Capítulo 3.

Alpha Ikender

•A mi lado•

—Ikender resolvimos los problemas con Lort Ashton—. Matías mi beta entra a mi despacho con bastante  papelería en manos. 

—Ya era hora, ese vampiro me tenía cansado con sus estúpidos acuerdos de «convivencia» —ruedo los ojos tomando una copa de vino.

—¿A qué acuerdos llegaron? —pregunto.

—Bueno —mi beta se rasca la cabeza nervioso.

—Accedí a un día de juegos con los vampiros antes de que termine 

el año —escupo el vino que había ingerido.

—¡¿Qué?!— maldigo pata mis adentros limpiándome la camisa.

—No es lo que piensas, cálmate, llegamos a un buen acuerdo de paz.

—¿De qué clase de juegos estás hablando Matías?

—Saltar la cuerda, carreras, ¿juegos de mesa?— menciona encogiéndose de hombros. 

—¡Voy ha matarte!— salto por encima de mi escritorio decidido a golpearlo cuando me detiene.

—¡Espera!  Antes de que me golpeés déjame terminar.

Respiro profundo dándole la libertad de hablar.

—Lorth Ashton es un vampiro muy antíguo, y él ha buscado desde siglos atrás la convivencia sana entre esos chupa sangre y Licántropos. Sabes que de no acceder al trato, reclamaría los terrenos de la manada por derecho de sangre— cerré mis ojos con enojo. Odiaba a los vampiros, eran creaturas repugnantes. 

—Solo será un día Ikender, y firmará el contrato de propiedad.  Asentí con la cabeza, necesitaba pensar más sobre esto. 

—Iré a trotar un poco, encárgate de lo que haga falta.

Salí de mi despacho con intenciones de relajarme. Hace siglos mi abuelo acentó a su gente en estás tierras, siglos después nos dimos cuenta de que estos terrenos le pertenecían a un vampiro muy viejo, un antíguo. Pocos eran los vampiros que llegaban a tal grado de madurez pero, por lo visto Lort Ashton había sobre pasado más de dos milenios sobre la tierra. Es un tipo que no aparenta más de treinta años, con aspecto juvenil y misterioso. Pocas son las veces que sale de sus castillos escondidos en lo más remoto de Pensilvania, las veces que hemos tratado han sido solo para alardear ideas de como hacer que sus clanes convivan más con los Licántropos. 

*¿Y si lo intentas? Quizá conozcamos a alguna loba sexy para pasar el rato*

"Hagret, no digas estupideces"

Mi lobo interior solo hablaba para molestar. Continúe con mi caminata por los terrenos de la manda, ya llevaba algunos minutos caminando cuando empecé ha sentir una ansiedad profunda. Me paré en seco al sentir un dolor en el pecho.

*¡Nos está dando un infarto! ¡Vamos a morir, o no vamos a morir!

"Cállate, no nos pueden dar infartos somos lobos estúpido"

Un pájaro empezó a revolotear molestándome en el camino. Señalaba un ruta de ramas cuando el  olor a bombones y fresa se mezcló en el ambiente llamando mi atención, aspiraba sintiendo el dulce en el viento.

*¡Nuestra Mate! ¡Es ella está cerca!

Mi pecho subía y bajaba, no podía ser verdad, era totalmente absurdo, yo no tenía mate, era un lobo solitario. 

*Búscala es nuestra luna* 

Gruñí haciendo que mis colmillos saliesen. Empecé a correr aún sintiendo está presión en el pecho que se intensificaba con cada paso. Llegué a la orilla de las vías del tren, mi respiración se cortó cuando la vi de perfil. No reaccioné no podía, el tren estaba a punto de llevarla consigo.

*¡Salta!*

Un gruñido bestial salió de mi garganta, salté con todas mis fuerzas tomando su cuerpo, empujándonos hacía la orilla, ella quedó bajo de mí. Fue ahí cuando la ví, era ella, mi mate, mi luna. Sus ojos eran los más hermosos que había visto en mis siglos de vida, pero también los más apagados.  Empezaba a cerrarlos.

—¿Qué sucede?

La inspeccioné de inmediato, el olor a sangre llegó a mis fosas nasales. Estaba herida, pero no fue el único olor que percibí, humana, ella era una humana, una niña.

