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Ni siquiera podía entender con claridad que era lo que estaba sucediendo a su alrededor. De un momento a otro unos hombres se habían acercado a ella con grandes armas para terminar liberándola de aquellas cadenas metálicas que al final del día habían terminado por lastimar su piel. Las mujeres con las que había estado durante todo el día habían desaparecido una por una a través de aquella puerta de metal. En esos momentos era su turno, la llevaban amarrada de muñecas y con el rostro cubierto por una tela delgada que le permitía ver levemente lo que estaba sucediendo en el exterior.

La llevaban por una clase de pasillo oscuro, iluminado con luces de varios colores, se podía escuchar la música de fondo, Aurora pudo percatarse que se encontraba en alguna clase de bar. La música era lenta, seductora y terrorífica.

Sus torpes pasos la hicieron tropezarse por un momento mientras caminaba por aquel lugar, sintiendo como uno de los hombres que la acompañaba con una de las largas armas la jalaba del brazo para evitar que ella cayera en aquel oscuro pasillo.

—Que molestia—susurró aquel hombre— ¿Por qué Theo siempre tiene que conseguir las mejores cosas?

—Posiblemente porque es el hijo del jefe, el socio y miles de razones más por las que Theo siempre termina consiguiendo todo lo bueno que viene a este lugar— respondió otro de los hombres que la escoltaban hacia algún desconocido lugar. — no deberíamos estar hablando de esto, únicamente cumplamos con la entrega antes que nos metamos en problemas por llegar tarde.

El sonido de unas cuantas puertas metálicas la hicieron temblar, imaginándose por un momento que la encerrarían en alguna clase de jaula metálica sin oxígeno ni espacio. Obligándola a vivir en esas condiciones hasta que su cuerpo decidiera rendirse y eventualmente muriera.

—El auto está listo—soltó una voz desconocida a su lado—  lleven a la chica con el cuervo y asegúrense que no se escape.

—Entendido.

Aurora prefirió guardar silencio, manteniendo su boca perfectamente cerrada mientras caminada. De vez en cuando sollozos salían de sus labios, siguiendo cada uno de los pasos que aquellos hombres le imponían seguir. Podía seguir como las piernas y las manos le temblaban con fuerza cada vez que daba un paso hacia adelante. Por un momento al sentir el aire fresco de la ciudad se preguntó cuántas posibilidades de escapar habría en ese lugar. Incluso si sus manos estaban perfectamente atadas, sus pies no lo estaban por lo que correr podría ser una gran oportunidad pero no estaba segura si se encontraba en un espacio abierto donde podría correr con libertad. A través de aquella tela negra que le cubría el rostro pudo ver una gran pared metálica que impedía por completo sus pocas oportunidades para escapar de aquel lugar.

Inmediatamente se rindió ante aquella mínima y escasa posibilidad de escapar de aquel asqueroso lugar lleno de maltratos y delincuencia.

Cuando la hicieron subir a uno de los vehículos pudo escuchar el sonido de un arma prepararse, como si estuvieran preparándose para en cualquier momento llenarla de plomo en aquel vehículo que olía únicamente a un delicioso perfume masculino.

—A la mansión de Theo.

—Entendido— respondió otro hombre, encendiendo el motor.

Aurora tembló sobre su asiento cuando sintió a uno de los hombres sentarse justamente a su lado. Durante todo el camino se mantuvo en completo silencio, deseando no hacer ni un solo sonido que pudiera provocar la furia de aquellos hombres que tenían el completo control de la situación. Aurora se mantuvo contando el tiempo durante todo el transcurso, contando cada uno de los segundos que pasaban. Dándose cuenta que el vehículo se detenía permanentemente después de unos veinte minutos de viaje.  Un pequeño grito de nervios salió de sus labios cuando uno de los hombres retiró la tela negra que cubría su rostro. Encontrándose con un hombre rubio que tenía la misma mirada asesina que los otros hombres que habían entrado en el radar visual de Aurora. 

—Abajo—ordenó, señalando la puerta.

Aurora se sorprendió al ver la lujosa mansión que había a un costado del auto, una gran mansión de color blanco con gris. Decorada con cortinas negras que hacían ver más monocromático los colores de la mansión, frente a ella había un gran jardín, perfectamente cuidado, lleno de césped brillante y fresco. Toda la propiedad estaba rodeada de grandes bardas de cemento que impedían alguna clase de fuga. Todas las esperanzas de Aurora huyeron al finalmente entender que ni en ese lugar podría escapar de la pesadilla en la que terriblemente había caído.

Al verse obligada por uno de los hombres terminó por bajarse del vehículo, sintiendo como le colocaban inmediatamente uno de los rifles sobre su delgada cintura, haciéndola temblar en aquel lugar. Su primer paso hacia enfrente fue terriblemente torpe, tropezándose ligeramente, chillando al sentir como la punta del arma de clavaba sobre su piel.

—Entra— ordenó el hombre que mantenía el arma apuntando sobre su cintura.

—No me hagas obligarte— soltó el otro hombre que había venido con ellos, frunciendo el ceño mientras señalaba con su arma la gran puerta de madera negra.— ahora.

Ella únicamente asintió, caminando torpemente hacia la gran puerta negra, observando a través del reflejo de las ventanas como aquellos hombres la apuntaban con los grandes rifles. Haciéndole saber que cualquier movimiento extraño que ella hiciera terminaría por conseguir unas cuantas ráfagas por parte de aquellos hombres.

Al tomar la manija de aquella gran puerta negra se percató de la manera en que sus manos temblaban con fuerza. Incluso si su cuerpo le pedía a gritos que no abriera aquella puerta, terminó haciéndolo porque sabía que no había posibilidad de escapar. Entonces la abrió por completo y se encontró con un gran espejo que reflejó su lamentable aspecto.

Entonces miró un gran cuadro, una pintura de un elegante hombre de cabello negro y ojos verdes. Sus manos cubiertas de tatuajes.  Incluso si solo era una pintura, Aurora tembló al ver lo intimidante que se veía aquel joven hombre.

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