-CAPITULO 2-

Todo el camino de regreso a casa, se la pasó pensando en el sueño y en lo sucedido a la salida de su clase, se reprochaba no haber sido un poco más elocuente. Al llegar a su casa, como siempre fue corriendo a la puerta trasera de la cocina para saludar a su Janna y tomar la merienda, pero la puerta estaba cerrada por dentro, así que no tuvo más remedio que ir por la puerta principal. No le agradaba mucho la idea, ya que corría el riesgo de encontrarse con su hermana. Que fastidio. Pero bueno...

- ¡SORPRESA! - gritaron todos los familiares y amigos de Julieta, que habían estado aguardándola, impacientes, en la sala de estar de los Paz.

Pero ella solo tenía los ojos puestos en él. Ahí estaba ese hombre alto y buen mozo, con sus cabellos rubios revueltos y esos ojos verdes, encantadores, que la miraban como sonriéndole, cantándole cumpleaños feliz solo para ella. Era su mayor admiración y no podía creer que haya asistido a su cumpleaños.

- ¡Papá! - grito Julieta, cuando acabaron de cantar cumpleaños feliz, tirando inconscientemente sus libros y pergaminos, corriendo al encuentro de su padre y para abrazarlo - viniste, ¡no te olvidaste de mi cumpleaños!

- ¡Feliz cumpleaños, hija mía! - exclamó su padre - ¿Cómo crees que sería capaz de olvidarme de este día tan especial?

- ¡Gracias por venir! - exclamó Julieta, radiante de alegría.

La fiesta estaba muy animada. Vinieron casi todos sus amigos del colegio. Ella estaba feliz. No podía dejar de sonreír. Su padre había viajado hasta allí solo para cantarle cumpleaños feliz. Y su madre, ahí estaba su madre, lejos de sus diseños, feliz platicando con su padre. Ese era el mejor regalo de cumpleaños que Julieta podía desear. Parecía tan bueno para ser real. La tarde transcurrió muy tranquila.

- ¿Qué tal la estás pasando Julieta? – preguntó una voz a sus espaldas. Cuando ella fue por jugo.

- Muy bien ¿y tú? - respondió Cortez, volteándose y derramando jugo en la camisa azul del niño que la estaba hablando, porque no se dio cuenta que estaba tan cerca de ella.

- ¡Oh! Lo siento... que torpe soy... - exclamó Julieta bajando su vaso y tomando una servilleta para limpiarlo.

- No te preocupes. Solo es un poco de jugo. - dijo despreocupado el muchacho, mientras Julieta trataba de pasar una servilleta por la mancha de jugo en la camisa del joven, y mientras lo hacia sus ojos se encontraron con otros color café. El aire le volvió a faltar. Él le sonrió mientras agarraba su mano para terminar de limpiar el jugo y ella se puso más colorada.

- ¿Tu? - fue lo único que le salió.

Saco bruscamente su mano de su pecho y fue tanta la fuerza que le puso que su codo chocó contra una jarra llena de jugo. Demás está decir que el mantel que anteriormente era de un blanco inmaculado, ahora tenía una gran mancha color naranja cubriendo gran parte de su superficie.

- Veo que siempre andas por ahí tropezándote con la gente. Acabo de llegar y ya me echas el jugo encima - dijo el muchacho sonriendo ampliamente. Julieta no se percató del desastre que había ocasionado pues estaba absorta en sus pensamientos que volaban, perdidos en los ojos de aquel muchacho.

- Eh... yo... no lo hice a propósito - se excusó Julieta desviando su mirada de la del joven, tratando de esconder su rostro que subía de tono rápidamente. Al hacerlo, se encontró con el desastre de la mesa y de inmediato encontró una excusa para no fijar su mirada en los ojos cafés que en ese momento le taladraban la nuca.

- Te olvidaste esto en el instituto - dijo el joven para salvar la situación, mientras le colocaba el pergamino frente a sus narices, de modo que Julieta no pudo continuar con su absurda faena. - escribes muy bien, ¿sabes?

Julieta se quedó tiesa al tener enfrente de ella una de sus canciones. El rojo violento que cubría su rostro hace un momento, ahora ya no quedaba nada. Cambio tan rápido del escarlata purpúreo a la palidez total, que cualquiera la hubiera confundido con un termómetro introducido en un refrigerador.

- Para muchos es todo lo contrario – murmuró despacito pensando en cómo la había sermoneado hoy su profesor. Luego de pensar un momento en lo que acababa de decir el muchacho y volteando la cabeza bruscamente, agregó - ¿Lo leíste?

