Todos los ojos estaban fijos en ella. Valérie comprendió que no podía convencerla, así que tomó una silla y se sentó. — Lo que el gran jefe ha hecho es realmente lamentable. Lo siento mucho por ti, declaró una empleada. — Sí, siempre has sido un apoyo invaluable para nosotros. Si tuviera otra oportunidad, también consideraría renunciar, respondió otro empleado. — No se preocupen, encontrarán seguro un redactor o redactora tan competente como yo, respondió Valérie, con tristeza en la voz. Samira entró en el despacho de Rox sin llamar, y la escena inesperada que se le ofreció la desestabilizó. Elena estaba sentada sobre Rox, cabalgándolo y gemiendo en el sofá. Al oír la puerta abrirse, Elena se incorporó rápidamente y se ajustó. Samira estaba indecisa sobre qué hacer: dar media vuelta o continuar con el motivo de su visita. Respiró profundamente, se dirigió al escritorio y dejó la carta. — Perdón por la interrupción, vine para entregar mi carta de renuncia. Me marcho del dep
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