MALAS NOTICIAS.

—De qué estáis hablando?

La voz de Sam estaba temblorosa como si quisiera llorar.

Eva y Laura dejaron de hablar cuando le vieron llegar, estaban sorprendidas y preocupadas.

Laura corrió a abrazar con fuerza a su hijo.

—Cariño dónde estabas?, me tenías muy preocupada.

Laura le besaba la frente, las mejillas, revisando de que estuviera bien y no le hubiera pasado nada malo.

—Quiero saber porqué habéis dicho que no soy vuestro hijo biológico.

A Sam ya no le importaba el estado de Laura, sólo quería saber porqué dijeron eso.

Sólo con pensar que Laura no era su mamá, y que sus hermanos no eran sus hermanos le aterraba.

—Escuchaste mal—dijo Eva con tono frío como de costumbre.

Laura se quedó en silencio, abrazando a su hijo.

—Crees que soy estúpido?, os oí perfectamente. Si no comparto genes con ustedes significaría que me habéis prohibido todo por esa razón?

Sam no pudo seguir gritando y las lágrimas empezaron a desbordarse, tenía la nariz moqueada y los ojos medio rojizos.

Pese al dolor que le causaba todo esto, siguió quejándose.

—Me habéis tratado de manera diferente desde que tengo memoria todo es por-

Poof.

Sam no pudo terminar de decir la oración, pues Eva se lo había impedido con una cachetada en la mejilla.

—Cállate!!!—ordenó Eva con furia.

La cara inexpresiva y fría que acostumbraba a mostrar había cambiado, por un rostro oscuro con venas en la cara, tenía sus ojos verdes muy abiertos.

Sam puso su mano derecha en su mejilla en la que le había golpeado y las lágrimas brotaron aún más, él quiso quejarse pero no se atrevía por miedo a la furia de Eva.

La cachetada hizo que Sam cayera al suelo y se puso a temblar, derramando lágrimas.

—Basta!!!—exclamó Laura.

Laura se puso en medio de Sam y Eva para que no se acercara más a su hijo, le dió un abrazo para consolarle, acariciándole la cabeza, secando sus lágrimas y moco con su propia ropa, luego fue a la cocina a por hielo para la enrojecida e hinchada mejilla de Sam.

Laura le puso el hielo que estaba cubierto con una tela limpia en la mejilla.

—No tenías porqué pegarle al niño.

—Él provocó esta situación por decir insensateces—respondió Eva, metiendo sus largos dedos en su lacio cabello negro.

—Quién te crees que eres para ponerle una mano encima a mi hijo?, que sea la última vez o el sofá te hará compañía todas las noches.

Pese a que la voz de Laura tenía el mismo tono tranquilo, era amenazante.

Eva frunció el ceño molesta por ser regañada por su mujer, odiaba tener que disculparse cuando sabía que había hecho lo correcto.

Sin embargo el pensar que tendría que pasar las largas noches en un sofá frío, en vez de en los brazos cálidos de su esposa la irritaba más.

Resopló rindiéndose, y decidió dar el brazo a torcer.

—Lo siento cariño, no volverá a pasar.

Sam seguía pensando en lo que había oído, quería saber más, la incertidumbre le estaba matando más que el dolor en su mejilla.

Dejó de ponerse el hielo, se secó las lágrimas y los mocos, miró fijamente a Laura porque sabía que era la única que le diría la verdad.

—Mamá es cierto que no soy vuestro hijo?

Sam todavía tenía la esperanza de que fuera mentira, de que todo había sido un malentendido.

Laura no dijo nada otra vez, sólo miraba al suelo evitando la mirada de Sam.

Y esa actitud de evasión sólo hizo que Sam pensara lo peor, y gritó insistiendo a punto de llorar.

—Mamá por favor habla.

Eva se hartó de la actitud caprichosa y mimada de Sam, así que decidió desviar el tema para que dejara de preguntar cosas del pasado.

—No tienes ningún derecho de estar preguntando nada cuando te dije expresamente que no salieras en los próximos días, y lo primero que haces es desobedecer.

