Capítulo 3

Comencé a caminar por la playa, no podía dejar de pensar en Marco Duran, en verdad era un hombre capaz de hacer sentir cosas inexplicables en mí, nunca antes me sentí tan atraída por ningún hombre y justo en este momento había descubierto esa parte de mi femineidad que deseaba conocer el amor,

Me detuve un momento a observar el mar, un par de gaviotas volaban en una especie de baile de cortejo ¿Qué se sentirá estar enamorada? Pensaba mientras las miraba revolotear frente a mí.

Todavía era temprano, pero ya se acercaba la hora de la comida y tenía hambre, solo había desayunado un vaso de leche con pan de dulce y mi estómago me recordó que también necesitaba comer.

Revisé mi bolso, contaba con cincuenta pesos, así que no tenía muchas opciones para comer y pensé que lo mejor era buscar algo lejos de esa zona en la que solo había restaurantes caros que yo no podía pagar, con cincuenta pesos me alcanzaría solo para una botella de agua.

Estaba muy lejos del mercado, pero me sentía tan feliz por haber conseguido el empleo que no me importó caminar hasta allí, cuarenta minutos caminando en la playa hizo que se agotaran mis energías y comencé a sentir un fuerte dolor de cabeza.

Ya no sabía si era el hambre, el cansancio o la insolación, así que vi un camastro de uno de los hoteles, contaba con la sombra de una palapa y pensé que lo mejor era descansar un poco, esperaba que los camareros del hotel no me corrieran por no consumir sus alimentos, pero estaba sintiendo que me desmayaba y necesitaba descansar un poco hasta que se me pasara el malestar.

Cerré los ojos para evitar las vueltas que daba mi cabeza porque sentía que todo giraba a mi alrededor.

—Señorita, aquí le envían esta bebida —Abrí los ojos cuando el camarero se me acercó llevando un coctel que se veía delicioso y refrescante.

—¿Quién? Yo no he pedido nada — Dije, porque no tenía dinero para pagar, esas bebidas en los hoteles costaban al menos cien pesos o más.

—Se la envía aquél joven que está sentado allá.

Miré hacia donde me indicaba y en un camastro había un hombre, era joven, de no más de veinticinco años, levantó su bebida y brindó conmigo.

Necesitaba refrescarme y la bebida se veía deliciosa, así que hice un esfuerzo y le sonreí, tomé la copa y le di unos sorbos con precaución, ya que yo no estaba acostumbrada a beber bebidas alcohólicas.

El azúcar en la bebida me ayudó a sentirme mejor, comencé a respirar de manera normal y a recuperar la fuerza que había perdido.

—¡Hola preciosa!— Levanté la mirada para ver al hombre que se había acercado a mí y que me había envido la bebida, era de suponerse que iba a intentar ligar conmigo, ya había pasado antes por esto alguna vez estando con Melo en la playa.

—Hola —, contesté sin mucho entusiasmo — gracias por la bebida—. Dije con una sonrisa tímida, no tenía experiencia tratando con hombres; siempre era Melo la que salvaba la situación con su carácter extrovertido.

—¿Te han dicho que eres preciosa? Tienes un cuerpo divino, ¿eres modelo?

—No, no soy modelo, pero gracias por el cumplido.

—Me llamo Xavier y soy fotógrafo profesional —Dijo mostrándome una cámara que le colgaba en el cuello con un cordón.

—¡Qué interesante! —Contesté tratando de fingir un interés que no sentía.

—¿Me dejarías tomarte unas fotografías? Te pagaré por ello.

—¿Qué tipo de fotografías? —Pregunté, interesada, necesitaba dinero para cubrir mis gastos en lo que cobraba mi primer sueldo.

—Nada especial, un traje de baño que yo te proporcionaría y las podríamos tomar aquí en la playa para que no sientas desconfianza, no quiero que pienses que te quiero llevar a mi habitación.

—¿De cuánto dinero estamos hablando?— Para hacerlo, necesitaba ver que no me estuviera tomando el pelo.

—Te daré mil pesos, solo te pones el traje de baño, posas para mí veinte minutos ahí frente al mar y listo, te puedes ir.

—Trato hecho — Le dije y le extendí la mano para cerrar el trato.

—Ven conmigo —Dijo ye me dio la mano para ayudarme a levantarme del camastro.

—Pero…dijiste que no iríamos a tu habitación.

—¡Oh, no! No pienses mal, no iremos a mi habitación, en este hotel hay una boutique, te voy a comprar el traje de baño que quiero que uses para las fotografías.

Sonreí y me sonrojé por haber pensado mal.

Entramos en el hotel, era grande y bonito pero no se comparaba con el Dreams Acapulco Resort, entramos en la boutique y él escogió un traje de baño diminuto, que casi no dejaba nada a la imaginación, tragué saliva cuando lo vi, pero ya había dicho que sí y ni modo de echarme para atrás, además esos mil pesos me iban a servir mucho.

Me lo puse ahí en el vestidor y cuando salí ya me esperaba con una toalla para que me cubriera, le agradecía que se hubiera dado cuenta de que era incómodo para mí usar tan poca ropa.

