Capítulo 4

La señorita Adelia me llevó a recorrer el hotel, me mostró las habitaciones que yo debía limpiar y me enseñó la manera correcta de tender las camas.

—Estarás a prueba esta semana, voy a estar evaluando tu trabajo y si considero que no lo realizas correctamente voy a tener que informar a Recursos humanos para que te despidan y contraten a alguien más.

—Entiendo señorita, haré todo lo posible para que eso no suceda.

—¡Ya veremos! — Dijo frunciendo los labios y recorriéndome de pies cabeza.

Me estaba cansando de que me mirara de esa forma, me hacía sentir que me juzgaba por mi apariencia y no por mi desempeño, que hasta el momento no había podido evaluar.

Me hizo entrega de mis utensilios de trabajo y me indicó los lugares clave, para tomar las sábanas limpias, dónde colocar la ropa sucia, los productos de limpieza y las amenidades que se colocaban en cada habitación.

Después de unas horas de capacitación, al fin me dejó sola para continuar limpiando las habitaciones, tenía el tiempo marcado para limpiar cada una, así que me di prisa tratando de dejar todo a la perfección no quería que encontrara pretextos para despedirme.

Puse especial esmero en que todo me quedara impecable y lo conseguí, las habitaciones eran preciosas, muy elegantes y cada una contaba con una terraza enorme y una piscina privada, el edifico estaba diseñado de tal manera, que de ningún ángulo de la terraza, se podía ver la piscina de otra habitación, eso le daba privacidad a los huéspedes para tomar el sol incluso estando desnudos, sin preocuparse por que alguien pudiera verlos.

Cuando finalmente terminé de limpiar todas las habitaciones que me correspondían fui a decirle a la señorita Adelia que había terminado, para que fuera y revisara mi trabajo.

Tragué saliva cuando se puso un guante blanco y pasó su mano por cada una de las superficies, para verificar que no hubiera ninguna partícula de polvo, aun cuando había tenido especial cuidado en limpiar dos veces cada espacio, me puse nerviosa al pensar que podría encontrar algo que me hubiera fallado.

—No está mal para ser tu primer día —. Dijo y frunció los labios de esa forma tan particular que ya había mostrado antes.

—Gracias —. Dije y la miré de reojo, esa mujer tenía una mirada insostenible, una expresión dura y fría, como si siempre estuviera enojada por algo.

—No te confíes, estaré muy pendiente, en algún momento vas a cometer un error.

Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta — Ya es casi la hora de tu salida, pero puedes ir al comedor de empleados, el hotel les permite a los estudiantes comer antes de irse porque la mayoría van de aquí directo a la universidad.

—Gracias — Repetí y me alegré de que así fuera porque de esa manera no tendría que gastar en alimentos.

Me dirigí al comedor, pero como no sabía dónde era, pasé por la boutique a saludar a Claudia, para que me dijera hacia dónde ir.

La boutique estaba abierta, pero parecía no haber nadie, entré y comencé a mirar la ropa y los accesorios que vendían, los precios eran estratosféricos, cada prenda costaba al menos dos o tres semanas de mi salario, por decir lo menos.

Un leve gemido en el vestidor llamó mi atención.

—¿Claudia? —Pregunté y ella salió ruborizada y con el cabello revuelto.

—¡Hola Ana! Veo que ya comenzaste a trabajar —. Dijo nerviosa.

—Sí, pasé por aquí porque voy al comedor de empleados y no sé dónde es.

—Ah, vamos, yo también voy para allá —. Dijo y me tomó del brazo empujándome hacia la puerta.

Miré de reojo y vi salir un hombre del vestidor, era un hombre alto, rubio y llevaba puesto un uniforme del hotel, pero claramente era un ejecutivo, ya que yo había visto hombres vestidos así en las oficinas.

Me imaginé que Claudia y él estaban teniendo un encuentro íntimo dentro del vestidor y no era que me asustara, ella era adulta y podía hacer lo que quisiera, pero consideré que era muy arriesgado que se atrevieran a hacerlo en horas de trabajo.

—Estás un poco despeinada— Le dije tratando de no ser indiscreta, pero tratando de que se acomodara el cabello para no despertar sospechas en la gente que la viera.

—Ay, gracias por decirme, es que me estaba probando una blusa que quiero comprar— Dijo ruborizada y tratando de justificarse y alisándose el cabello.

—Ya está mejor —. Le dije sin cuestionarla.

Entramos en el comedor de empleados, ella me explicó que debía tomar una charola y formarme para que las cocineras me sirvieran la comida del día.