Pese a los gritos de Eva, Sam hizo como si no la escuchara porque lo que más le interesaba en este momento era saber la verdad.

Eva estaba a punto de explotar ante la indiferencia de su mimado hijo, y le exigió.

—Te estoy hablando, no me ignores.

Sam dejó de mirar a Laura con ojos de cachorrito, dió la vuelta hacia donde estaba parada Eva y se quejó con ella.

—Quieres que no te ignore, pero cuando pregunto por lo que estabais hablando pasas de lo que digo al igual que mamá.

Eva se sacó la mano que tenía en su bolsillo, y comenzó a caminar en la dirección donde estaba Sam, con ojos que estaban que echan fuego de ira.

Quería darle otra cachetada a Sam por atreverse a hablarle con ese tono tan altanero, pero cuando vió la fulminante mirada que Laura la echaba, recordó lo que le dijo respecto al sofá.

Dió un paso atrás rindiéndose de mala gana, no quería discutir con su mujer tan tarde menos por una tontería.

—Mami?

Apareció Blanca, somnolienta frotándose los ojos, cargando consigo su peluche de unicornio rosa que hacía juego con su pijama.

Su pijama el mismo diseño de unicornio, era como ver una linda unicornio rubia.

Eva cambió su rostro,no quería asustar a su hija con sus gritos y su rostro sombrío. Fue hacia ella en las escaleras.

Como Blanca a penas tenía dos años, a veces dormía con sus madres y hoy era uno de esos casos.

La habitación estaba en el segundo piso, por lo que tenía que pasar por las peligrosas escaleras para llegar al salón, que se encontraba en el primer piso.

Blanca estaba parada en las escaleras, a punto de llegar al primer piso.

Eva cargó a su hija en brazos y la habló con una voz suave y amorosa, pero tranquila a la vez.

—Has tenido una pesadilla pequeña?

La pequeña no dijo nada,su madre la llevó hasta donde estaban Laura y Sam, cuando la pequeña vió su estado quiso ir a donde estaba.

—Quiero ir con hermanito.

Eva la dejó al suelo y Blanca vino donde estaba Sam con Laura, le miró fijamente y cuando vió su rostro se puso a llorar.

—Qué pasa princesa, te duele algo?

La limpiaba sus ojos azules con su propia ropa.

—Hermanito triste?—preguntó Blanca con los ojos aún húmedos.

Infló sus mofletes queriendo llorar más, Sam la dió un beso en la mejilla, en la frente, luego forzó una sonrisa para no preocuparla.

Ver a su hermanito herido la dolía, Sam era su hermano favorito ya que era el que más jugaba con ella.

El resto de sus hermanos se la pasaban ocupados con sus trabajos, y Sam era el único que tenía tiempo para ella por lo que le tomó más cariño.

—Estoy bien Blanca, no es nada.

Esa respuesta no convencía a la pequeña Blanca, le miraba como intentando asegurarse de que realmente estaba bien.

Puso su mano en la mejilla enrojecida de Sam y le preguntó a punto de llorar otra vez.

—Seguro?

Sam agarró su manita, la sonrió y dijo.

—Estoy bien.

Sam se puso en pie cargándola, moviéndose para mostrarla que estaba bien.

—Vez?, estoy bien.

Eva estaba cansada de mirarles, Blanca tenía que estar en su cama ahora y no hablando con Sam y ordenó.

—Pequeña es mejor ir a la cama es tarde.

—Vaaaale.

Aunque Blanca aceptó, su voz mostraba desánimo.

Eva cargó a Blanca y luego se paró delante de Sam como si olvidara algo y soltó irritada.

—Después tú y yo seguiremos hablando.

—Mejor en otro momento es tarde debemos ir a la cama—explicó Laura.

A pesar que Sam quería seguir hablando del asunto, decidió no continuar para no provocar una pelea entre sus madres.

Laura acompañó a Sam hasta su cuarto que estaba en el segundo piso, le dió un beso de buenas noches en la frente y se fue a su cuarto que estaba en el primer piso.

Sam se desnudó y se dió una ducha para sacarse todo el olor de la discoteca, y despejar su mente un poco.

