridad brutal.No dejaba de rondarme la cabeza la imagen de Isabella, tan vulnerable y hermosa, con Daniel en brazos. La noche que habíamos compartido significaba mucho más que sexo.Había sido una reafirmación, una promesa silenciosa de que quizá había una segunda oportunidad para nosotros, para formar una familia. Y ahora tenía que proteger esa promesa a toda costa.Al llegar, noté una extraña quietud. La señora Clara me recibió con su habitual amabilidad.—Buenas tardes, señor Jeremy. La señora Isabella está en la habitación del bebé. Su padre, el señor Joseph, acaba de irse.Mi cuerpo se tensó. ¿Joseph? ¿Aquí? ¿Y yo no estaba? La rabia me invadió. ¿Qué demonios quería Joseph con Isabella y Daniel? Sabía que no había ido a ofrecerle una ben

POV Jeremy.La amenaza a Joseph había surtido efecto, al menos de inmediato. Los días posteriores a nuestra confrontación fueron extrañamente tranquilos por su parte. La seguridad se había reforzado hasta el punto de ser imperceptible, pero efectiva.Isabella y yo estábamos más tranquilos, aunque nunca bajamos la guardia. La paz que Daniel había traído a nuestra casa era un tesoro que debíamos proteger a toda costa.Sin embargo, sabía que la calma era solo la antesala de la tormenta. Joseph no era un hombre que aceptara la derrota. Estaba esperando el momento adecuado para atacar. Y ese momento no tardó en llegar.Una mañana, mientras estaba en mi oficina, inmerso en una videollamada con Elara, la pantalla del ordenador parpadeó. Era una noticia de última hora del portal económico más influyente de Estados Unidos.«¡GOLPE BAJO EN LA CORPORACIÓN WALTON! El fundador, Joseph Walton, anuncia nuevos proyectos millonarios con inversión extranjera; los expertos advierten sobre su viabilidad»