Capítulo 5

CHASTITY

Viera la loca pisa firme, pasa a mi lado y me aparto, me da repelús que me roce con su asqueroso hombro esquelético, sale de la habitación y siento que por fin puedo respirar la paz, el mafioso está a punto de marcharse pero se detiene.

—Te daré un consejo gratis, malcriada —dice en tono despreocupado.

Mi cuerpo se tensa y la piel se me eriza, hay algo en su aura que ha cambiado y que ha convertido el ambiente en un campo magnético de hostilidad.

—Viera creció en la Bratva, no la subestimes, no es una mocosa como tú o tus amigas, si yo estuviera en tu lugar tendría más cuidado con mis palabras a la hora de dirigirte a alguien de la organización, y tenme respeto, que no soy un crío con los que follas —me mira por encima del hombro.

Sus ojos se posan en mis labios, bajan hasta mi pecho y frunce el ceño.

—Ponte algo decente y baja a desayunar, eres invitada al igual que tu padre, pero no tienes criados —arguye y desaparece de mi campo de visión.

Observo mi aspecto y me dejo caer dramáticamente sobre la cama al recordar que estaba en pijama, o sea… ¡osito mil wee! No traía sostén, nunca duermo con uno, y mis pezones se notaban debajo de la tela blanca de la blusa que me puse. Dejo pasar cinco minutos y me doy una ducha rápida, era la hora de la medicina de mi padre, me pongo unos shorts cortos, un crop top azul marino con escote decente, unas zapatillas converse negras, dejo mi cabello suelto, nunca conocí a mi madre pero tengo fotos de ella y sé que me heredó la belleza, así que no importaba si usaba mucho o poco maquillaje, me veía bien.

Un poco de gloss, base, rímel, rubor y listo, salgo de la habitación con la pequeña maleta que contiene el aparato de tomar presión, medicinas y otras cosas que mi papá requería, así como su inyección diaria. Cuando me detengo de golpe al recordar en dónde estoy, como dato curioso de mí, soy la persona más despistada del planeta, no sé a dónde dirigirme y no veo a nadie del servicio que me pueda ayudar. Camino por un pasillo lleno de puertas, giro y…

—Mierda —me quejo al chocar contra algo.

—¡Joder! —una nueva voz masculina me hace levantar la mirada—. ¡Pero si todavía no es mi cumpleaños!

Frente a mi está un hombre de unos 28 o 29 años aproximadamente, tez clara, ojos oscuros, castaño claro, hoyuelos, barbilla partida pero no tanto como la mía, una ligera barba adorna su perfil, como si llevara días sin darle buena forma, huele a menta, cigarrillo y loción masculina, lleva unos vaqueros oscuros, una camisa blanca y sonríe como idiota estirando su mano hacia mi dirección.

—Soy Lukyan Orlov, un placer conocer a mi regalo de cumpleaños… —repara en mi aspecto y traga grueso—. ¿Eres la mujer de alguien?

Vaya… este no parece ser un m****a como los otros dos.

—Soy…

—¡Chastity! —la voz de mi padre me hace dar un respingo.

—Esa debo ser yo —bromeo tomando su mano, es la primera persona que veo tiene modales con los invitados—. Soy Chastity Adams y vengo a pasar una temporada con mi padre…

Su sonrisa se acentúa y suelta una carcajada.

—¡El viejo Alexander! Me acaban de informar de su llegada, la última vez que lo vi fue cuando era un niño de cinco años —me explica y abro los ojos como platos.

—¿Conoces a mi padre?

—Sí, de un par de veces que vino a Moscú —me mira con aspecto soñador y creo que me cae medio bien—. Sabía que tenía una niña, en la fortaleza se habló de su hija; una mocosa malcriada, sinceramente pensé que hablaban de una niña de diez años, pero mírate, eres toda una mujer de…

—Veinte años, y no soy una mocosa malcriada —replico.

Me observa con nítida curiosidad sin borrar la sonrisa que se dibuja en sus labios.

—Eso lo puedo notar —murmura por lo bajo—. Vamos, te ayudaré a encontrar el comedor, al parecer el viejo Alex te busca, y no queremos dañar su corazón.

Camino a su lado tratando de seguirle el paso.

—¿Sabes qué está enfermo del corazón?

—Me acabo de enterar —asiente—. Lo siento mucho, esa maleta es para él ¿cierto?

—Sí, yo me encargo de él —afirmo orgullosa.

Bajamos por unas escaleras, las mismas por las que subí anoche y todo parece recobrar forma. 

—Debe ser un trabajo duro.

—Lo es, pero es mi padre y lo amo, soy capaz de cualquier cosa por él, por mantenerlo en paz.

Guarda silencio un par de segundos, hasta que llegamos a unas enormes puertas de caoba roja, es tan imponente como toda la estructura de la fortaleza.

—Llegamos, el Boss debe estar dentro, ya —dice en tono serio, aclarándose la garganta.

