Capitulo 1

Hallie

257 días.

257 días de búsqueda exhaustiva. Y por fin las noches en vela, las lágrimas y la sangre derramada, el frío del invierno y las carreras de vida o muerte dieron fruto.

Encontré la nueva ubicación de la manada Blackcher. Mis amigos, mi familia. Mi manada, mi hogar.

Cruce la línea fronteriza, que divide el territorio neutro con el territorio de los leopardos, con el corazón en la boca. La barrera me abrazo como una vieja amiga, me reconoció y por ello no me ataco. El olor de la manada me inundó las fosas nasales despertando los recuerdos en mi mente. Cientos y miles de momentos felices vinieron a mí, humedeciendo mis ojos.

Respire profundo, mis músculos se relajaron y la bestia de mi interior comenzó a despertar. Después de casi estar tres años dormida a fuerza de voluntad para que los lobos no la destruyeran, por fin podía despertar.

Me quité los zapatos, necesitaba con desesperación sentir mi tierra en contacto con mi piel. Era una textura áspera y suave al mismo tiempo. En mi planta del pie se clavaron piedrecillas y astillas, pero no me importó. No era nada.

Avancé un paso. Dos pasos. Y los guardias de las fronteras saltaron sobre mí. Me aparte a tiempo, antes de que sus garras cortaran mi cuello.

Alto—dije, una sola palabra, infundiendo todo mi poder en mi voz. El aura de una bestia sangrienta me cubrió como una segunda capa de piel. Los leopardos se tensaron, el pelo de sus lomos erizándose.

Los leopardos reconocieron que no estaban frente a alguien débil, sino que más fuerte que ellos. Quizás me vieron como un renegado. No abandonaron la posición de defensa y eso me dio una buena impresión de ellos.

¿No reconocerían mi olor? ¿Se habrán olvidado de mí?

Ha pasado mucho tiempo. Ya no soy la niña que era. Las cosas que viví me rompieron en pedazos. El último año en que buscaba a mi familia también hice mi mayor esfuerzo para juntar todos los trozos rotos, eso cambió el aura de inocente juventud que me rodeaba. Además, mi aspecto sufrió graves cambios por culpa de mis captores. La niña bonita que ellos recordaban ahora es una mujer con horribles cicatrices que distorsionan sus rasgos. Pero mi olor...

Quizás tanto tiempo lejos de casa hizo que el olor del clan se fuera.

Pero eso sería imposible, a menos que me hayan dado por muerta.

Carraspee. Enfrente a los leopardos, mirándolos fijamente a los ojos. No mostraría ni un ápice de debilidad frente a ellos, pues si están bien entrenados saltarán sobre mí en cuanto parpadee.

Exijo que me lleven ante su alfa.

Eran dos bestias. Un leopardo de pelaje tan oscuro como la noche. Este parecía el mayor de los dos, sus ojos azules me miraban con duda. Su compañero, un leopardo joven, quizás un recién iniciando, mantenía sus ojos verdes con amenaza hacia mí.

El mayor de los dos, el leopardo de pelaje negro, me enseñó los dientes. Un potente y amenazante sonido brotó de su garganta.

No me moví. Al contrario, con el despertar de mi animal comencé a recordar cosas que temí haber olvidado para siempre; de mi garganta salió un gruñido más potente que el del leopardo. Era bajo, grave, no los amenazaba, solo les estaba advirtiendo.

Cada vez que me imaginé mi regreso, jamás creí que ésta sería mi bienvenida. Creí que me reconocerían. Pero me equivoqué.

El leopardo negro entrecerró sus felinos ojos en mi dirección.

Entonces, lo recordé. Esos ojos azules por los que muchas chicas suspiraban, incluida mi hermanita menor.

Jeremy, quien hace tres años apenas estaba en la mitad de su entrenamiento. Habíamos cruzado palabras un par de veces, incluso tuvimos clases de defensa en común. Recuerdo cuando le tocó atacarme, su puño impactó con tanta fuerza en mi cara que quebró mi nariz. Creí que jamás sentiría un dolor tan horrible.

Que débil que era entonces.

Mi nombre es Hallie Black— dije, ambas bestias se sorprendieron, abriendo sus ojos tan grandes como les era posible. Clavé mis ojos en los azules de Jeremy— exijo ver a tu alfa, Jeremy.

Eso fue suficiente para acabar con las dudas del cambiaformas. Estoy segura de que, si estuviera en su forma humana, en estos momentos estaría jadeando de la sorpresa, tan pálido como un fantasma.

Con un gruñido, me indico que lo siguiera. Su compañero tuvo que quedarse, aún me observaba con cautela, sin bajar sus escudos. Un buen guardia. Tiene un futuro prometedor.

Uno jamás se es lo suficientemente desconfiado.