Nos sirvieron una crema de verduras, ensalada y un guiso de pollo, todo se veía delicioso, con la charola en las manos entramos en el comedor, había varias personas sentadas alrededor de una gran mesa.

—¡Hola Ana! Qué gusto ver que ya comenzaste a trabajar — Dijo José que estaba sentado a uno de los extremos.

—Hola José, me alegra verte — Dije para corresponder a su amabilidad.

Los demás solo se limitaron a decir ¡Bienvenida compañera! — y siguieron comiendo y platicando en pequeños grupos.

Claudia y yo nos sentamos en dos lugares vacíos que estaban en un extremo y comenzamos a comer.

—¡Buen provecho! — Se escuchó la voz de un hombre que entraba con su charola en las manos.

Levanté la mirada y pude darme cuenta de que se trataba del hombre que vi salir del vestidor de la boutique.

Era bastante guapo, alto y fuerte, rubio y pude percibir que tenía los ojos de color, pero desvié rápidamente la mirada para que no se diera cuenta de que lo estaba observando.

—¡Gracias! — Contestamos todos al unísono, como si fuéramos estudiantes en el salón de clases cuando entra el profesor.

—Veo caras nuevas —, dijo y yo no pude evitar ruborizarme al ver que estaba caminando hacia mí — ¿Cómo te llamas? —Preguntó y se sentó en el lugar vacío junto a mí.

Por instinto, miré de reojo a Claudia antes de responder y pude ver que hizo un gesto de desagrado con la boca.

—Me llamo Ana — , contesté — pero manteniendo la mirada en la cuchara que sostenía con mi mano izquierda, ya que era mi mano dominante.

—Bienvenida Ana, yo soy Miguel Ángel Altamirano, soy el gerente de división cuartos, por lo tanto, tu jefe por encima de la señorita Adelia.

—Gracias señor, mucho gusto —. Contesté tratando de ser educada, pero no me gustaba nada el gesto que tenía Claudia en el rostro, ni la forma en la que me miraban las demás mujeres que estaban en el comedor.

—No seas tan formal, no soy tan viejo, puedes llamarme Mike, todos me dicen así.

—Está bien señor…Mike —. Dije y repetí el señor para marcar la distancia.

Recordé las palabras de las mujeres en el vestidor de empleados y ahora sabía a lo que se referían, al parecer iba a tener que estar a la defensiva, tal parecía que me había convertido en el objetivo sexual de todos los hombres que trabajaban en el hotel.

Seguí comiendo en silencio y sin mirar a nadie, pero sentía la mirada del gerente sobre mí, casi podía sentir como me desnudaba con la mirada y las manos me temblaban de nervios, pero también de rabia e incomodidad.

Claudia se paró de la mesa sin terminar de comer y salió, se veía furiosa y yo no la culpaba, pues al parecer ella era su amante en turno y me sentí mal porque quizá, había perdido una potencial amiga, la compañera que más amable había sido conmigo hasta el momento.

No pude terminar de comer, así que me levanté y salí, el ambiente era bastante tenso.

—Buen provecho— Dije en general, ya que todos lo decían al entrar y salir del comedor.

Dejé la charola en su lugar y salí directo hacia los vestidores para volver a casa, pero antes, necesitaba respirar un poco y relajarme de la tensión que me provocó estar en el comedor en esa situación tan incómoda.

Pasaba junto a una jardinera cuando escuché la voz de Marco Durand, él estaba sentado del otro lado conversando con un hombre y no podía verme desde donde estaba, así que me quedé mirándolo a través de los arbustos, ellos no podían verme y sin querer escuché su conversación.

—Conocí a una mujer guapísima, joven y refinada, estoy dispuesto a conquistarla cuésteme lo que me cueste —. Dijo el hombre que yo no conocía.

—Richard, Richard, ¿Cuándo vas a entender que las mujeres que valen la pena no se conquistan con dinero?

—¿Me lo dices tú, que tienes años con Clara Bella que es más que obvio que está contigo por tu dinero?

—Pero es diferente, Clara es una mujer madura, hemos sido amantes desde hace mucho tiempo y ella sabe que nuestra relación nunca va a ir más allá; y tú estás buscando en el lugar equivocado, las jovencitas con las que acostumbras salir solo buscan un patrocinador que las mantenga.

—Te aseguro que esta vez es diferente, Connie es una mujer muy madura para su edad, está estudiando una carrera universitaria porque no pretende depender de nadie, me lo ha dicho y hasta el momento no me ha aceptado que le dé dinero ni regalos caros.