Julieta dejo las servilletas con las que estaba intentando, inútilmente, limpiar la gran mancha color naranja, para frotarse el cuello, pues se había hecho daño al girar la cabeza de esa manera, e intentando controlar su rabia por enterarse de que alguien había leído sus canciones, bajo la mirada y sus ojos se encontraron con la canción que el muchacho seguía teniendo entre las manos. El color volvió a sus mejillas. El estiro la mano en la que tenía la canción para que Julieta lo tomara. Mientras lo hacia sus ojos volvieron a encontrarse y toda esa rabia y vergüenza se desvanecieron al instante. El joven separo los labios para hablar, pero...

-¡Pablo! ¡Oh! Aquí estás, suerte que te encuentro, ven. Quiero enseñarte algo.

Jessica se acercaba a ellos en ese momento. Estiro a Pablo de la muñeca, y no le importo dejar sola a su hermana, ni pedir disculpas. Pablo parecía contrariado, pero no se opuso a los tirones de Jessica. Miro a Julieta y susurro “Lo siento” sin que Jessica lo notara.

- Adiós - susurró Julieta entristecida. Moviendo la mano no muy convencida. Era el novio de su hermana. Debió suponerlo ¿Por qué mas estaría en su fiesta de cumpleaños si no lo conocía? Pero ya lo había visto mucho antes, inclusive antes de aquel vergonzoso encuentro en el instituto.

- Estos son los últimos paquetes, mi niña - dijo Janna, mientras entraba en la habitación de Julieta con un montón de obsequios en la mano. Al ver que no le prestaba atención por causa del estéreo que estaba a volumen máximo. - ¡Baja el volumen! ¡Niña! ¡Despertaras a todos los vecinos!

Julieta reaccionó por fin, se levantó de un salto y apago el estéreo.

- ¿Qué?

- Nada más te decía que pongas más despacio el estéreo, despertaras a todos los vecinos.

- Está bien… pero este es un día muy feliz y necesito expresarme y lo hago por medio de la música que me gusta. - replico con un puchero, mientras recorría feliz la habitación con pequeños saltitos.

- Igual niña, por lo menos póngala más despacio, ¿sí? Y aquí están los últimos paquetes.

- Gracias Janna, déjalos ahí junto a los demás - dijo Julieta mientras volvía de nuevo su concentración a su diario nuevo. - y tendré en cuenta lo que dijo, Janna.

Janna colocó los paquetes en el suelo junto a los demás y dijo:

- Si me necesitas, estaré en la cocina.

- Si, está bien - respondió Julieta a la par que saltaba y prendía de nuevo el estereo. Janna salió con un suspiro de resignación y en el pasillo se cruzó con el Señor Paz.

-Viste a Julieta, no la encuentro-pregunto.

-Siga la música, Señor Paz-respondió con un bufido de conformismo.

-Bernardo, mi nombre es Bernardo. No me gusta que me llamen señor… me deja muy viejo, y creo que todavía no lo soy ¿no te parece? - dijo tocándose el pelo, con aire de vanidoso.

-Sí, señor... - Janna se detuvo, pues Bernardo se dio la vuelta para mirarla reprobatoriamente - Bernardo.

- Mucho mejor, gracias - dijo entrando en la habitación de Julieta, toco la puerta, la música se escuchaba a todo dar y gritando exclamó - ¡puedo entrar, princesa!

- ¡Oh! Si papá pasa -  dijo Julieta, saltando de la cama, para bajar el volumen el estéreo.

- ¿Qué tal esta mi princesita cumpleañera?-dijo saltando junto a Julieta, con un paquete en la mano-es para ti, no quise ponerlo junto a los demás pues se hubiera perdido y no habría tenido el mismo significado, así que decidí dártelo personalmente, ábrelo.

Sonrió mostrando todos sus dientes mientras cogía el paquete y lo abría, para descubrir dentro de la caja un montón de cosas fantásticas, y lanzando un grito de alegría exclamó - ¡El último CD de tu grupo, una camiseta y el póster autografiado, papá, esto es fantástico!.

- Eres la primera que lo va a escuchar, pero todavía no abriste todo - dijo mirando la caja abierta.

- ¡Oh! Es cierto - exclamó mirando el interior de la caja en donde halló otro paquete.

- Este es más especial - dijo mirando la fascinación con que Julieta abría el paquete más pequeño.

Julieta quedo muda, miraba con admiración lo que descansaba entre sus dedos.

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