Capítulo 4

Cuando estuvo fuera de la residencia de Lana, Nat se anunció tal como su amiga le pidió y fue ingresada por un vigilante, que la guio hasta el frente de la casa.

Dio las gracias una vez el hombre se fue y caminó despacio hacia una hermosa casa que relucía ante sus ojos. Antes de que ella pudiera tocar la puerta, Lana apareció ofreciéndole una sonrisa, que se borró en cuanto vio su rostro.

—¡Oh, Nat! ¿Qué ocurrió? —aunque el nudo en su garganta la estaba matando, negó varias veces para crear una sonrisa.

—No es nada, una simple discusión con mis padres. Solo… no quiero quedarme allí hoy, y pensé en ti…

—¡Por supuesto! —la chica la haló hacia el interior y cerró la puerta después—. Mis padres salieron a una cena familiar, te entiendo perfectamente, también discutí con ellos, y decidí quedarme.

Natali no sabía si reír del puro desconcierto o ponerse a llorar. Esta chica definitivamente no sabía lo que era una pelea.

—Tengo mucha hambre… pero detesto cocinar —informó Lana instándola que pasara a la sala.

—Si quieres puedo preparar algo… —Nat ofreció, pero rápidamente la vio negar.

—Pediré una pizza, así tendremos tiempo para hablar, llamaré a Peter y pasaremos una noche de amigos, ¿Qué te parece?

Nat sintió que su pecho se calentaba y una sensación de tranquilidad volvía a arroparla. Era una excelente idea para dispersar sus pensamientos, y, para prepararse para el futuro.

Con emoción afirmó hacia Lana, y agregó:

—¿Puedo utilizar tu baño?, no he podido cambiarme desde la tarde que salí de casa.

—¡Claro!, vamos, te daré una ropa para que descanses y puedes tomarte todo el tiempo que desees, le darás tiempo de llegar a la pizza y a Peter.

Ambas chicas subieron las escaleras, y Lana le mostró una habitación exquisita que olía a rosas. Nat puso su bolso en un sillón que decoraba la habitación y luego pasó a un amplio baño que era más grande que su cuarto y el de su hermana juntos.

Lana le dio un pijama de pantalón largo y unas toallas para el cabello y cuerpo, y echando seguro delante de ella, cerró la habitación para que pudiera hacer su rutina de aseo con total confianza.

Natali caminó por el baño y tocando la bañera ya llena, sonrió al notar que el olor de esas esencias era lo mejor que había olido en mucho tiempo. Se desnudó dejando la ropa a un lado y se hundió en el agua tratando de que sus hombros se relajaran.

“¿Esta llamada indica que estás aceptando nuestro trato?”

Recordó las palabras que ese hombre le habló interesado. Por un momento pensó que jamás aceptaría recibirla después de que le había gritado por la tarde, pero ahora parecía que su plan le urgía en gran manera.

“Nos reuniremos mañana a primera hora. Te dejaré la dirección en un mensaje por la noche”

Sus ojos se cerraron mientras dejó que las lágrimas salieran de sus ojos. «¿Podría alguien juzgarla por haber aceptado ese plan?, ¿podía alguien entender lo que estaba haciendo?», si hubiese alguien que dijera sí, posiblemente le explicaría que le era imposible dejar la universidad. No solo estudiaba medicina porque la ayudaría a salir de su miserable vida. Porque si ella hubiese crecido en un hogar sin recursos, pero con amor, jamás pensaría en dejar a su familia.

Pero este no era el caso, y además amaba la medicina, disfrutaba cada palabra de ella, cada acción, Natali sabía que había nacido para esto, y dejarlo era como renunciar a ella misma.

Ni siquiera sabía qué podía hacer para convencer a ese hombre de que olvidará a esa mujer, a lo mejor hasta se reencontraban, no sabía muy bien con qué armas seducirlo, pero lo que no estaba dispuesta, era en renunciar a su futuro.

Y si había alguien allí arriba a quien pedirle perdón ahora mismo por lo que iba a hacer, lo aceptaba, estaba cometiendo un error, y solo pedía que no vinieran más problemas con esa difícil decisión.

Cuando estuvo lista, peinó su cabello con los dedos, y decidió salir de la habitación. Había tomado más del tiempo necesario, y viéndose por última vez sus ojos rojos en el espejo, pensó en la excusa perfecta para su apariencia.

En cuanto bajó las escaleras, vio que Peter estaba metiendo un pedazo de pizza en la boca, mientras Lana le decía que la comida era de un sitio especial donde hacían las mejores pizzas de todo Durango.

Nat sonrió, era muy evidente el gusto de Lana por Peter, y en cuanto ella llegó a la vista de ese par, se apresuró para explicar.

—¡Hola!, tardé un poco, me cayó champú en los ojos…

Peter y Lana giraron hacia ella y luego dieron una sonrisa ante su tontería.

—Estaba diciéndole a Peter que esta es una excelente oportunidad para que pagues tu apuesta.