Salimos a la playa que en ese momento estaba casi desierta, sentí vergüenza al quitarme la toalla y además yo no había modelado nunca, así que no tenía ni idea de cómo moverme, pero él me explicó con mucha paciencia lo que tenía que hacer.

Tomó varias fotografías, en algunas estaba de pie mirando hacia el mar, en otras recostada sobre un lado de mi cuerpo y sobre el otro, hincada en la arena y otras, las que más me avergonzaron fueron en una posición, como si estuviera en cuatro patas sobre la arena.

Cuando terminamos, un camarero estaba colocando varios platillos sobre una mesa.

—Bien señorita, hemos terminado, ahora usted coma mientras yo voy un momento a mi habitación, voy a imprimir un contrato de cesión de derechos de las fotografías para que me lo firmes y así yo las pueda usar en algún catálogo y listo.

Asentí con la cabeza y le di mi nombre completo, también me pidió la copia de mi identificación para anexar al contrato, lo que se me hizo muy correcto.

Apenas se fue, yo comencé a devorar la comida como desesperada, había camarones, ensaladas, carnes y se me hizo que era demasiada comida pero yo aproveché para comer hasta quedar satisfecha.

Se tardó casi una hora en volver, yo me comencé a preocupar porque pensé que quizá me había engañado y se había ido dejándome con la cuenta de la comida.

Pero respiré profundamente al ver que si regresaba.

—¡Listo! Solo tienes que firmar aquí y aquí está el dinero que te prometí, te voy a dar quinientos pesos más si me autorizas a modificar las fotografías para que sea más fácil venderlas.

—¿Modificarlas? ¿Cómo?

—Solo les cambiaré el fondo, en algunas les pondré un paisaje, en otras que es de noche o una piscina tal vez.

—Claro, no hay problema.

Firmé todo lo que me dijo y me dio el dinero junto con una tarjeta para que lo llamara si estaba interesada en hacer más fotografías para él.

Nos despedimos y me fui a casa, con lo que había ganado, podía pagar un mes de alquiler de una habitación para mi sola y ya no tendría que seguir siendo polizonte, tendría asegurado el desayuno y la cena así que mis problemas comenzaban a resolverse.

Esperé en un parque cerca de la pensión hasta que llegara Melo del trabajo y cuando le dije que tenía dinero para pagar el alquiler de una habitación, se emocionó mucho.

—¿Y si le pedimos a doña Lucha que nos cambie a una habitación de dos camas? Así pagaremos menos que si estamos cada una en un cuarto individual.

—Tienes razón, aun cuando tenga trabajo lo mejor es reducir los gastos al máximo.

Hablamos con doña Lucha y afortunadamente tenía una habitación de dos camas disponible, nos encargamos de mudar las pertenencias y esa misma noche, dormimos en nuestro nuevo cuarto.

—¿Y ya me vas a contar cómo conseguiste ese dinero? ¿Te dieron un anticipo en el hotel?

—No, no me lo vas a creer, pero trabajé como modelo para un fotógrafo profesional.

—No habrás posado desnuda ¿Verdad?

—¡Claro que no! Fueron unas fotografías en traje de baño, me pagó mil pesos por la sesión y quinientos pesos más para que le autorizara modificar las fotografías.

—Ana, ¿le firmaste eso?

—Sí, no tiene nada de malo o ¿sí?

—Ay nena, espero equivocarme amiga, pero ojalá y tus fotografías en traje de baño, no terminen siendo fotografías desnuda en internet.

No sé por qué no lo pensé antes, pero Melo tenía razón, Xavier tenía cara de ser buen chico y yo, ni siquiera leí el contrato.

—No Melo, ya verás que no — dije, pero dentro de mí, ya no estaba tan segura.

Esa noche no pude dormir por la emoción, era maravilloso al fin tener mi propia cama, saber que podía bajar y desayunar en la mesa con los demás huéspedes antes de irme a trabajar y por fin, dejar de saltarme por la ventana en las noches.

Sentía que me acababa de quedar dormida cuando Melo me despertó para ir al trabajo, me miré al espejo y mi rostro era un desastre, no estaba acostumbrada a desvelarme y había amanecido con unas ojeras de oso panda y los párpados hinchados.

—¡Anda, date prisa! — No querrás llegar tarde tu primer día de trabajo ¿verdad? Harás que te despidan antes de comenzar a trabajar.

—¿Ya viste mis ojos? Parece como si me hubiera ido de antro toda la noche, espero que no me despidan por eso.

—Ana, debes relajarte, la peor parte ya pasó, ahora lo único que tienes que hacer es controlarte, por favor, no te metas en problemas, no eres una justiciera, si ves algo que no te parezca justo, no te metas si no te involucra directamente, te conozco y te cuesta mantener la boca cerrada.

—Lo prometo, voy a conservar ese empleo durante toda la carrera, te lo aseguro.

Me duché y cuando salí, Melo ya estaba lista, yo no solía maquillarme, así que solo cepillé mi cabello y lo dejé suelto pero tomé una dona elástica para recogerlo cuando se secara.