En estos momentos, Jeremy está cometiendo una falta al creer tan fácilmente en mis palabras. Pero como he solo dicho la verdad y no tengo ánimos para corregir su error, mantengo mi boca cerrada.

No me transforme. Aún no podía. Mi leopardo seguía débil, apenas despertando de un largo sueño. Así que corrí como humana a su lado, sin sobrepasarle a pesar de poder haberlo hecho tranquilamente. Y él lo sabía.

Entonces, dejamos atrás al bosque para entrar a un pueblo. Bajamos la velocidad hasta que simplemente caminábamos, pasamos por varias calles desiertas hasta que llegamos la principal. Había mercados, tiendas de ropa y accesorios, incluso tiendas de armas. Parece que ya no se conforman con solo las garras y los dientes.

Esta calle estaba más poblada que las demás. Las personas se detenían en cuanto nos veían pasar. Nadie se sorprendía por la presencia de Jeremy, después de todo todos eran como el, además de que no era el único que se paseaba en su forma animal. No. La gente se detenía en mí. Fijando sus ojos en mi rostro. Podía oler la curiosidad que sentían hacia la desconocida. Podía escuchar el no tan sutil susurro de los niños preguntándole a sus madres que me pasó en la cara. Ese cuento era para una noche de terror frente a una fogata.

Entonces, una figura saltó sobre Jeremy envolviendolo en un abrazo. Un olor familiar inundó mi nariz y me detuve, incapaz de seguir.

Era ella.

La chica que abrazaba a Jeremy se separó de él, luciendo una sonrisa enorme y totalmente feliz. Una punzada de añoranza en mi corazón me hizo aceptar de que en verdad era ella.

Tenía el cabello castaño con mechas rubias, algo que hace tres años jamás se le hubiera permitido. Estaba más alta y su figura era más parecida a la de una mujer que la de una niña. Sus ojos estaban chispeantes de alegría al ver a su compañero.

Compañero. Sonreí ante eso. Al final del todo, mi hermana logró atrapar al chico que le tenía embobada.

¿Qué haces aquí?¿No deberías protegiendo la frontera?— Preguntó, su voz era como un bálsamo de paz y armonía para mis sentidos. Un alivio me recorrió todo el cuerpo y los músculos que no sabía que estaban tensos se relajaron— Theodore se enfadara si se entera.

Como respuesta, Jeremy lamió su cara juguetón antes de girar su peluda cabeza hacia mí. Susan copió su acción, sus ojos cayeron sobre mí.

Me analizo despacio de los pies a la cabeza, como una compañera celosa. Vi como olió con discreción el aire y frunció el ceño ante no reconocer el olor. Eso me entristeció. Entonces, llegó a mi rostro y sus ojos se abrieron tan grandes que temí que se salieran de su bonito rostro.

No puede ser— susurro, tapando su boca con sus delicados dedos, intentando en vano que sus ojos no llorarán.

Intenté sonreír. Juro que lo intente. Aunque lo más parecido que pude hacer fue una mueca triste.

Hola Su— fue lo único que se me ocurrió decir.

Estuve practicando y diseñando discurso que diría cuando me volviera a encontrar con mi familia. Pero se me han olvidado toda las palabras que prepare.

Pero no importó, las palabras sobran aquí, porque Su salto sobre mí y me apretó contra su cuerpo. El calor que desprendía me desestabilizó un poco. Después de tanto tiempo sintiendo frío, solo frío, tener esta fuente de calor pegada a mí me descolocó.

Abrace a mi hermana menor con fuerza. Tuve que luchar para no clavar las garras y así evitar que se separara de mí. Que se alejara.

Sentí sus lágrimas empapar mi hombro. Me sentí culpable por no poder llorar. Mis ojos ardían, pero ni una sola lagrima salio. Ya no quedaba mas lagrimas en mi.

¿Eres tú?— Preguntó entre sollozos, yo solo asentí aunque no podía verme. El nudo en mi garganta me impedía hablar— eres tú. Eres tú. Eres tú.

Se separó unos centímetros de mí, como para volver a comprobar que no estaba equivocada. Un quejido bastante animal se escapó de mi cuando se separó. Pero enseguida puso sus manos en mi rostro, acariciando mis mejillas.

Estas viva.

Sus dedos rozaron mis cicatrices. Me tense y me aleje. Por unos segundos las había olvidado. Vi el dolor en sus ojos cuando la rechacé, pero también vi comprensión y compasión. Me daría mi espacio.

Después de tanto tiempo de sobrevivir en la feria soledad, su calor y su contacto me había sobrepasado.

Ven, Hallie— dijo con su voz temblando al pronunciar mi nombre, las lágrimas aún bañaban su rostro— Vamos a casa.

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