Capítulo 9

Salí de ahí con la cara roja por la vergüenza ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo iba a conseguir un empleo?

Sin pensarlo dos veces tomé un camión para ir hasta el Dreams Resort, estaba furiosa y decidida a hablar con Marco Duran, era muy injusto que me corrieran por algo que no hice, pero sobre todo que me cerraran las puertas en todos lados para que no consiguiera trabajo.

Estaba tan furiosa que tenía la mente nublada, en ese momento lo único que pasaba por mi cabeza era detener esa injusticia, yo no merecía lo que me estaba pasando.

Bajé del camión y caminé hasta la puerta de entrada, pero no la puerta de empleados, por ahí no iba a pasar de la caseta, así que opté por dar la vuelta y entrar por la playa, gracias a Dios las playas son federales, aunque los grandes hoteles las privatizan, no pueden evitar que personas ajenas al hotel caminen por la playa.

No sé si fue buena o mala suerte, pero ahí, enfrente de mí, bajo la sombra de un gacebo de mantas blancas, se encontraban Marco Duran y la señora Clara Bella, se les veía de lo más felices, disfrutando de un exquisito coctel.

Ellos no me vieron aproximarme, yo estaba furiosa, no tenía control de mis emociones, así que sin pensarlo, llegué hasta la mesa, cuando me vieron fue demasiado tarde.

—¿Están felices? Debe ser muy divertido para personas como ustedes que lo tienen todo, arruinarle a la vida a una persona como yo que tiene que trabajar para ganarse la vida.

Actué sin medir las consecuencias de mis acciones, el coctel de colores mandarina y naranja arruinó por completo la fina ropa de la pareja, el vestido blanco y la camisa de lino quedaron manchadas por el líquido frío de la copa.

—¿¡Estás loca!? ¿¡Qué te pasa!? ¡Además de ladrona loca! — Me gritó la señora Clara Bella.

—No sé de qué estás hablando niña, pero no me interesa escucharte, si no te largas ahora, nada me va impedir que te mande a la cárcel — Marco Duran me sostuvo del brazo en el que sostenía la copa de vidrio.

Nuestras miradas se encontraron frente a frente, me miraba con furia, pero al mismo tiempo había algo en sus ojos que parecía un sentimiento de decepción, o de dolor, no sabía cómo interpretar ese brillo especial que yo hubiera querido que fuera al menos empatía.

—Yo no soy una ladrona, y le juro que el día que se dé cuenta de la injusticia que cometió conmigo, su conciencia no lo va a dejar vivir tranquilo.

—¡Lárgate! Y si te vuelves a acercar a mi hotel, no me voy a tentar el corazón y voy a llamar a la policía.

Su mano me apretaba el brazo tan fuerte, que sentía que me estaba cortando la circulación sanguínea, cuando me soltó, no pude evitar perder el equilibrio y caer sentada sobre la arena.

Las lágrimas salían de mis mejillas por el coraje y por la impotencia, la sonrisa de burla de la señora Clara Bella se me clavaba como un puñal en la espalda, pero los ojos de Marco Duran, se me clavaban como dagas en el corazón.

—Vamos mi amor, no vale la pena seguirse desgastando con esta ladrona — Dijo la vieja odiosa y lo tomó de la mano.

Los vi caminar dándome la espalda mientras me levantaba del suelo y me sacudía la ropa llena de arena.

—¿Qué carajos vine a hacer aquí? — Me pregunté llorando y jalando mi propio cabello —¡soy una estúpida! Por haber venido solo a que me humillaran de nuevo.

Me levanté y comencé a caminar sobre la playa, no quería volver a casa, no quería que Melo y doña Lucha me vieran derrotada, todavía había forma de conseguir trabajo, no era lo que quería pero podía intentar conseguir trabajo de sirvienta en alguna casa.

Caminé durante horas, hasta que el sol comenzó a provocarme dolor de cabeza, por un momento pensé en sentarme en un camastro de algún hotel, pero luego recordé lo que me pasó la última vez que lo hice, así que mejor salí de la playa y tomé un camión para regresar a casa.

Tuve mucho cuidado para que doña Lucha no me viera entrar, no tenía ganas de dar explicaciones porque no tenía la fuerza para hacerlo, primero tenía que asimilarlo en mi cabeza para evitar que al contarlo se me escurrieran las lágrimas.

—¡Eres una chillona! — Me dije y me dejé caer sobre la cama, me dolía la cabeza y me dolía el corazón, pero yo no me podía dar por vencida, desde niña en el orfanato aprendí que nadie iba a venir a cuidar de mí, tenía que sobreponerme, no sabía cómo, pero yo iba a ir a la universidad a como diera lugar.

Me duché para quitarme el sudor y la arena que traía en el cuerpo, me puse un short y una camiseta, para bajar a cenar. Era casi la hora en la que Melo llegaba a casa, así que me había preparado para el interrogatorio.

Me asomé por la ventana porque el ruido de las portezuelas de un auto me dio curiosidad, era Connie que bajaba de un auto diferente, antes de entrar en la casa se detuvo y le dijo adiós al conductor con la mano y le mandó un beso. Lo que más me llamó la atención, fue que traía consigo una bolsa de compras de una tienda departamental conocida por ser una de las más caras del país.

Ella no solía cenar en casa, Melo decía que porque por lo regular, cenaba con alguno de sus Sugar Daddies, salí de la habitación con la intención de hablar con ella, quería saber todo sobre su estilo de vida.

—¡Hola! — Le dije cuando la encontré en el pasillo.

Se me quedó mirando y sin que yo le dijera nada, ella me comentó.

—Eres muy bonita Ana, si tú quisieras, podrías ganar mucho dinero solo asistiendo a fiestas con hombres mayores, no tienes que tener sexo si no quieres, ellos te pagan y te hacen regalos, solo por compañía.

Me quedé pensando un momento, la ropa de marca, su bolso carísimo y había pagado tres meses de renta con la mano en la cintura, en definitivo, yo debería considerar convertirme en una Sugar Baby, total, era eso o convertirme en sirvienta, porque no iba haber ningún hotel o restaurante que me contratara, quizá si lo hacía solo una vez, o al menos, hasta conseguir el dinero de la matrícula de la universidad no sería tan mala idea.

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