Abre las puertas y al entrar, lo primero que veo es a mi padre intentando respirar, a su lado está un hombre fornido como de la edad del mío, su cabello oscuro y ojos azules me hacen entender que debe ser el Boss de la mafia rusa, su parecido con el mafioso de m****a es tanto, que es indudable. Estas son las cosas que pasan cuando me retraso cinco minutos, corro en dirección de mi padre sin importarme los otros invitados y pongo el maletín sobre la mesa, mirando al Boss, quien me observa con detenimiento en silencio.

—Buenos días —saludo con respeto.

—Buenos días —me devuelve el saludo.

—Hola… cariño… —dice mi padre con dificultad para respirar.

—Hola papi —le doy su medicina, saco el aparato para tomar su presión.

La tiene un poco baja, le suministro la inyección y eso le relaja, reviso sus signos vitales, todo lo hago bajo el silencio perturbarte de la sala, nadie habla, nadie se mueve, siento cuatro pares de ojos sobre mí, detallando cada uno de mis movimientos al tiempo que mi padre me sonríe.

Mi padre siempre ha estado enfermo del corazón, al menos desde que tengo uso de memoria, a los trece años aprendí a hacer esto, una cosa más por la que no tuve tiempo de hacer cosas de mi edad, como salir con mis amigas o tener novios. No había tiempo y sinceramente perdí un poco el interés en ello. Mi primer novio lo tuve a los dieciséis y el capullo me terminó por andar con una universitaria.

—Gracias, cariño, estoy mucho mejor —me informa mi padre y le creo, nunca nos hemos mentido.

—Más te vale —recojo todo, esterilizo lo que usé y al cerrar la pequeña maletita, levanto la mirada.

Viera la loca me sigue mirando como si fuera un bicho que está dispuesto a aplastar en cualquier momento, el mafioso de m****a como si fuera algo que debía ser exterminado cuanto antes, Lukyan como si me hubieran salido dos cabezas y el Boss… no sé descifrar su mirada ¿admiración? ¿Curiosidad?

—Siento interrumpir su desayuno —comienzo dirigiéndome al cabecilla.

Me siento al lado de mi padre dejando la maleta sobre el asiento a mi lado para que no estorbe. El Boss indica con una mirada que podemos comenzar a comer, y le sirvo un poco de fruta a mi padre, jugo de naranja que parece natural, lo pruebo antes para estar segura que no sea comercial por el alta de azúcar, le sirvo un panque y mi padre me lo agradece como siempre, con una sonrisa.

—Gracias, cariño.

—Hago lo que puedo —le susurro sirviéndome lo mismo.

—¿Llevas haciendo esto mucho tiempo? —me pregunta el Boss, su voz es demasiado gruesa, este si impone y me encojo por un par de segundos.

—Me hago cargo desde hace años.

—¿Y no pensaste que contratar a una enfermera era mejor? Es mucha responsabilidad para una niña como tú —mete su cuchara Viera la loca.

—No soy una niña, tengo veinte años, aunque puede que sí lo sea si comparamos edades, es notorio que eres mayor que yo —respondo—. Y pudimos tener una enfermera, pero es mi padre, mi sangre, mi responsabilidad, nos apoyamos, estamos el uno para el otro, es mi familia, y la familia es…

—Primero —termina el Boss por mí, me mira estudiándome y no sé por qué, no parece odiarme y mucho menos parece que le incomoda mi presencia, luego se dirige a mi padre, quien asiente en silencio—. Tu chica es extraordinaria, en la Bratva hacemos lo mismo, nos curamos entre nosotros, solo tenemos un doctor de cabecera, el cual está aquí presente.

Señala a Lukyan y este me regala un guiño, tomo nota en preguntarle después sobre si profesión.

—Te lo dije, mi chica es la mejor —arguye mi padre a pecho hinchado de orgullo.

—Háblanos de ti Chastity —el Boss rompe el silencio que nos envuelve—. ¿Estudias? ¿Tienes pareja?

No comprendo su curiosidad, pero respondo con toda sinceridad, algo que siempre he tenido es que soy muy directa, sincera y eso es a veces un problema, ya que la gente suele ser un tanto sensible con las verdades.

—Estudio el tercer año de universidad en medicina, perdí dos años porque mi padre tuvo una recaída y requería de toda mi atención, y no tengo pareja, es decir… he salido con algunos chicos pero nada serio, a papá le da algo cuando llevo a alguien a casa —pongo un dedo sobre mis labios mirando el candelabro que cuelga del techo, como si fuera a encontrar alguna respuesta celestial en este—. Y ahora estoy aquí, en Moscú, en la Bratva, con dudas sin respuestas claras. ¿Usted es casado? ¿Tiene más hijos?

—¡Pero qué insolente! —Chilla Viera la loca—. Al Boss no se le cuestiona.

—¡Cállate! —Exclama el Boss dando un fuerte golpe en la mesa—. No te he dado permiso de hablar, y Chastity está hablando, no interrumpas que me avergüenzas, no son modales y se supone que creciste en la Bratva.  

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