—No claro que no te va aceptar dinero, no le conviene mostrar sus verdaderas intenciones, si lo que pretende es atraparte en grande y que te cases con ella ¿Por qué conformarse con un filete si puede tener la vaca entera?

—Mi amigo, ¿Acaso no me crees capaz de enamorar a cualquier mujer? ¡Mírame! Tengo cuarenta y nueve años, me conservo en muy buena condición física, soy atractivo para el sexo opuesto y tengo suficiente dinero como para regalarle el mundo a cualquiera.

—Y no lo dudo, pero si lo que quieres es una relación estable, pensar en casarte y tener alguien que te acompañe en tu vejez, deberías buscar una mujer a tu altura, alguien de nuestro círculo social y no una jovencita que es más que obvio que solo busca atrapar un marido millonario.

—Qué poca confianza me tienes, te aseguro que esta vez va a ser diferente, Connie si es una chica que vale la pena, será mi esposa y tú va a ser el padrino de mi boda.

—¿Se te perdió algo? — La voz de la señorita Adelia a mis espaldas me sobresaltó.

—No señorita, solo pasé por aquí porque quería caminar un poco para que la comida me hiciera digestión antes de irme—Agaché la mirada y comencé a caminar hacia el vestidor de empleados.

—Tienes que respetar la privacidad de los huéspedes, nos visitan muchas celebridades y personas importantes a las cuales no les gusta que los empleados anden fisgoneando por ahí y nunca se te vaya ocurrir pedir un autógrafo cuando veas a un artista.

—No señorita, no se preocupe, no va a volver a suceder.

Llegué al vestidor y me tuve que sentar a esperar, las empleadas del turno vespertino se estaban poniendo el uniforme para entrar y las del matutino se estaban vistiendo para irse, así que la aglomeración de gente esperando para cambiarse era demasiada.

Respiré profundo y tomé mi turno en la fila, debí cambiarme de ropa en cuanto salí del comedor y no haber ido a perder el tiempo al jardín, aunque ver a Marco Durand de lejos había sido de alguna manera gratificante, ese hombre tenía algo que me gustaba mucho.

Finalmente me cambié de ropa y me fui a casa, esta vez tomé el camión porque era la hora en la que hacía más calor del día y no quería que me volviera a dar insolación como el día anterior.

Me senté junto a la ventana y me perdí en mis pensamientos, no sabía por qué, pero me había gustado escuchar que Marco Durand era amante de la mujer esa Clara Bella (no pude evitar reírme al comparar su nombre con el de Clarabelle la vaca de las caricaturas de Disney), pero que nunca tendría algo serio con ella como para casarse.

Suspiré y mi suspiro se escuchó tan fuerte que me ruboricé porque unas niñas sentadas en el asiento delante de mí se comenzaron a reír.

Me sentí como una tonta pensando en Marco Durad de manera romántica, era imposible que un hombre como él se fijara en alguien como yo, sobre todo por lo que le decía a su amigo sobre las mujeres jóvenes que solo buscaban hombres millonarios por su dinero, eso quería decir que él nunca pondría sus ojos en una mujer joven y yo, era casi una niña al lado suyo.

El camión se detuvo y un par de muchachos se subieron, se sentaron en asiento a un costado de donde yo iba y desde que me vieron, uno de ellos me miraba con insistencia.

Su mirada ya me estaba incomodando, porque al hacerlo, hacía gestos obscenos con la boca y le cuchicheaba algo a su compañero y le mostraba el teléfono celular.

—Sí, es ella— Alcancé a escuchar que decía despacito y el otro chico me miraba y me desnudaba con la mirada.

—¿¡Me quieren decir por qué carajos me miran así!? —Me puse de pie y sin pensarlo dos veces les arrebaté el móvil de las manos.

Casi me da un infarto al ver lo que estaban viendo, eran fotografías mías, desnuda en la playa en diferentes posiciones.

—Devuélveme el teléfono mamacita ¿Cuánto nos cobras por ver en vivo?

—No te alcanzaría la vida para pagarme imbécil —Arrojé el móvil por la ventana y le grité al chofer para que me dejara bajar.

Cuando puse un pie en la tierra las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, había cometido la peor estupidez de mi vida, mis fotografías habían sido alteradas y ya estaban circulando en la red ¿Qué se suponía que debía hacer? Yo había firmado un contrato y una sesión de derechos y no tenía dinero como para levantar una denuncia.

¿Qué iba a pasar si mis compañeros en el hotel veían esas fotografías?

—“Ay Ana, Ana, eres la más estúpida” —Pensé mientras secaba mis lágrimas.

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