Después de la ducha se puso el pijama, que era una camisa de manga larga azul marino que hacía juego con el pantalón largo, se puso unos calcetines de lana porque no podía dormir bien sin que todo le tapara cuando hacía frío.

Pese a que estaban en plena primavera, Londres todavía tenía un clima muy frío.

Sam se metió en la cama, se cubrió con una colcha blanca, apoyó su espalda y cabeza en la parte de la cabecera de la cama.

Luego tomó el mando del televisor y lo encendió, conectó metube y se puso a mirar las noticias en las que aparecía James.

De tanto mirar la tele, Sam se quedó dormido con la tele encendida.

Horas después Eva volvió al cuarto de Sam, le encontró dormido con la tele aún encendida, frunció el ceño al darse cuenta quién aparecía, la apagó y cubrió bien a Sam para que no se resfriara.

Le dió un beso en la frente y regresó a su habitación junto a su esposa e hija.

***

A la mañana siguiente Sam no se levantó tan temprano ya que no había ninguna razón para hacerlo, no tenía clases por ser fin de semana y no podía salir por órdenes de su madre.

Cuando se despertó se dió cuenta que la tele estaba apagada, no recordaba que lo hubiera encendido, sin embargo creyó que Laura lo habría apagado cuando estaba dormido y no le dió importancia.

Se quitó el pijama que tenía puesto y su ropa interior, fue a su baño privado que tenía en su habitación.

Llenó la bañera de agua caliente pero sin pasarse, se metió en la bañera y se puso a lavarse, primero sus brazos, luego sus piernas, su cuello, y por último su lacio cabello.

Más tarde se secó el cuerpo, se puso crema y se vistió.

Tenía puesto un chándal negro que hacía juego con la sudadera, y unas pantuflas de algodón para estar más cómodo.

Se puso un poco de pomada para bajar la inflamación de su mejilla, mirando su rostro que se reflejaba en el espejo.

Toc Toc

—Quién es?

—Soy yo—contestó Damián.

Sam dejó de ponerse la pomada, se limpió las manos rápidamente y dijo.

—Adelante.

Damián abrió la puerta y le sonrió a su hermanito con ojeras en los ojos por el trabajo.

Al ser Damián un médico, más aún un cirujano plástico, estaba muy ocupado, a veces se tomaba horas extras.

El trabajar en una prestigiosa clínica donde atendían a famosos para sus retoques estéticos, no era fácil para él.

Con los avances tecnológicos y médicos ahora la gente podía cambiar casi todo lo que no le gustaba de su cuerpo, y cuando uno quería verse más "bella" más aún si era una famosa, no le iba a importar si el médico descansaba lo suficiente o no.

Por lo que no era raro ver a Damián con enormes ojeras en el rostro.

—Mamá me dijo que hablara contigo, qué ha sido esta vez?

Damián le sonreía y acariciaba su mejilla enrojecida.

Ambos hermanos se sentaron encima de la cama, y Sam decidió sacar el tema que le estaba carcomiendo

—Sabías que quizás soy adoptado?

Damián desvió su mirada, quedó en silencio unos instantes, luego dijo.

—No sé de qué hablas.

Al igual que Laura, Damián era un pésimo mentiroso así que Sam se dió cuenta que estaba escondiendo algo.

—Mmmm... así que no lo sabes, eehh?

Sam le miraba dudando con ojos inquisitivos.

Estaba prohibido hablar del pasado de Sam por lo que Diego decidió desviar el tema.

—Cuéntame a dónde habías ido, madre me dijo que llegaste tarde ayer.

Pese a lo obvio que era la intención de Damián, Sam fingió caer en su trampa ya que sabía que su hermano no le iba a contar nada.

Él le estuvo contando todo lo que había pasado, y dónde le había llevado Diego.

Mientras que Damián le contaba algunas cosas que pasaron en la clínica.

A él le encantaba escuchar las historias de la clínica que su hermano le contaba, eran mejores que las revistas de chismes de los famosos.

Los dos hermanos estuvieron hablando un buen rato hasta que Laura tocó.

