Otra chica

Román llego a eso de las 6 de la madrugada, teniendo en cuenta que dijo que iba y volvía, debe haberle costado arreglar el asunto. Me levante a verle, estaba comiendo en la cocina el pedazo de pizza que le deje.

—Comer la pizza fría hace mal —le digo, Román se sobresalta.

—¡Jesús!, ¡no te oí! —dice llevándose una mano al pecho para luego seguir comiendo la pizza—. Aún no compro un microondas así que… —dejo la oración incompleta para seguir comiendo.

—¿Cómo te fue? —le pregunto, con la esperanza de que me diga que era lo tan importante que tenía que hacer, y lo que hizo que le tomara demasiado tiempo. 

—Bien, todo arreglado —dijo 

—¿Y se puede saber lo tan importante que tenías que hacer? —pregunto, Román niega

—No puedes, pero pronto lo verás —dice para luego caminar hacia mí—. Muero de sueño,  así que buenas noches — 

Me quedo ahí parada, ¿cómo es eso de que pronto lo veré?,  no quiero verlo pronto, quiero verlo ahora, si algo no soy, es una persona paciente. Como sé que no hay nada más que hacer  para lograr que él me lo cuente, vuelvo a la cama e intento dormir sin que mis pensamientos me mantengan despierta el resto de noche que queda.  Cuando despierto veo el reloj que hay sobre la puerta, son las 8 de la mañana, por un momento pienso que llegaré tarde a clases y debo apresurarme, pero luego vuelve todo, no iré más a la escuela, menos a la universidad, la policía me busca, irán a esos lugares donde yo podría estar. Me levanto y voy al baño, me miro al espejo, es casi como si no fuera yo, como si fuera otra persona.

Yo siempre creí que una persona que matara a otra, debería ser muy fría para lograrlo, y quizás es verdad pero hay muchas personas que van a la cárcel por matar a alguien en defensa propia, como yo. Por un momento me pregunté cómo estaría David, o incluso como estaría mi madre, pero luego moví la cabeza, no iba a pensar en ellos, si pudiera ir al hospital y quitarle el oxígeno lo haría. Quisiera verlo sufrir y disfrutarlo así como el disfruto todos estos años hacerme sufrir.

La persona que me está mirando en el espejo, no tiene los ojos rojos, no tiene deseos de echarse en la cama y llorar por todo esto, la persona que está ahí está firme, está decidida a cambiar su vida, está llena de sed de venganza. Ya no soy la niñita que deseaba que su madre la amara, que le dijera que la quería, que la cuidara. Acabo de encerrar a esa niñita en un pozo a metros bajo tierra, asegurándome que no vuelva a salir porque ella me las va a pagar, pagará cada una de las que me hizo.

—¡Quiero escucharte rogarme piedad!  —digo en un susurro

—¿A quién? —me sobresalto al ver a Román detrás de mí, me mira confundido.

—A mi madre —le digo encogiéndome de hombros—. Necesito ayuda —le digo, él se afirma en el marco de la puerta.

— ¿Qué necesitas? —me pregunta

—Necesito una identidad falsa, y una peluca —digo para luego mirarme en el espejo, mi pelo rojo es muy llamativo por lo que una peluca oscura me escondería entre la multitud—. De color negro, ya sabes que mi pelo rojo  se nota mucho — 

—¿Estás loca? —exclama Román, yo niego—. La policía te busca, Aria —me dice como si no lo supiera, yo ruedo los ojos

—Están buscando una aria de pelo rojo, no de pelo negro —digo como si no fuera obvio—. ¿Puedes ayudarme o no? —pregunto, él se pasa una mano por la cabeza.

—¿Pero qué es lo que quieres hacer? —volvió a preguntar

—Ya te dije, quiero ir donde Christine para ver si ella puede darme un trabajo —le digo encogiéndome de hombros, eso me puede hacer sentir mejor, dejar de pensar tanto—. Aquí encerrada voy a volverme loca —digo, Román  rueda los ojos.

—Veré que puedo hacer —ahora es mi turno de rodar los ojos

—Sé que la puedes conseguir —le digo

—¡Veré que puedo hacer! —dice para luego salir de mi habitación, término de asearme y me cambio ropa, bueno en verdad solo la blusa ya que no era mucho lo que tenía.

Comemos tostadas con café y fruta con Román, es tanto que mi estómago apenas me deja comer las tostadas, como no está muy acostumbrado a recibir comida en la mañana, Román me mira.

—Vas a tener que comenzar a comer más, ¡estás muy delgada! —dice con la boca llena, yo me encojo de hombros, la verdad es que si lo estoy.

— Ya sabes, ¿quién compraba comida si mi mamá lo único que hacía era gastar el poco dinero que teníamos en drogas? — 

— No hay que hablar de tu mamá, debes cerrar ese ciclo y tratar de pasar desapercibida hasta que todo se calme —dice

—No creo que se vaya a calmar —digo más para mí que para él. Cuando termino de comer limpio todo y lavo lo que ocupamos, ya que Román preparó y pues me toca lavar a mí.

Estoy tirada en mi cama, es tan cómoda que cuesta mucho salir de aquí, teniendo en cuenta que dormía casi en las tablas. Literal estoy en el paraíso, mirando el techo pienso en todo y en nada a la vez, tomando en cuenta en la situación que estoy,  atravesando mi propio infierno, y espero salir ilesa y no me quemarme en el camino, necesito que alguien me proteja, porque yo necesito ir a casa de mamá, a ese estúpido basurero, quiero verla a la cara. Me levanto rápidamente, Román dijo que llegaría por la noche, me dejó dinero y números de locales que me podían traer comida, me puse una chamarra, y con el dinero baje rápidamente a la tienda que había a la entrada del edificio, me puse el gorro y entre, camine directamente hacia la estantería donde estaban las tinturas de pelo. "Negro azulado" la pague y subí por el ascensor con esa estúpida canción que me ponía aún más nerviosa.

Lo primero que hice fue buscar una tijera y me dirigí al baño. Corte mi pelo, nunca me lo había cortado, tenía una melena roja que me llegaba al trasero, me eche la tintura, espere el tiempo que indicaba y luego me lo lave. Me veía como otra persona, lo que era perfecto, porque buscaban a una Aria, que murió ese mismo día, ahora yo era otra, y definitivamente iría a esa pocilga, necesitaba hacerlo.

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