—¿Qué? —Nat no pudo atrapar la idea.

—Lana me está diciendo que ya fuiste a la entrevista, así que parece que tendrás un nuevo trabajo. Además, te quedarás aquí, y puedes quedarte mañana también para que vayas a la fiesta con nosotros…

En el momento, ella entendió a lo que se referían, era una bobada pensar en eso ahora, sus problemas eran muy grandes como para preocuparse por una apuesta.

—Ammm… mañana por la mañana discutiré el contrato, así que sí, puedo ir con ustedes…

—¡Por fin! —expuso Lana asomándole un pedazo de Pizza, el cual Nat agradeció.

—¿De qué se trata el trabajo? —preguntó Peter con la boca llena y ella sintió que se atragantaba.

Limpiando su boca con los dedos, titubeó antes de decir.

—Trabajaré con… Jarol White… —trató de mentir lo menos posible—. Creo que necesita alguien que haga cosas en su oficina…

Ambos abrieron los ojos delante de ella, y Peter no pudo evitar decir:

—Es una buena oportunidad, es el hombre más influyente de la ciudad.

Nat nunca veía noticias, ni leía revistas de economía, ni mucho menos el periódico. No estaba al tanto de la sociedad en Durango. Y también, porque no le sobraba el tiempo.

—Eso dicen… —respondió monótona.

—Todos los días hay noticias de ellos por todos los lados de la farándula, no hay quien no los conozca —añadió Lana.

—Y… ¿Qué dicen?, ¿debo preocuparme?

—Ammm —Peter torció su boca—. Depende…

—¿De qué?

—Si estás del lado correcto. Si te metes con uno de sus hijos, que son sagrados para él, o si hablas en público de su vida privada, podría demandarte y quitarte hasta el alma por solo tenerlo en el pensamiento —Explicó Lana.

Nat abrió sus ojos con un poco de miedo.

—¿Tanto así?

—Hay muchos que lo alaban, ha promocionado muchas empresas, ha dado becas, en sí, es un buen samaritano, pero como dice Lana, depende de qué lado estés con él.

—Sus hijos… ¿Los conocen? —Nat tanteó un poco más el terreno.

—Todo el mundo los conoce… ¿En qué mundo vives tú? —Preguntó Lana divertida.

—Tomaría una vida en explicarles, en cuál vivo —respondió Natali con una sonrisa para no preocuparlos—. ¿Pueden hablarme de ellos?

—Su hija, es bellísima. Es todo lo que puedo decir —Lana le tiró un cojín a Peter mientras este se reía atragantándose y Nat le dio un fuerte golpe en la espalda.

—Entonces yo puedo decir que sus hijos están más ricos, que comerse la pizza con los dedos… —dijo su amiga en defensa.

—Andrew… ¿Qué tal es? —Natali cambió la dirección de nuevo, pero la mención del nombre hizo que todos dejaran un silencio extraño, y Lana fue la primera en opinar.

—Es médico cirujano, asociado al hospital más famoso de Durango. Debe estar entre los 29 años, y … Por supuesto, no se me debe olvidar, todas las semanas tiene una novia nueva.

Natali abrió los ojos un poco tensa.

—Pero su hermano Adam, le gana, su comportamiento es terrible con los medios. Todos los fines de semana estrella un auto, o infringe alguna ley en Durango. Eso, a pesar de ser la mano derecha de su padre en los negocios.

—Una familia bastante singular —concluyó Natali mientras sus amigos asintieron.

—Bueno en cada familia hay una situación diferente, y los millonarios como ellos, no se salvan.

«Díganmelo a mí», pensó Nat mientras atrapó otro pedazo de pizza resignándose a que le esperaba algo horrible.

***

—El señor White dice que llegará en cinco minutos —un hombre le explicó a la chica entre tanto la guio dentro de un café lujoso, para luego pedirle que tomara asiento con una sonrisa.

Devolviéndole el gesto, Natali se sentó y sin esperar alguna petición suya, el hombre se retiró mientras frotó sus manos temblorosas.

—Por favorcito… —susurró—. Que no resulte muerta en este intento…

Ella sacó el celular de su bolsillo para comprobar que era un sábado a las ocho de la mañana, y que definitivamente en este día cambiaría su vida.

Por supuesto, no sabía si para bien o para mal, y ya que todo se estaba yendo a la m****a, ayer les había confirmado a sus amigos que asistiría a esa fiesta de la que nadie paraba de hablar. Además, no se trataba de una fiesta real, una fiesta universitaria era solo un alboroto en casa de alguien que no tenían padres que se preocuparan por dañar las cosas, y a quien le sobrara el dinero para invitar a toda una universidad entera.

Ella soltó el aire negando sin poder evitar una sonrisa por lo injusta que era la vida, pero ¿qué podía hacer?, no podía ir a donde ese chico farandulero y despilfarrador, que le sobraba el dinero y decirle: “¡Oye! ¿Por qué mejor no me das ese dinero para pagar mi universidad?”