Toc Toc.

Ambos hermanos se miraron entre sí en silencio, Sam percibió el olor de la comida que estaba en el piso de abajo y se imaginó que era Laura.

—Adelante—dijo Sam.

—Chicos es hora del desayuno.

Laura estaba parada en la puerta de la habitación, sujetándola mientras miraba a sus hijos, cuando vió el rostro de Sam frunció el ceño y preguntó.

—Te sigue doliendo?

Sam negó con la cabeza, Laura sonrió aliviada y susurró.

—Me alegro, entonces bajen o el desayuno se enfriará.

—Vale mamá.

Ambos hermanos contestaron al unisono.

El desayuno fue lo más normal y pacífico ya que Eva no estaba, Sam estuvo charlando con Blanca y Damián mientras desayunaban, y no hubo ningún inconveniente.

Después del desayuno Sam se subió a su cuarto porque a pesar d que era fin de semana tenía que hacer sus deberes, sin embargo al final no pudo hacerlo porque recordó que sus cosas se quedaron en la casa de la novia de Diego.

Sam se echó encima de su cama boca arriba y se puso a ver vídeos de James en metube.

Él no tenía ni idea de porqué o desde cuándo le gustaba James, ni si quiera se imaginó que le podría gustar un chico, en realidad no le atraía ninguno sólo James.

Sentía que era su alma gemela y quería verlo aunque fuera en la tele.

Pese a haber crecido en una familia de madres lesbianas, nunca le contó a nadie que le gustaba un chico.

Toc Toc

—Quién es?

—Adivina?

Diego estaba detrás de la puerta con una gran sonrisa.

Sam se levantó de su cama pesadamente, y abrió la puerta.

Ahí estaba él parado, cargando las cosas que dejó Sam en la casa de su novia.

—Hola Diego.

Sam se veía mucho más animado ahora que tenía a su mejor amigo.

—Hola-

Justo cuando Diego iba a hablar se quedó helado al ver el rostro enrojecido de Sam, frunció el ceño y puso su mano en esa parte enrojecida.

Sam apartó su mano de su mejilla y evadió su intensa mirada.

—Fue tía, ella te pegó?

Sam se quedó en silencio sin responder, confirmando lo que pensaba Diego.

El rostro de Diego se volvió sombrío y se sentía irritado y molesto consigo mismo, por su culpa Sam había recibido una cachetada.

Por su insistencia en salir y no hacerle caso a Eva Sam salió lastimado.

Se arrepentía de haberle llevado sabiendo cómo era Eva.

—Lo siento, es mi culpa.

Esa disculpa hizo sentir a Sam culpable, y se apresuró a calmar a Diego que se sentía responsable de toda esta situación.

—No es tu culpa, ya sabes el mal genio que tiene madre así que no te preocupes, mejor hablemos de algo agradable, qué te parece?

Sam le sonrió mientras intentaba cambiar de tema a algo más agradable.

Diego asintió.

—Ok.

Pese a que Diego todavía estaba molesto y se sentía culpable, prefirió no seguir con el tema, más que nada porque no quería que Sam recordara ese desagradable momento.

Los dos se sentaron encima de la cama y se pusieron a charlar de algo que no fuera Eva.

Diego le contó a Sam que había terminado con esa novia suya que estaba con ellos en la noche.

Aunque habían terminado, la pareja duró más tiempo que las anteriores, ya que Diego no solía estar tanto tiempo con ellas, máximo dos o tres meses.

—Qué ha sido esta vez?

Sam le miró espectante, esperando la excusa que iba a inventar ahora por el rompimiento.

—Pues me cansé, se estaba volviendo algo pesada.

—Ya, pero a mí no me pareció que fuera así cuando la estabas metiendo mano anoche.

—Eso era una especie de despedida.

Cuando Sam iba a preguntar a Diego de esa "despedida" alguien tocó la puerta.

Toc Toc.

Después de golpear, Laura entró en la habitación.

—Cariño aquí tenéis algo para picar.

Laura tenía una bandeja de frutas y varios dulces, para el invitado y para mimar a Sam.