Bajamos a desayunar y doña Lucha ya tenía lista la mesa, aspiré el aroma de los chilaquiles calientitos y del café con leche.

Salimos juntas a tomar el camión, ella se fue primero yo tuve que esperar un poco más hasta que pasó mi ruta.

Refunfuñé porque venía lleno de gente, tuve que viajar casi colgada en el estribo, pero no podía darme el lujo de esperar otro camión porque no me convenía llegar tarde.

Llegué al hotel y entré por la puerta de empleados, mostré el gafete que me habían dado en el departamento de Recursos Humanos y me revisaron la bolsa antes de entrar, supuse que lo harían también a la salida, era común en muchos lugares, que se hiciera eso para evitar que los empleados tuvieran el impulso de sustraer artículos del hotel.

Justo frente a la caseta de vigilancia estaba el almacén, lo supe porque era una construcción cerrada y tenía una puerta como si fuera una tienda de abarrotes y un letrero que lo indicaba. Desde la puerta un hombre me saludó efusivamente.

—¡Hola compañera! ¿Eres nueva? ¡Bienvenida! —Me sorprendí porque no esperaba que las personas me recibieran de esa manera, al parecer el ambiente laboral era muy agradable

—¡Buenos días gracias! —Correspondí al saludo y continué con mi camino.

El hombre que me saludó no era tan joven, debía tener al menos treinta y cinco años, era pelirrojo y usaba una barba bastante graciosa, pero se veía que era una persona agradable.

Me habían dicho que me presentara en el área de ama de llaves y que mi jefa sería la señora Adelia, “Entras y sigues el camino que está junto a la pared, llegarás directo al área de ama de llaves”  había dicho la Licenciada, así que ubiqué camino de adoquín pegado a la pared y suspiré profundamente, todavía era muy temprano, supuse que iba a ser de las primeras personas en llegar.

En el camino me encontré con dos hombres que empujaban una carretilla, uno era joven y otro un poco mayor.

—¡Buenos días compañera bienvenida! —Por su uniforme y las herramientas que llevaban supuse que eran jardineros.

—¡Buenos días!— Dije con una sonrisa y uno de ellos me dio una flor e hizo que me ruborizara.

Seguí mi camino con una sonrisa en los labios, hasta llegar al área donde me tenía que presentar.

Todavía estaba cerrado, así que me quedé parada esperando junto a la puerta.

Pasaron un par de minutos y los empleados comenzaron a llegar, la mayoría eran jóvenes y reían y bromeaban como verdaderos camaradas.

Una mujer bajita de cabello lacio y corto hasta los hombros, llamó mi atención, supuse que ella era la jefa, porque todos se quedaron callados en cuanto la vieron.

Fue la única persona que no me saludó ni me dio la bienvenida, se veía que era una persona soberbia y arrogante.

Abrió la puerta de lo que parecía ser una lavandería y dos mujeres se metieron detrás del mostrador y comenzaron a entregar los uniformes limpios y planchados a todos los demás que corrían hacia los vestidores que estaba enfrente para cambiarse de ropa.

Fue hasta que no quedó nadie cuando reparó en mi presencia.

—¿Eres la nueva? — Me preguntó recorriendo mi persona de pies a cabeza.

—Sí señora, me llamo Ana y la Licenciada me dijo que me presentara con la señora Adelia.

—Señorita Adelia —Me corrigió y yo apreté los labios para no soltar una risa por el tono en el que lo dijo.

—Perdón señorita Adelia.

—¿Te entregaron tu uniforme?

—Sí, pero me dijeron que debía cambiarme de ropa al llegar, que no debía traerlo puesto desde casa — Le mostré la bolsa en la que lo llevaba limpio y planchado.

—¿Y qué esperas para ir a cambiarte? ¿Acaso quieres que yo te ayude?

—No, lo siento, voy enseguida.

Suspiré porque al parecer no todo iba a ser tan fácil, esa mujer iba a ser mi jefa y se veía que tenía un carácter de los mil demonios, así que iba a tener que tragarme muchos corajes si quería conservar el empleo.

Iba entrando al vestidor para cambiarme de ropa, la mayoría de las chicas ya iban de salida y cuando entré había todavía algunas personas adentro, por lo que me senté a esperar a que salieran.

—¿Cómo viste a la nueva? —Dijo una voz detrás de la puerta.

—Mmm equis ¿no?

—A mí me pareció bonita, creo que el ganado se va alborotar.

—¿Quién crees que se la lleve a la cama primero?

—Pues podría apostar que el gerente de división cuartos.

—No, yo me inclino más por el gerente del almacén.

—¿Cuánto apuestas?

—La que pierda paga una ronda de micheladas(Cervezas con chile, sal y limón) en el bar.

—Vale, trato hecho.

Las dos mujeres salieron del baño y se sonrojaron cuando me vieron, no esperaban que las estuviera escuchando.

Les sonreí y me metí a ponerme el uniforme y escuché que al alejarse, soltaban una carcajada.

¡Uff! Al parecer esto no iba a ser tan cordial como yo pensaba, el ambiente en el trabajo iba a ser más complicado de lo que creía.

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