Capítulo uno. Casados por error

El gemido femenino irrumpió el silencio sepulcral en la habitación, la joven mujer se llevó una mano a la cabeza.

El dolor era terrible.

—Juro que jamás volveré a beber —gruñó, mientras abría y cerraba los ojos, tratando de adaptarse a la luz que se filtraba por las ventanas.

La mujer trató de recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero los recuerdos que le llegaron eran los de su novio con su mejor amiga, teniendo relaciones sobre el escritorio. Jamás hubiese pensado que Nicholas fuera tan poco hombre para engañarla de esa manera.

—Canalla —masculló enfadada.

Se pasó la mano por su rostro y el brillo en su dedo le llamó la atención.

—¿Qué demonios? —preguntó al ver la argolla en su dedo anular. Sin embargo, no le prestó atención porque una voz la distrajo.

—Deja de hablar, la m*****a cabeza va a estallarme —se quejó el hombre…

Un momento… ¿Hombre?, pensó Emma y como si su mente embotada hiciera clic se giró para ver el cuerpo desnudo de un hombre acostado a su lado.

—¡Mierda! —gritó lanzando al hombre fuera de la cama.

—¿Qué demonios te pasa? ¿¡Por qué diablos me tiras de la cama!? —gritó enfadado el hombre hasta que se fijó en la mujer en la cama.

—¡¡¡Tú!!! —gritaron al unísono.

Emma Collins jamás en su vida se había sentido tan perdida y nunca se había encontrado sin palabras como en ese momento. ¿Qué diablos hacía Ryan Black en su cama?

—¿Qué demonios? —preguntó Ryan al ver su cuerpo desnudo y ver a Emma envolverse con la sábana de seda de la cama de hotel.

¡Santo Cristo! ¡Estaba en un hotel con la hija de su socio y mejor amigo!

—¿Qué fue lo que me hiciste, Ryan? —preguntó Emma enfadada.

—¿Qué fue lo que te hice? —preguntó con los ojos muy abiertos—. Pienso que lo mejor sería preguntar ¿Cuál es tu juego esta m*****a vez? Chiquilla pervertida.

—¿Qué es lo que me has dicho? ¿Crees que es un juego? Estás loco Ryan Black, ¡jamás en la vida se me habría ocurrido acostarme contigo!

—Pues yo contigo tampoco me acostaría. ¡Primero muerto que tocarte de esa manera! —gritó muy enfadado por la situación.

Ryan no podía creer que Emma fuera capaz de llegar a tanto. En los últimos dos años le había gastado muchas bromas, pero ninguna había rebasado los límites como ahora. Esto definitivamente se salía de control.

Esto rebasaba todas y cada una de las que le había hecho en el pasado y no pensaba tolerar hasta ese punto las travesuras de la muchacha.

—¿A dónde piensas que vas? —preguntó Emma al verlo recoger sus prendas y caminar hacia el cuarto de baño.

Ryan no respondió a la pregunta de la joven y en su lugar cerró dando un portazo que hizo saltar a Emma del susto y mientras él se vestía. Ella lo hizo rápidamente en la habitación.

—¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué fue lo que hice anoche? —se preguntó la joven.

El anillo volvió a brillar al recibir un rayo de luz y la respiración se le cortó.

—No puede ser, no puede ser —se repitió como un mantra, mientras caminaba de un lado a otro.

»—¿Qué fue exactamente lo que hice? —se preguntó de nuevo.

Ella había salido de la oficina de Nicholas furiosa por lo que acababa de descubrir, había apagado su móvil y había manejado hasta uno de los antros de la ciudad donde había pedido una primera copa. ¡Una copa! Una copa a la que le siguieron muchas y luego… luego ella no recordaba nada más.

—Maldita sea, papá va a matarme —sollozó.

—Pues no serás la única muerta, Emma. ¿Me puedes explicar que es lo que haces en mi cama? —preguntó Ryan saliendo del cuarto de baño. Su rostro estaba mucho más sereno, como si hubiese asimilado que toda la culpa era de Emma y que no era más que otra de sus infantiles bromas.

—No sé lo que hago aquí, te lo juro Ryan. Esto no es algo que planeara ¡Eres demasiado viejo para que me gustes de esa manera! —gritó en su defensa.

Ryan asestó el golpe con gallardía. Esa era una de las razones por las que había querido casarse con Clarisa, porque sentía que había llegado el momento de formar su propia familia. Pero jamás esperó que la mujer le dijera «NO»

—No te creo, si lo que quieres es dejarme en mal con tu padre, no lo conseguirás, Emma, voy a llamarle y voy a decirle lo que has hecho. Esto sobrepasa todo lo que te he soportado estos dos años e incluso has sobornado a los gemelos para hacer travesuras. ¡Madura de una puta vez! —gritó enfadado.

Emma dio un paso atrás al darse cuenta de que ese hombre no era el Ryan que ella conocía, por supuesto que la muchacha desconocía la tragedia reciente en la vida del hombre.

—¡No! ¡Espera, Ryan! —dijo levantando la mano izquierda para mostrar el anillo de compromiso y la argolla de matrimonio que había en su dedo.

Ryan abrió de nuevo los ojos y de nuevo el enfado se apoderó de él. Ese anillo estaba destinado para Clarise y como sea era de ella.

—¿¡Cómo has podido!? ¡Quítate el anillo ahora mismo! —gritó.

—¿No lo entiendes? —preguntó Emma caminando hacia él y tomando su mano izquierda para levantarla a la altura de su rostro.

»—¡Tú también tienes una m*****a argolla de matrimonio, Ryan! —dijo casi sollozando.

En aquella habitación únicamente podía escucharse un par de respiraciones agitadas. Dos personas que se enfrentaban en un duelo de miradas antes de mirar hacia la mesa de noche.

Emma fue la primera en caminar y tomar el papel entre sus manos, su respiración se cortó y por un momento quiso pensar que todo esto era una pesadilla, un sueño producto de su borrachera.

—¿Qué es eso? —preguntó Ryan caminando hacia ella y arrancándole el papel de sus dedos.

—¡Jodido infierno!

—¡Es un acta de matrimonio! —gritaron al unísono.

Emma sintió de repente como si un puño le hubiera golpeado en la boca del estómago al comprender lo que eso significaba. Su rostro se tornó pálido y por un momento sintió que iba a desmayarse.

—De todos los hombres con los que pude cometer esta locura, ¿¡Por qué tenías que ser tú!? —gritó sentándose de golpe sobre la cama.

Ryan Black se estaba haciendo esa misma pregunta. De todas las mujeres en el mundo, de todas las mujeres en Nueva York. De todas las mujeres en aquel maldito antro, ¿por qué tenía que sucederle esto con Emma Collins?

—Debe haber un error —dijo sentándose lo más lejos posible de la muchacha.

—¡Nos hemos casado por error! —gritó ella dejándose caer sin ceremonia sobre la cama.

—Casados por error —repitió Ryan cayendo al otro lado de Emma, mientras el rayo del sol hacía que sus argollas brillaran para no dejarles duda de que eran marido y mujer.

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