Ella se sentía mal por la cachetada que le dió Eva, por eso puso más dulces que de costumbre.

—Gracias mamá.

—De nada cariño.

Laura dejó la bandeja de frutas y dulces en las manos de Diego, ya que él se ofreció a ayudarla.

Luego ella se fue, y Diego dejó la bandeja en la mesita de noche que estaba al lado de la cama.

—A qué te refieres con despedida?

—Ella es buena en la cama y por eso quise hacerlo por última vez.

Para Diego el sexo era muy importante por eso estuvo con ella medio año, si no fuera por eso no habría aguantando sus celos enfermizos.

Él no sentía ninguna vergüenza en admitirlo o hablar de esos temas, a diferencia de Sam que estaba colorado por estar hablando de sexo.

—Eres un cabrón, así no vas a conseguir una novia duradera.

Diego simplemente sonrió orgullo mientras se comía la fruta que trajo Laura.

—Siempre pones excusas para todo cada vez que sales con alguien, que si es pesada, celosa, borde, o que no soporta la amistad que tenemos.

Hasta cuándo vas a seguir con tus excusas?, si no fuera por tu cara bonita ninguna mujer saldría contigo.

Las mujeres se acercaban a Diego porque era muy popular en la universidad, era amable con todos, pero sobretodo era porque estaba como un tren.

Y el muy sin vergüenza usaba eso para destrozar los sentimientos de las pobres chicas.

—Crees que mi cara es bonita?

El que Sam reconociera su aspecto físico y dijera eso hacía muy feliz a Diego, no paraba de sonreír como un tonto.

Tenía las orejas y las mejillas sonrojadas, y se veía muy emocionado.

Sam suspiró con indignación y puso su mano en su frente, moviendo su cabeza de izquierda a derecha con los ojos cerrados.

—Hablo en serio, no puedes ir por ahí destrozando los sentimientos de las chicas.

La advertencia de Sam de nada sirvió, pues Diego seguía en su mundo repitiendo en su cabeza, la parte en la que Sam admitía que era guapo.

Sam volvió a suspirar resignándose.

Ahora que Diego le trajo sus cosas podía aprovechar para hacer la tarea, además Diego le podía ayudar con la tarea.

Aunque dijeran que las rubias en este caso los rubios eran estúpidos, Diego no caía en ese estereotipo.

Pese a que era un Casanova y un pésimo novio era muy bueno en la universidad, sacaba muy buenas notas.

—Diego me ayudas con la tarea, ya que estás?

—Qué aburrido, te vengo a visitar y lo que quieres es estudiar—resopló mientras se quejaba.

A veces Sam se preguntaba si realmente las notas que sacaba Diego era porque era un genio, se esforzaba, o simplemente porque copiaba en los exámenes y trabajos.

No entendía cómo alguien que sacaba buenas notas podía decir que estudiar era aburrido.

Ni si quiera Sam sabía cuándo Diego estudiaba, o si realmente lo hacía.

—Porfavor.

Diego intentó evitar su mirada mirando a otra parte, y Sam perseguía sus ojos para dar pena y que cayera.

—Está bien.

Al final Diego acabó rindiéndose, le era imposible decir que "no" a Sam, más aún si ponía esa cara y Sam siempre se aprovechaba de eso para salirse con la suya.

Ambos estuvieron haciendo la tarea durante horas, hasta que Eva abrió la puerta sin tocar.

Sam se irritó por su presencia, aún más porque entró en su habitación sin tocar la puerta.

Cuando Diego notó que había entrado Eva se levantó del asiento, ya que estaba sentado en un asiento que había en el escritorio de Sam.

—Buenas tía.

Diego estaba acostumbrado a llamar a las madres de Sam"tía" por respeto, y porque su familia y la de Sam se conocían desde que ellos iban a la universidad, por eso las veía como sus tías.

—Buenas—contestó Eva con frialdad.

—Sam cuando acabes baja.

Después de decir esas palabras cerró la puerta y se fue.

Ese "baja" puso rígido a Sam, ya que eso sólo podía significar malas noticias.

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