Al segundo siguiente, mi madre me llamó, con su voz sorprendida de alegría:—Wendy, por fin caíste en la razón, ¡te dije que Kevin no era lo suficientemente bueno para ti! Te pasaré la información de contacto de ese chico.Y le dije a mi madre que volvería en tres días.Tras finalizar la llamada, el pomo de la puerta giró, Kevin, uno de los protagonistas del video, entró empujando su silla de ruedas.Al verme sentada en el sofá, frunció el ceño y me reprendió por costumbre:—¿No dijiste que ibas a celebrar mi cumpleaños a lo grande? ¿Qué haces sentada aquí?En el cubo de la basura yacía tranquilamente la tarta que le hice.Miré fijamente a Kevin y luego posé mis ojos en sus piernas.Quizá se sintió nervioso, se asustó y apartó los ojos, pero dijo con voz impaciente:—Olvídalo, sabía que no se podía confiar en ti, tampoco esperaba que montaras una fiesta para mí. Tengo hambre, ve a cocinarme algo, ¿o ni siquiera puedes hacer algo tan sencillo? —me ordenó Kevin con tranquilidad.Solo sen
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