Grité de cólera, de irá y a la vez dolor. Tantos siglos esperando para que mi compañera fuese una humana.

*Esta muy mal, su corazón va latiendo con más lentitud*

Hagret tenía razón, humana o no, era mía. 

Miré su vestido el cual estaba roto, cubierto de barro y sangre, su sangre. Corté una parte y lo amarré en donde tenía la herida. La tomé en brazos, era muy ligera, al darme la vuelta me dí cuenta de que sus pies sangraban. Y su rostro, su pálido rostro tenía un morado, la habían golpeado.

Corrí con ella en brazos abrumado por las mil sensaciones que tenía en el cuerpo. 

—No voy a perderte, resiste humana, resiste— aumenté mi velocidad rompiendo ramas y lo que encontraba mi paso. Nunca antes había tenido que correr tan rápido, sintiéndome tan desesperado. Llegué justo cuando Matías salía de la mansión. 

—Llama a Cristina. ¡Ahora!— Grité dejándolo estático. 

Subí las escaleras de un solo brinco. Entré a mi habitación dejándola sobre la cama. No puedo creer que la haya encontrado, pienso que esto es un sueño pero no, no lo es. Me acerco hasta quedar de frente, parece muerta, lo creería si no pudiese escuchar su débil corazón. ¿Cuántos años puede tener está niña? ¿Realmente era mi Luna?

—Alpha— Cristina, la mujer que siempre estuvo a mi lado después de la muerte de mi madre, y también una de las mejores doctoras de mi manada, entra a la habitación en un intento de arrebato por saber que me tiene en este estado. Y porque se le llamó con tanta urgencia.

—Es mi mate, la encontré a las afueras, cerca del límite al Oeste.

Sus manos cubren su boca en una expresión de asombro.

— Salvála — es lo único que puedo decir. Matías entra ha la habitación pero cede al ver mis ojos enfurecidos.

La rabia corre por mis venas, rabia de saber porque está así, rabia por la persona que me hizo esto, rabia con la diosa luna por poner a una humana en mi camino. Cuando estaba, resignado...

—Su herida no es muy profunda pero ha perdido mucha sangre, debió de haber pasado tiempo con ella— saca sus instrumentos del maletín que siempre lleva. Revisa sus ojos, su presión y los latidos de su corazón. 

— Nesesito una bolsa de sangre humana, al menos un litro, o morirá.

Estallo mi puño contra la pared haciendo un hueco. No había ningún acentamiento humano a kilómetros. Y ella lo necesitaba ahora. 

¿Diosa luna, mandaste a  mi mate para que muriera en mis brazos?

—Debe haber otra manera.

Cristina me miró como si ya supiera la única salida que había. Mi sangre no podía curarla, no almenos hasta que el vínculo entre ambos fuese sellado. 

Mis manos temblaron por la m*****a impotencia. La sangre de vampiro era capaz de cerrar heridas y dar fuerza.

—¡Matías!— mi gritó se escuchó tan fuerte que hizo temblar la habitación en donde me encontraba.

Mi beta llegó con el corazón saliéndose de su pecho. 

—Dile a Lort Ashton que accederé a cualquier modo de convivencia, pero que mande a uno de sus vampiros ha salvar a mí mujer.

Abrió sus ojos con asombro y su mirada pasó a la de la muchacha tenida en la cama. Debatiendose entre la vida y la muerte. Mi beta desapareció de mi vista. Cristina prosiguió a saturar la herida y detener el sangrado, empezó a curar aquellas otras que no pude ver. Sus pies tenían cortes, unos más profundos que otros, sus brazos raspones y moretones. 

El tiempo pareció ir aún más lento, la desesperación llegó a mi sistema cuando escuché que sus latidos iban cayendo. Cristina se apresuró a realizar un procedimiento de reanimación. 

La empujé a un lado cuando vi que no funcionaba.

—¡No puedes dejarme!. Te ordeno como tú Alpha que te quedes— presionaba su pecho con fuerza, una y otra vez, abrí su boca y vertí aire en ella. 

—No me dejarás, no ahora que te encontré, soy tu hombre y tú eres mi mujer.

—¡Alpha no! —el grito de Christina no pudo detenerme. Ya me encontraba mordiendo su cuello. 

Marcándola, en ese instante un vampiro de cabello rojizo entró a la habitación. Y su corazón se detuvo por completo.

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