En el momento en que fue a reír para ella misma, una voz perturbó su tranquilidad haciéndola saltar en el mismo asiento.

—Natali, que puntual… —ella alzó el rostro para ver a Jarol de pie con una sonrisa de oreja a oreja y trató de levantarse de inmediato, pero él la frenó—. No te molestes, me sentaré de inmediato… y, por cierto, tienes un punto a favor por tu hora de llegada, me gustan las personas responsables.

La chica apretó su mandíbula asintiendo para luego ocultar sus manos debajo de la mesa.

—Estoy aquí… porque no tengo cómo seguir pagando mis estudios, es principalmente por eso que…

Jarol torció la boca mientras hizo una seña al camarero.

—¿Quieres comer algo?, aquí hacen los mejores desayunos de la ciudad.

Ella no respondió, pero el hombre que la había recibido anteriormente, llegó para ofrecerle una carta… hecha en… cuero.

¡Qué demonios!

Nat abrió la carta enseguida, pero fue imposible entender dónde estaban los precios. Nada allí tenía un precio, y así era muy difícil pedir.

—Quiero unas tostadas francesas de natillas de sirope de arce, con mermelada de arándanos, por supuesto, café negro, sin azúcar —escuchó decir al hombre mientras sus hombros se aplacaban más.

—Muy bien, señor… ¿La señorita que desea?

—Ammm —ella despegó los ojos de la carta y la cerró—. ¿Tiene sándwiches de queso?

El camarero parpadeó varias veces para posicionar la mirada en Jarol.

—Tráigale sándwiches de queso… —ordenó Jarol con una sonrisa.

—¿Quiere algo de tomar? —el camarero carraspeó un poco haciendo la pregunta hacia Natali de nuevo.

—Jugo de naranja… si tiene… ¡Por favor!

La risa de Jarol se expandió por toda la mesa y el camarero solo asintió disculpándose con ellos para retirarse, en definitiva.

—¿Qué le divierte? —preguntó Nat un poco avergonzada y enojada.

—Eres divertida, Natali. No sé si te lo han dicho, pero eres muy risueña.

Ella tomó un suspiro tratando de aliviar su tensión. No podía culpar al cien por ciento al viejo por estar metiéndola en este asunto, parecía desesperado detrás de su calma, exactamente como ella.

Ambos tenías algo en común.

—¿Cómo cree que le agradaré a su hijo?, quiero decir, usted puede verme, no pertenezco a su mundo, soy una chica sencilla y…

Jarol de nuevo le dijo que se detuviera arreglando su chaqueta.

—Te daré dinero para varias cosas, aunque debes saber que Andrew no se fija en eso. Tienes libertad de vestir como quieras, es lo que menos me preocupa. Sin embargo, soy un hombre de negocios, tendrás que firmar como si estuvieses aceptando un trabajo. Por cierto, hablé con la universidad, y tengo resuelto lo del lugar de pasantías…

Nat soltó el aire con miles de sensaciones en su pecho mientras apretaba la mesa por debajo.

—¿Puedo preguntarte algo? —Jarol se acercó preguntando interesado y esta vez su rostro estaba totalmente serio.

—Adelante…

—¿Por qué cambiaste de opinión?

Nat miró sus manos, se sentía realmente mal confesando esto, y ese hombre era la persona menos indicada para desahogarse. Pero la verdad no podía decir esto audiblemente con otra persona.

—El señor Shan hizo un recorte de personal —ella comenzó—. Tenía un cheque para solventar mis asuntos por un mes, o tal vez dos si lo administraba bien… pero, lo perdí.

—Por supuesto no tienes ayuda de tu familia…

Nat negó.

—Bien, Natali, quiero dejarte claro que, si esto no funciona, pagaré tu universidad de igual forma.

Ella levantó la mirada de repente con una impresión clavada en el rostro.

—¿Qué?

—Con esto no estoy diciendo que no tienes que esforzarte, si haces bien las cosas, y aun así Andrew no tiene un cambio, de igual forma tu universidad quedará paga. Lo haré el mismo lunes, y tu cuenta quedará en cero hasta que la termines.

Un líquido caliente comenzó a hervir dentro del cuerpo de Nat y ella no pudo evitar que sus ojos se nublaran mucho. La sensación en la garganta era indescriptible, todo le hormigueaba por dentro, todo quería estallar. No quería emocionarse, no frente a ese hombre, pero todo de ella, se le salía por la piel.

—Está bien, puedes gritar, ¡Nadie me dirá que no grite en un restaurante que financio!

Una carcajada salió desde el alma de Nat y aunque Jarol lo pidió, no lo vio venir.

Allí estaba esa chica de pie, subiéndose a la mesa y empuñando sus manos como si estuviese tomando todas sus fuerzas:

—¡NO PUEDE SER! —gritó Nat encaramada en la mesa mientras todos en el lugar, se giraron impactados.

A Jarol no le quedó de otra que reír como un loco, y quizás, como nunca lo había hecho en mucho tiempo…

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